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Sociedad|Jueves, 15 de mayo de 2008
Crónica de una jornada con seiscientos presos en un curso de “autosanación”

Un día de buenas ondas en Olmos

Isha es una guía espiritual que va por el mundo promocionando su sistema para lograr la paz interior. Ahora lo hizo en la cárcel de Olmos. Hubo presos que meditaban y guardias que se sumaban al trance. Los comentarios de los detenidos.

Por Emilio Ruchansky
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En la capilla de Olmos, Isha habló ante presos que escuchaban y guardias que vigilaban atentos.

Los presos están sentados, fumando cigarrillos armados y charlando de viva voz en la capilla de la Unidad 1 de la cárcel de Olmos. Son casi 600 y esperan a una maestra espiritual que promete liberarlos interiormente. Por ella dejaron los talleres de carpintería, herrería o cocina. Aunque pertenecen a pabellones católicos y evangelistas, aceptaron el desafío profano: lo que presenciarán es una prédica “sin sistema de creencias”. La mujer se llama Isha (en sánscrito significa “conciencia humana completa”), es australiana y cuando llega al altar suelta: “¿Cuál es la diferencia entre ustedes y yo? Ninguna”.

“La única diferencia son los billetes que tenés en el bolsillo”, le responde por lo bajo un preso incrédulo. Isha sigue hablando en inglés, acompañada por su traductora. Explica que vino con muletas porque se cayó de un caballo mientras cabalgaba en Costa Azul, su refugio uruguayo, y asegura que a partir de su sistema es posible experimentar la paz. “Esto cambió mi vida. Yo no me quería a mí misma y responsabilizaba al afuera por mis adicciones y mis dramas, y un día me cansé de sufrir –preambuló Isha– me di cuenta de que si no hacés algo totalmente diferente, nada cambia.”

Para soportar el miedo, “el sufrimiento base de toda la humanidad”, Isha aconseja hacer culto de la infancia. “Es el único momento en el que vivimos en el presente absoluto y no nos preocupa el futuro ni el pasado. Además, los niños no se juzgan a sí mismos por eso llevan la paz y la alegría adentro”, dice. Luciano y Fabián escuchan a medias, son jóvenes y están más interesados en usar la cancha de fútbol del penal o bailar cumbia. El primero manguea cigarrillos al cronista, el segundo insiste: “Poné que el agua está contaminada, que hay palomas muertas adentro del tanque, que la comida se la lleva la policía y a nosotros nos dan todo podrido, que la única carne que comemos son huesos con grasa”.

Isha sigue hablando. Asegura que en su sistema, el afuera comienza a cambiar, “cuando uno se sana a sí mismo”.

Ventanas

“Había una vez un rey que le regaló a otro rey dos halcones peregrinos, hermosos y fuertes. El rey los recibió con alegría, eran lo mejor que tenía. Un día vino el hombre que los entrenaba y dijo que había un problema. Uno volaba alto, cazaba y era perfecto, el otro era idéntico pero no quería soltar la rama. Sus alas estaban en perfecto estado. El rey llamó a los chamanes y veterinarios para ayudarlo a soltar la rama, pero no pudieron hacerlo volar. Entonces el entrenador se lo entregó a un granjero y al poco tiempo el halcón estaba volando. El rey, emocionado, llamó al granjero y le preguntó cuál era el secreto. El hombre dijo: ‘Le corté la rama y al hacerlo se dio cuenta de que tenía alas y comenzó a volar’.”

Los presos aplauden la historia de Isha. “¿Qué nos impide volar?”, pregunta ella y advierte la importancia de ser inocente como los niños. Repite que la seguridad no debe buscarse afuera (“en los amigos, el dinero y el trabajo”) y pide a los reclusos que expandan la paz y el amor para cambiar el entorno. “Mi teoría es que cuando me sano internamente, el afuera cambia porque mi percepción cambia”, insiste la maestra antes de contar otra historia para ilustrar sus afirmaciones y captar a su audiencia.

“Había una vez una pareja de recién casados. Ella quería ser el ama de casa perfecta. Se mudaron a un departamento chico y, por supuesto, perfecto. Ella tenía la cocina ordenada y amaba su lavarropas nuevo. Todos los días se paraba frente a la ventana y miraba la ropa que tendía la vecina de enfrente. ‘Pobre, no sabe lavar la ropa, siempre está mugrienta’, le decía a su marido. Pasaban los días y ella miraba y decía: ‘Alguien le tiene que enseñar a lavar a esa señora’. Y de repente, un día se levantó y vio que la ropa estaba limpia. No entendía qué había pasado hasta que su marido le dijo: ‘Hoy me levanté más temprano y limpié la ventana’.”

Perfección

Detrás de Isha, sobre la pared, se proyecta una imagen de video: “Alabanza al amor por este momento en su perfección”. Es la frase en la que los presos deben pensar durante 10 minutos y con los ojos cerrados. “Yo sé que suena raro porque hay muchos momentos que no son perfectos”, reconoce la maestra de ceremonias. En la capilla impera el silencio, algunos de los 30 guardias se animan a cerrar los ojos.

Este ejercicio de relajación, según el Sistema Isha que promete “la revolución de la conciencia”, hay que repetirlo todos los días durante una hora y debe acompañarse con ejercicio y la ingesta de mucha agua para desechar las toxinas. “Cuando estén ansiosos, preocupados o ante una situación de confrontamiento piensen en esa frase, es la mejor manera de volver al momento presente”, comenta la maestra espiritual, que enseña la misma técnica “a políticos, estrellas de cine y hasta a gente de la guerrilla colombiana que se reinsertó en la sociedad”. Antes de retirarse, Isha deja en boca de uno de sus asistentes las siguientes facetas de su sistema. “Es un chico que viene de lejos, de Inglaterra”, anuncia y la audiencia lo recibe con una silbatina.

“La cárcel es un lugar perfecto para practicar este sistema”, reflexiona ante Página/12 Isha, “pueden practicar las facetas que enseñan a remover las creencias basadas en el miedo, pueden usar todo ese tiempo para ir sanándose a sí mismos”. El fracaso de las cárceles, deduce, “es que siempre tratamos de rehabilitarlos para la sociedad de forma externa, pero ellos se tienen que rehabilitar internamente”.

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