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Sociedad|Martes, 8 de abril de 2008
Clausuraron una pizzería en Ituzaingó que tenía los restos de dos perros en el freezer

Docena y media de mondo cane picante

El local distribuía pizzas y empanadas. Los dos perros estaban decapitados pero con su pelambre, junto a pollos y muzzarella.

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La pizzería, French, estaba ubicada a unas veinte cuadras del centro de Ituzaingó.

Que una grande de muzzarella; que una de jamón y morrones; que media de carne, cuatro picantes y dos suaves; que una docena y media cortada a cuchillo y que venga con la promoción. Todos la conocen como Frenchu o Frencho. Los pibes del delivery llegaban con sus motitos a los rincones más lejanos de Ituzaingó. Quién se iba a imaginar que a los pedidos les estaban metiendo el perro. Técnica y literalmente, el perro. Al menos dos criaturas que ladraban fueron halladas dentro de uno de los freezer de la pizzería French, sin cabeza, con las patas a medio cortar, sin despellejar y con su pelambre, junto al paquete de muzzarella y al jamón cocido. El local fue clausurado y su dueño denunciado ante la Justicia penal por atentado a la salubridad pública y maltrato de animales.

En Thorne 1461, entre Brandsen y Saldán, pleno barrio 9 de Septiembre, y a unas veinte cuadras del centro del distrito, se abren las puertas de Frenchu. Bah, se abren es un decir, porque siempre funcionó a puertas cerradas, según confiaron fuentes municipales.

A la pizzería delivery ya la venían rastreando desde 2001. “El dueño, de nombre Carlos Moreno, abrió un expediente de habilitación de un local de venta de comidas en 2001 y nunca más volvió”, aseguró el secretario de Gobierno, Alfredo Almeida. Después de un tiempo prudencial, los inspectores empezaron a pasar por el lugar con la sospecha de que el expediente había sido interrumpido pero la apertura, no.

Pero nunca lo encontraban abierto. “Sabíamos que había gente porque adentro se notaba que de un día para el otro habían movido cosas”, dijo Almeida. Hasta que el viernes pasado, de noche, con datos de vecinos, decidieron intervenir montando una guardia. Estacionaron la camioneta hasta que salió un delivery. Esperaron que regresara y al abrirse la puerta los inspectores entraron con el muchacho de la moto.

“Esperábamos encontrarnos con un local sucio, sin normas de higiene, pero lo que vimos adentro desbordó todo lo que imaginábamos encontrar”, sostuvo el secretario de Gobierno.

El local, de tres metros de frente, vidriera y persiana de rejas, tenía una cocina tapada debajo de una capa de grasa pegajosa. Alrededor, y contra las paredes, se presentaban tres freezer.

Mientras uno de los inspectores comenzaba a labrar un acta por el estado insalubre en que se encontraba la cocina y el lugar todo, el otro se dedicaba a chequear el rubro alimentos.

Abrió un freezer y se topó con varios kilos de muzzarella, jamón cocido y pollos, podría decirse que con apariencia mala. Mientras su colega agregaba al acta la infracción de arrojar aguas servidas a la vía pública, abrió el otro freezer y se encontró con unos pollos pelados y otros con plumas, achuras, muzzarella, un par de chivitos. El inspector de los freezer le iba dictando al otro “anotá, alimentos cocidos junto a alimentos crudos...”.

Abrió el otro freezer mientras su colega tomaba nota del matafuegos descargado, de los cables pelados y los techos con humedad. Entonces ocurrió. Este, el inspector que escribía el acta, vio a su colega empalidecer y llamarlo. “Vení a ver esto...”, le dijo y el otro fue. Se topó con il vero mondo cane. Dos perros, sin sus cabezas, y con las patas cortadas por la mitad. Envueltos todavía en sus pieles y pelambres.

Los dos cuerpos colocados al lado de los paquetes de muzzarella.

“A veces venía con unas gallinas descabezadas y decía que las hirviéramos y las pusiéramos en las empanadas. Nunca me tocó lo de los perros”, dijo Gastón, ex cocinero de Frenchu hasta hace un año y medio. “Se trabajaba mucho. Había pedidos todos los mediodías y las noches. El dueño creo que era umbandista –confió Gastón, sosteniendo la sospecha municipal–. Venía con la cabeza pintada con sangre, o armaba unos altarcitos en la entrada con pochoclo y manzana acaramelada, o un día venía con inciensos, una campanita y decía que limpiaba la zona.”

En el local, además del cocinero, trabajaba un pizzero, dos ayudantes de cocina y dos chicas que atendían los pedidos. Además de los chicos del delivery, que llevaban las empanadas de Frenchu a 10 cuadras a la redonda.

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