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Sociedad|Jueves, 27 de marzo de 2008
PROTESTA Y PIEDRAZOS CONTRA UNA COMISARIA DE SANTA TERESITA

Las dudas del crimen de Mara

El rumor de que el único sospechoso por la muerte de Mara Matheu sería liberado derivó en una concentración frente a la comisaría, piedrazos y vidrios rotos. La policía reprimió con gases lacrimógenos. La autopsia confirmó que la chica fue violada.

Por Horacio Cecchi
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Los vecinos apedrearon la comisaría, hirieron a tres policías y recibieron palos, gases y balas de goma.

La expresión de los vecinos de Santa Teresita era de asombro, más que de dolor o de miedo. Asombro. La realidad se les había venido encima y de golpe. Nadie, desde que el Partido de la Costa es el Partido de la Costa –lleva 21 años como tal–, y mucho antes también, nadie jamás había visto a la policía desatada de ese modo, disparando balas de goma contra la gente. ¿Gases lacrimógenos? ¿Para qué? Nadie, hasta ayer, había visto arrojar piedras a la comisaría. Mucho menos, nadie había herido a ningún policía. Ayer, la ciudad balnearia de Santa Teresita salió de su letargo pueblerino, de la mano del crimen de Mara Sofía Matheu, la chica de 16 años, estrangulada y violada según la autopsia concluida ayer, y hallada entre las dunas del balneario más céntrico. En la comisaría se encontraba detenido un sospechoso del crimen. Y los vecinos estaban dispuestos a quién sabe qué con tal de impedir que lo liberaran. La desconfianza en la Justicia, la idea de corrupción y la dosis de resolución de casos por mano propia hicieron el resto. Apedrearon la comisaría, hirieron a tres policías y recibieron palos, gases y balas de goma.

El clima fue encendiéndose durante la mañana en derredor de la comisaría de Santa Teresita, sobre la calle 41 y 3. Allí había sido alojado el sospechado por el crimen de Mara Sofía Matheu, la chica de 16 años que había salido el sábado por la noche a un cibercafé para no volver más. El hombre, de 47 años, un diseñador gráfico de La Plata según versiones que circulaban ayer por ST, había llegado en Semana Santa y después de una serie de tropiezos en diferentes hoteles, había logrado aterrizar en el San Remo, de 35 número 344.

Al parecer, el lunes, alrededor de las 6 de la mañana, el turista llegó en mal estado al hotel y después de preguntar si el cabaret Simón, del otro lado de la 35, estaba abierto, tuvo un altercado con la recepcionista. La chica amagó con llamar a la policía. Y el hombre la amenazó: “Si llamás vas a quedar como la que dejé tirada en la arena”. Faltaban todavía cinco horas para que el cuerpo de Mara fuera descubierto entre las dunas y los tamarindos. Cuando apareció el cuerpo y se difundió la noticia, la recepcionista dedujo, ató extremos y al rato llegaba la ley al San Remo.

De allí se llevaron al turista con su equipaje a su nuevo alojamiento, enrejado. En la revisación médica de protocolo, le encontraron heridas en el cuerpo y los brazos, compatibles con la hipotética defensa de Mara, en caso de que hubiera existido un intento de violación. A esa hora, aún no se había realizado la autopsia que determinaría que sí, que Mara había sido violada y golpeada, antes de ser asfixiada. Los forenses, incluso, llegaron a la conclusión de que los golpes que sufriera la víctima eran compatibles con una agresión de más de un individuo.

Por algún motivo, porque Santa Teresita será ciudad pero sigue viviendo (seguía) en la ingenuidad de un pueblo, empezó a circular la voz de que el hombre sería liberado porque al ser detenido había chapeado con que era pariente de algún funcionario de importancia en la gobernación bonaerense.

Nada de esto pudo ser comprobado, pero el rumor ya había abierto una gruesa zanja en la rutina de los vecinos.

Y con el correr de las horas, el odio por el crimen fue rumiando la escena. El corrillo de vecinos funcionó, y poco a poco se fue organizando una marcha de silencio en reclamo de justicia. Si en ese momento la policía arrojaba al sospechoso (inocente hasta que se demuestre lo contrario) a las fauces de la sociedad, lo hubieran deglutido por reflejo más que porque existiera alguna convicción de culpabilidad. No hacía falta. Casi al paso del clamor de justicia por mano propia, pero sin clamarlo, llegaron a la 41 y 3, rodearon la comisaría y aguantaron a pie firme alguna noticia.

Intentaron entrar a la comisaría, no les permitieron el paso y comenzó el tira y afloje, empujones, insultos, forcejeos, con la intención de tomar por asalto el lugar.

Lo que no esperaban los vecinos era que entre ellos un grupo de chicos muy enfrentados con los uniformados desde hacía tiempo empezaran a arrojar piedras y cascotes contra los vidrios de la seccional.

Resultado, vidrios rotos, estallados. La violencia no cedió. Los policías, con tres heridos, aguantaron mientras sus jefes pudieron mantenerlos aguantando. Después, salieron a reprimir. Balas de goma, gases. Cualquiera de las sensaciones que casi cotidianamente viven sus congéneres en cualquiera de los partidos del Conurbano Zona Sur y Oeste.

Tuvo que salir el fiscal Diego Zapiola a calmar los ánimos rompiendo el rumor: “Esta fiscalía continúa trabajando para recolectar pruebas que nos lleven al esclarecimiento del caso y por ahora ninguna persona va a quedar en libertad”, aseguró Zapiola, en referencia al único detenido.

A todo esto, en la Asesoría Pericial de La Plata, los forenses iniciaban por la tarde un exhaustivo análisis durante la autopsia al cuerpo de Mara Matheu. El resultado no dejó lugar a dudas: Mara había sido golpeada por uno o quizá dos hombres, había sido violada y asfixiada.

Habrá que determinar ahora qué grado de vinculación puede hallar el fiscal con su sospechoso. Más difícil aún resultará liberarlo si lo debe liberar.

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