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Sociedad|Martes, 8 de abril de 2008
Advierten sobre los riesgos de medicar a niños con “déficit atencional”

Peor el remedio que la enfermedad

Una investigación detectó que “la tasa de mortalidad es mayor” en los niños que son medicados por problemas de “hiperactividad, trastornos bipolares o déficit de atención”. La prescripción de drogas como la ritalina se triplicó en diez años.

Por Pedro Lipcovich
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Los fármacos para el “deficit atencional” no han pasado por pruebas de seguridad específicas para niños.

Una nueva advertencia contra la medicalización del “déficit atencional” en los chicos llega, en este caso, de Gran Bretaña: muerte súbita, mayor riesgo de mortalidad general, problemas cardíacos, aumento desmedido de peso, desórdenes neurológicos, son los peligros más señalados. Esto se da en un contexto en que las recetas de medicamentos para los chicos inquietos se triplicó en diez años. Por lo demás, en general estos fármacos no han pasado por pruebas de seguridad específicas para niños. En la Argentina, “la práctica de medicar a los chicos está salida de cauce y no refleja más que la intolerancia adulta respecto del chico diferente, el ‘molesto’”, afirmó un miembro del Foro de Estudio de la Medicamentación en la Infancia.

La investigación, que será publicada el mes que viene por la revista especializada Pediatrics, consistirá en una revisión de los estudios previos sobre el tema, y fue dirigida por Ian Wong, titular de investigaciones pediátricas en la Escuela de Farmacia de Londres. Ayer, la BBC y el diario The Guardian anticiparon sus lineamientos generales. Según Wong, “la tasa de mortalidad es mayor” entre los chicos que consumen estos medicamentos. David Healy, profesor en la Universidad de Cardiff, precisó que estas drogas pueden causar “problemas cardíacos, circulatorios y respiratorios”, lo cual se debería a “diversas razones: una es que todos los antipsicóticos actúan sobre un neurotrasmisor llamado dopamina, que tiene una función en la regulación cardiovascular. Otros efectos son: importantes aumentos de peso y diskinesia tardía (movimientos incontrolables en la lengua y la cara)”.

Healy agregó que “en Estados Unidos se produjeron muertes súbitas en chicos que habían recibido estimulantes, que también actúan sobre el sistema de la dopamina, tras haber sido diagnosticados con ‘síndrome de déficit atencional’. Si bien las drogas no están específicamente autorizadas para chicos, los médicos pueden prescribirlas bajo su propia responsabilidad, y las principales indicaciones son “hiperactividad y desorden bipolar”.

El investigador británico citó el caso de una nena que “desde que era bebé fue diagnosticada primero con ‘déficit atencional’, después con ‘depresión’ y finalmente con ‘desorden bipolar’. Cuando murió tenía sólo dos años de edad: había pasado las tres cuartas partes de su vida bajo los efectos de esos medicamentos”.

Según un estudio del Departamento de Salud británico, el uso de medicamentos para el llamado déficit atencional se incrementó un 274 por ciento en diez años. Un informe previo encargado por la Cámara de los Lores había establecido que el 90 por ciento de los medicamentos para bebés recién nacidos no ha sido suficientemente testeado, al igual que el 50 por ciento de los destinados a niños en general. “Los chicos no son simplemente adultos en miniatura”, observó una representante de la Cámara de los Lores. La Unión Europea estudia una ley para exigir a las empresas fabricantes que efectúen pruebas específicas antes de comercializar para niños medicamentos destinados a adultos.

León Benasayag, ex profesor de neurología en la UBA, señaló que “desde hace años se vienen describiendo efectos adversos para medicamentos como el metilfenidato, cuyo nombre comercial más conocido es Ritalina, o la atomoxetina; el primero se usa para el ‘déficit atencional’ y el segundo como antidepresivo. A partir de los efectos sobre el sistema cardiovascular, existe preocupación por la posibilidad de que eleven el riesgo de ataques cardíacos y accidentes cerebrales. En Estados Unidos está en curso una investigación sobre gran cantidad de pacientes para verificar esto”.

La posibilidad de efectos adversos está incluida en el prospecto que acompaña al medicamento pero “con letra muy chiquita, difícil de leer”, observó Benasayag, y comentó que “en la Argentina, los vademécum que usan los médicos no incluyen los efectos secundarios de los medicamentos; aclaran que, ‘para más información’, hay que dirigirse al laboratorio, pero la mayoría de los médicos consideran que no tiene tiempo para hacer eso”.

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