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Sociedad|Viernes, 18 de abril de 2008
FALTA DE COMIDA, MEDICAMENTOS VENCIDOS Y MUERTES

Denuncian dos penales bonaerenses

Por Horacio Cecchi

En el Servicio Penitenciario Bonaerense la mayor preocupación son los presos, y especialmente su salud. “La idea es que los reclusos controlen sus emociones negativas”, señalaron desde las más altas esferas del SPB en agosto del año pasado y anunciaron la introducción de un seminario de yoga entre presos y guardias. Y para verificar que no les estuvieran vendiendo caballa por atún, ni gato por liebre, decidieron ponerlo en práctica para cerciorarse, en el propio terreno, de que al final de cuentas lo del hacinamiento, los facazos, encargos y salidas para robar podía solucionarse con un tomarse de las manos en rondín. La U24 de Florencio Varela hizo de conejillo a seis clases de tres horas por día. A ocho meses de la novedosa propuesta, Página/12 está en condiciones de difundir los resultados: una inspección en el penal conejillo detectó dos pabellones con presos mezclados con sus propios excrementos y un preso muerto durante la misma visita de inspección.

El 20 de marzo pasado, el secretario de la Defensoría de Ejecución de San Martín, Juan Manuel Casolati, realizó una inspección en la U24 de Varela (la misma de los presos yogui). “Durante la visita se produjeron altercados entre internos y uno terminó muerto”, señaló uno de los participantes de la visita. Además, los pabellones 1 y 2 estaban listos para ser clausurados según lo que se encontró allí dentro, además de los internos: montañas de basura, excrementos, no se encontró una gota de agua caliente, tampoco fría, y la estructura en ruinas. “Veinticinco internos usaban un solo baño y tenía excrementos hasta en las paredes”, denunció Casolati ante la Justicia de Ejecución de Quilmes. Los internos además denunciaron falta de comida y ninguna atención médica. “Ese día labramos un acta en la que dejamos constancia de que en la fecha se habían preparado 150 almuerzos de internos, mientras que el penal aloja 750”, sostuvo el secretario de Ejecución. Casolati detectó, sin embargo, que comida no faltaba, porque en los libros figuraba una descarga de 400 kilos de carne, suficiente para alimentar a esa cantidad de personas.

Seguramente, el faltante de platos se debió a que la carne no trae energías positivas.

Días después, el 9 de abril pasado, Casolati visitó la U34 de Melchor Romero. Allí el problema no quedó concentrado en los alimentos estresantes, sino en los medicamentos vencidos. Casolati presentó dos casos como modelo de la sarta de vencimientos detectados: “Dentro de una caja en la que se podía leer la advertencia ‘Urgencia: utilizar en casos urgentes’, había cinco ampollas de adrenalina utilizadas para casos de shock en heridos en ataques, todas vencidas”, señaló el visitante molesto.

También encontraron, en la heladera de la enfermería, dos frascos de insulina vencidos, tiras de reactivos de niveles insulínicos también vencidas. “Cuando preguntamos si tenían algún interno insulinodependiente, respondieron que sí.” También detectaron medicamentos para VIH y tuberculosis fuera de fecha.

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