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Sociedad|Domingo, 15 de septiembre de 2002
UN EXPERTO COLOMBIANO EXPLICA EL FENOMENO DE LOS SECUESTROS EN ESE PAIS

“Si no se pone coto de entrada, se dispara”

Emilio Meluk es un psicólogo que investiga los secuestros en Colombia y sus consecuencias sobre las víctimas y sus familias. En esta entrevista con Página/12 analiza qué debe hacerse para frenarlos y qué secuelas dejan en la vida de la gente. Un espejo en el que Argentina preferiría no mirarse.

Por Mariana Carbajal
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Los retenes de control en las rutas son habituales en Colombia. Pero muchas veces, la gente termina secuestrada allí mismo.
“Hay que ponerle coto al secuestro lo más rápido posible, porque cuando avanza es más difícil de controlar.” Lo dice Emilio Meluk y del tema sabe bastante. Es director del Departamento de Psicología de la Universidad Nacional de Colombia y desde 1991 se dedica a estudiar el fenómeno que sacude a su país. Fue asesor del Programa Presidencial Antisecuestro entre el ‘95 y el ‘99 y es autor del libro El secuestro, una muerte suspendida, una investigación sobre el impacto en las víctimas y en sus familias. Hace tres años está abocado a estudiar a los secuestradores. Desde Bogotá, en un reportaje con Página/12, Meluk desgranó las características de este delito y reveló que “en la gran mayoría de los casos hay un familiar implicado”. Como recomendación para combatirlo, aconsejó “fortalecer la policía y la Justicia” y lograr “la colaboración del ciudadano común y corriente con las autoridades”. “Estos dos puntos son los primordiales: si las familias se amedrentan, el secuestro se dispara ahí mismo, porque el mensaje que se les da a los secuestradores es que lo pueden hacer y nadie los va a denunciar”, advirtió.
–El fenómeno en Colombia tiene ciertas particularidades. Primero, vivimos en un contexto de un conflicto armado. Segundo, el principal actor que comete este delito es la guerrilla, con más del 70 por ciento de los casos. Hay que tener en cuenta que la guerrilla tiene cierta “legitimidad” en su accionar. A pesar de que el secuestro es un delito de lesa humanidad, los colombianos todavía no nos hemos metido en la cabeza que es repudiable en sí mismo independientemente de quién lo comete y cuál sea el argumento para hacerlo.
–¿Argentina está en camino de convertirse en un país como Colombia, México y Brasil por el índice de secuestros?
–La información que tengo de la Argentina es lo que me llega por televisión y a través de la prensa escrita. Tengo entendido que la situación laboral es bastante seria. El secuestro es un delito muy complejo. No es fácil de concretar. Pero en la medida en que la gente está más acosada por la falta de plata y que hay una técnica depurada –porque esa técnica existe–, más personas se lanzan a cometerlo. No creo que la pobreza produzca secuestros. Pero sí creo que frente a la presión económica que pueda tener una sociedad, una familia, o una persona, la gente echa mano a este recurso. Hay que ponerle coto de entrada. El problema que hubo en Colombia es que nosotros nos dormimos. Aquí recién cuando llegamos a 1051 secuestros, el gobierno se pellizcó y se creó lo que se llamaba la Oficina del Zar Antisecuestro y se implementaron medidas de carácter jurídico y operativo para frenarlo, pero creo que ya era muy tarde. Antes se pretendió manejar el secuestro como se maneja cualquier delito como el hurto.
–¿Cómo debe combatirse?
–Es un problema de represión policial, en el sentido lato de la palabra. No se pongan a debatir sobre el tema. Eso fue lo que nos pasó a los colombianos, que empezamos a discutir si en lugar de un delito era una retención económica, que es lo que dice la guerrilla. Cuando nos dimos cuenta, nos encontramos que sólo en 2000 tuvimos 3706 secuestros.
–Un aspecto que se ha observado aquí es la traición de familiares o conocidos cercanos de la víctima que dan información o participan del secuestro.
