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Reportajes|Domingo, 23 de diciembre de 2007
CELESTE LEPRATTI, HERMANA DE POCHO

“Un montón de gente tomó su bandera”

Claudio “Pocho” Lepratti fue asesinado hace seis años, en Rosario, durante la represión del 19 y 20 de diciembre. Era profesor, trabajaba en un comedor y con microemprendimientos. “Un militante social”, lo define su hermana. León Gieco le dedicó la canción “El ángel de la bicicleta”. El policía que lo mató está preso y fue condenado. Celeste pide que “los que dieron las órdenes, los jefes policiales y los responsables políticos” también rindan cuentas.

Por Adriana Meyer
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Celeste Lepratti tiene la mirada clara y la voz serena, pero se le empañan con un velo de tristeza cuando recuerda a su hermano. Claudio “Pocho” Lepratti fue asesinado hace seis años en Rosario durante la represión desatada por el gobierno delarruista, que en su sangrienta retirada provocó casi cuarenta muertos en todo el país, nueve de ellos en la provincia de Santa Fe. “A Pocho no lo mataron, lo multiplicaron”, afirmó esta mujer –docente, soltera, 30 años, sin hijos– que tomó la posta de la militancia social sembrada por su hermano en las barriadas de la periferia de esa ciudad. Celeste le dijo a Página/12 que “sólo habrá justicia cuando paguen tanto los autores materiales como políticos de cada uno de los casos”, denunció que el poder político “nunca escuchó los reclamos de los familiares” y se lamentó de que los jefes policiales de entonces hayan sido ascendidos.

–¿Qué pasó ese día? ¿Cómo vivió ese momento?

–Nosotros somos de Entre Ríos, en 2001 estábamos todos en Concepción del Uruguay. Pocho es el más grande de los seis hermanos y estaba viviendo desde hacía unos cuantos años en Rosario. Me acuerdo que habían empezado los saqueos, ya el 18. Y el 19 a la noche sus compañeros de trabajo nos avisan de su asesinato.

–¿Qué hacía Claudio?

–Un montón de cosas. En ese momento en la escuela Mariano Serrano estaba como ayudante de cocina, preparaba los alimentos para los chicos del comedor. También trabajaba en otra escuela del barrio donde vivía, Ludueña, era profesor de Filosofía y Ciencias de la Educación. Y estaba en una dependencia municipal con microemprendimientos como huertas o crianza de animales. Era un militante social.

–Lo reconocían, además, porque andaba siempre en bicicleta. ¿Es así?

–Sí. Tenía un trayecto bastante largo entre su casa y la zona sur. Daba esa vuelta todos los días hasta la escuela.

–¿Qué le contaron que pasó ese 19 de diciembre?

–Rosario era un caos, como otros lugares. Ya se había desatado la represión en distintas barriadas, ya había un muerto. El estaba con un compañero de trabajo con el que subió a la terraza de la escuela para ver qué pasaba alrededor. A pocos metros de ahí había vecinos reclamando por comida. La policía pasaba disparando a mansalva. Poco antes de las seis de la tarde pasó de nuevo el móvil policial en contramano, Pocho les grita que dejen de tirar, que ahí hay chicos. Y la respuesta fue que el auto paró, bajaron dos de los policías y dispararon. Uno de esos disparos fue certero y le quitó la vida a Claudio.

–Fue un fusilamiento.

–Sí, sí. Y se subieron al auto y se fueron. Claudio fue asistido por sus compañeros, la ambulancia no llegaba y lo llevaron en un auto de ellos. Pero el tiro fue fatal, la hemorragia era muy grande y en el hospital no hubo forma de salvarlo, aunque lo intentaron. (Se le quiebra la voz.)

–¿Cuántos años tenía?

–Treinta y cinco.

–¿Qué pasó con esos policías?

–Horas más tarde fueron detenidos porque los identificaron los compañeros de Claudio. El que dio el tiro certero es Esteban Velázquez, y él junto con Rubén Pérez, que también disparó, fueron detenidos. Pérez fue sobreseído mientras que a Velázquez lo procesaron, y este año quedó firme la condena: catorce años de prisión. Pero nosotros decimos que Pérez también tuvo que ver.

