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Sociedad|Martes, 6 de mayo de 2008
El ciclón Nargis causó diez mil fallecidos y más de tres mil desaparecidos en la ex Birmania

Un viento de muerte devastó Myanmar

El tifón arrasó el sur del país el sábado, pero recién ayer se conoció el grado del desastre que dejó a su paso. Es la peor tragedia natural después del tsunami de 2005. Los campos de arroz quedaron destrozados, lo que agudiza la crisis de alimentos.

Por Zigor Aldama *
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Por el ciclón, que azotó Myanmar el sábado, unas cien mil personas debieron ser evacuadas.

Desde Shanghai

Tal y como le habían dicho, cerró las puertas, aseguró ventanas, retiró los objetos que podían desprenderse fácilmente de la fachada y tapó con tablones los puntos por los que podía colarse el agua en la casa, un edificio de dos plantas de cemento desnudo en el que viven tres familias. No fue suficiente. El sábado, el Nargis arrasó su hogar, y Zaw Mot todavía busca a su tía, que regresaba del campo, entre la devastación que dejó el tifón. Es la cuarta desaparecida sólo en su edificio. “La policía nos avisó de vientos fuertes y, sobre todo, de inundaciones, pero no nos prepararon para esto. Está todo destrozado y hay muchos cadáveres. No llega la ayuda, no hay electricidad y los teléfonos fijos no funcionan; sólo los móviles, de vez en cuando. No tenemos posibilidad de contactar con nadie, de saber si están vivos o muertos”, se lamentaba anoche, en una laboriosa conversación telefónica con este cronista, el traductor de inglés de la localidad de Dedaye, en el delta del Irrawaddy, a unos treinta kilómetros al sur de Yangon, la ciudad más poblada del país. Según los últimos datos oficiales, Nargis dejó a su paso por el sur de Myanmar (ex Birmania) más de diez mil muertos y de tres mil desaparecidos, y al menos cien mil desplazados, en la peor tragedia natural desde el tsunami que arrasó una decena de países en 2005. Ayer por la tarde se reabrió el aeropuerto de Yangon, que también quedó gravemente afectado por los vientos de más de 190 kilómetros por hora, y la ONU preparaba desde Bangkok la operación de ayuda humanitaria.

La ONU estima que, además de reestablecer el suministro de electricidad y de agua, es necesario repartir urgentemente tiendas de campaña, material médico, mosquiteras, utensilios de cocina y pastillas potabilizadoras. Un avión tailandés cargado con nueve toneladas de comida y medicinas despegó anoche.

Mientras tanto, en la antigua capital, la propia población se encarga de las tareas de rescate. “Estamos tratando de cortar y de retirar los árboles de las calles y evitar el saqueo de comercios y viviendas, porque no hay ningún control de policía o ejército”, contó ayer Aung Bein, guía turístico residente en la parte norte de Yangon. “Sólo los locales con generadores tienen electricidad y los turistas están a salvo en los hoteles, pero se les pidió que no salieran. Muchos sólo quieren regresar a sus países, algo que no podrán hacer hasta que se normalice la situación en el aeropuerto, por lo menos en un par de días.” De momento, no se confirmó la muerte de ningún extranjero.

El guía birmano relata las horas de terror vividas el pasado sábado en su edificio, de cuatro pisos: “Habíamos asegurado puertas y ventanas, pero el viento era mucho más fuerte que en otras ocasiones y arrancaba hasta los tejados de las casas. Nos quedamos a oscuras y la planta baja se inundó. Había vecinos heridos por los cristales rotos que volaban, la mayoría con cortes y golpes. El ruido era ensordecedor, parecía que todo se vendría abajo, pero finalmente el viento aminoró. Pasaron más de cinco horas”. A pesar del abultado número de víctimas mortales y de desplazados y del caos que vive el país, la Junta Militar, contra la que se enfrentaron miles de personas el pasado septiembre, durante la denominada Revolución del Azafrán, anoche todavía mantenía su intención de celebrar un referéndum constitucional el día 10. Sin embargo, un diplomático occidental citado por el diario Bangkok Post considera imposible que se den las condiciones para ello.

A Zaw Mot no le importa lo más mínimo el referéndum. Se siente afortunado porque todos sus familiares cercanos están vivos y su casa todavía permanece en pie, aunque se ha convertido en un oasis en un desierto de escombros. “Todos los edificios de alrededor, de madera, desaparecieron, y los campos de arroz quedaron marrones. La cosecha está destrozada y la gente teme que, con los precios actuales, no sea posible sobrevivir.” La región del delta de Irrawaddy es considerada el bol de arroz de Myanmar, por sus llanuras fértiles que producen al año dos cosechas, cuyo precio bate records. “El año pasado fue el combustible, y éste será el arroz. Así no vamos a poder aguantar mucho tiempo.” El gobierno birmano se había comprometido a paliar la escasez de arroz de algunos de los países vecinos, como Filipinas, pero ahora será difícil que Yangon pueda cumplir con estos compromisos de exportación de alimentos.

* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.

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