–Aquí, en la gran mayoría de los casos de secuestro hay un familiar implicado: la tía, el primo, un hermano, que por problemas económicos llega al secuestro. En el involucramiento de un familiar, la primera motivación es el dinero. Si en una familia hay un hermano que es rico y otro al que le ha ido mal en la vida, pueden existir celos fraternos, contradicciones de orden familiar y venganzas, entonces el hermano, el tío o el primo optan por dar información de ese familiar que tiene dinero: cómo se desplaza, por dónde se desplaza, cuántos hijos tiene, etcétera, etcétera. Pasa la información a las personas que van a cometer el secuestro o él mismo participa del secuestro.
–Cuesta entender la complicidad familiar siendo que es tan terrible este delito.
–Cuando ocurre es porque hay antecedentes familiares de discusiones, de crisis, de quiebre de las relaciones que desembocan en el secuestro. Quién más puede tener información sobre los movimientos económicos, sobre el capital, sobre el patrimonio, que un familiar. Sabe si le fue bien o mal en los negocios, sobre cuándo tiene liquidez.
–Pero de saber a querer extorsionar hay un gran trecho.
–Ah sí, pero con el clima que vivimos aquí en Colombia con tantos secuestros, el común de la gente tiene la percepción de que es muy fácil, porque los delitos son muchos.
–¿Cuál es el tiempo promedio de cautiverio?
–Diez meses, si tenemos en cuenta los secuestros de 24 horas y los sumamos a unos que llevan 4 y 5 años. En el caso de los chicos suele ser más o menos 3 meses, porque se resuelven más rápido.
–¿El secuestro de menores se está extendiendo en Latinoamérica?
–Por la información que tengo, el secuestro de menores particularmente se da en Brasil, donde ocupa el primer lugar de un total de casos anuales de entre 350 y 400. México es el segundo país en América latina con 500 secuestros anuales, todos por delincuencia común, pero no conozco los porcentajes que corresponden a los menores como víctimas. Eligen menores porque son más fácil de levantar y los padres están más dispuestos a negociar rápidamente y pagan más. Aquí, de lo que inicialmente se pide de rescate, se paga en promedio el 10 por ciento, pero por un menor de edad se puede llegar a pagar el ciento por ciento.
–¿El tema se trata en las escuelas?
–No. Es un tema tabú porque los directivos de los colegios tienen la percepción de que si abordan el tema están dando el mensaje de que han sido amenazados de secuestro. Lo mismo ocurre en las empresas.
–Entonces, ¿no se habla de cómo cuidarse para prevenirlo?
–Sí, sí. Hay una fundación que se llama País Libre, creada por Francisco Santos, el actual vicepresidente, que estuvo secuestrado por Pablo Escobar unos siete u ocho meses, que dicta talleres sobre medidas de prevención. La policía y el ejército ponen en circulación unos manuales de prevención del secuestro y, en este momento, la Fiscalía General de la Nación está dictando unos talleres sobre el tema, en los cuales se ventilan algunas medidas de autocuidado y protección. Pero si me pregunta a mí, creo que eso es ineficaz. Los primeros que leen los manuales de prevención son los secuestradores y saben cómo se está cuidando la gente. A lo que sí ayuda es a crear una mentalidad de autoprotección. Ahí sí reivindico esos manuales. No tanto que se siga al pie de la letra las 25 medidas que incluyen, sino que invitan a la gente a tener cuidado. Cada cual encontrará la forma de defenderse a sí mismo.
–¿Qué recomendación puede hacer a los argentinos?
–En principio, fortalecer los organismos de control del Estado: Justicia y policía. Hay que ponerle coto al secuestro lo más rápido posible y no permitir que avance; cuando avanza es más difícil de controlar. Segundo, una colaboración de la sociedad civil, del ciudadano común y corriente, de denuncia, de colaboración con las autoridades. Aquí en una plaza de un pueblo se llevan a una persona y nadie informa. Todo el mundo se queda callado porque estamos asustados. Si la ciudadanía toma conciencia de la necesidad de que hay de colaborar para ponerle freno al secuestro, colabora con autoridades judiciales y policías, informa de las cosas irregulares. Esos dos puntos son los primordiales. Si las familias se amedrentan, se amilanan, frente a la problemática del secuestro, el secuestro se dispara ahí mismo, porque el mensaje que se le pasa al secuestrador es que lo puede hacer y nadie lo va a denunciar. Lo complejo de este delito es que a la víctima hay que agarrarla, transportarla, tenerla cuidada, alguien tiene que darse cuenta de todo ese proceso que se está llevando a cabo.

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