–El caso de Pocho es el único que tiene un condenado. ¿Qué pasó con el resto de los asesinatos?

–En la provincia de Santa Fe murieron nueve personas y no hay responsables políticos que hayan pagado por eso. A De la Rúa lo procesaron por cinco homicidios culposos. Más allá de cómo vaya a terminar eso, acá nunca ocurrió nada por el estilo. Carlos Reutemann jamás tuvo que dar explicaciones. No fue llamado por la Justicia ni siquiera a declarar por el accionar que tuvo su policía, por las órdenes que se emitieron esos días. ¿Por qué la policía disparó con balas de plomo? En la causa de Pocho no sentimos que haya justicia aún, faltan los que dieron las órdenes, los jefes policiales, los responsables políticos que más tarde o más temprano tendrán que rendir cuentas. Y hasta que no rindan cuentas cada uno de los implicados en esta masacre, materiales y políticos, por cada una de las muertes, no podemos pensar que haya habido justicia.

–¿Qué cambió en la provincia?

–Esa gente sigue participando de la política como si nada hubiera pasado. El ex gobernador (Jorge) Obeid nunca nos recibió, nos dio la espalda a todos los familiares de Santa Fe. Además, la Fiscalía de Estado pidió la libertad para Velázquez argumentando que no había pruebas en su contra.

–¿El Estado pretendía salvar al policía que disparó?

–Así es. Nunca tuvimos explicaciones sobre esto. El Estado tuvo que optar entre dos trabajadores del Estado: uno era Claudio, docente, que trabajaba en la cocina, y Velázquez, que era policía y asesino. Y eligió al segundo. Nunca escucharon los reclamos de los familiares. Alguien que se opuso a la comisión investigadora no gubernamental que pedíamos fue Domingo Pochettino, un legislador del PJ. Y durante la gestión de Obeid fue el secretario de Derechos Humanos. Todos los que tuvieron actitudes como esa recibieron algún beneficio. Los jefes policiales, que fueron ascendidos.

–¿Piensan que con Hermes Binner esto puede cambiar?

–Tenemos expectativas. Si volvía a ganar un gobierno justicialista no íbamos a tener ninguna posibilidad, como ya ocurrió con Reutemann y Obeid. Hay cosas cristalizadas, era muy difícil avanzar. Pensamos que ahora puede haber algún tipo de respuesta. Hay un montón de cosas que se pueden hacer, así que vamos con ese reclamo otra vez y esperamos ser escuchados.

–¿Cómo siguió su vida?

–A todos nos cambió. Hace casi tres años que vivo en Rosario, mi familia sigue en Entre Ríos. Mi papá falleció y fue muy simbólico porque se muere cuando se cumplen los tres años del asesinato de Pocho. Más allá de sus problemas cardíacos, no pudo resistir a tanta impunidad (le tiembla la voz). Soy docente, doy clases. Y me fui sumando a lo que continúan otros, a lo que era el trabajo de Claudio. A su casita en el barrio Ludueña los pibes la transformaron en el Bodegón Cultural Casa de Pocho, donde hay talleres y los jóvenes con los que trabajaba siguen ahí abriendo posibilidades a otros adolescentes.

–Una forma de continuar con su espíritu.

–Sí, por eso decimos que a Pocho no lo mataron sino que lo multiplicaron. Hoy vemos que hay un montón de gente que tomó como bandera lo que él hacía para salir adelante.

–¿Por qué le decían “Pocho hormiga”?

–En Entre Ríos estaba en la Juventud Peronista. Pero le quedó ese sobrenombre cuando vino al seminario en Santa Fe, y dicen que sus anotaciones cuando estudiaba las hacía en boletas partidarias. Y lo de hormiga surgió luego de su muerte, de un texto que escribió Gustavo Martínez, con quien eran compañeros en ATE, queriendo asemejar el trabajo de Pocho con el de las hormigas.

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