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Sociedad|Viernes, 6 de junio de 2008
OPINION

¿Dónde está el Consejo Nacional de la Mujer?

Por Mariana Carbajal

El Consejo Nacional de la Mujer debería ser el órgano rector de las políticas de género en la Argentina. Tiene asignadas competencias fundamentales para la defensa y la promoción de los derechos de las mujeres. Sin embargo, es probable que no muchas mujeres sepan de su existencia. En los últimos años, el CNM no ha hecho demasiado para llamar la atención. Del fuego que supo generar en sus orígenes quedan apenas algunas cenizas.

Nació en 1992 como espacio gubernamental responsable en el país del cumplimiento de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw, por sus siglas en inglés). En aquel momento dependía del presidente y su titular tenía rango de subsecretaria. La primera presidenta del CNM fue Virginia Franganillo y buscó convertirlo en un farol que guiara las políticas de género del gobierno. Se alejó cuando el ex presidente Carlos Menem dejó en evidencia su alineamiento con el Vaticano.

Los sucesivos gobiernos, sin distinción política, fueron debilitando y devaluando su jerarquía institucional. Hoy el CNM figura casi desdibujado del organigrama oficial: está dentro del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, que encabeza la ministra Alicia Kirchner. Lo escondió ahí Hilda “Chiche” de Duhalde en 2002, cuando su esposo era presidente interino. El órgano rector de las políticas contra la discriminación de las mujeres quedó sin jerarquía para discutir con los distintos ministerios, tampoco tiene un presupuesto adecuado. En 2007 apenas sumó dos millones de pesos; en 2008 consiguió algo más, unos cinco millones de pesos.

En 2004, durante la presidencia de Néstor Kirchner, al frente del CNM fue nombrada María Lucila “Pimpi” Colombo, fundadora y dirigente del Sindicato de Amas de Casa de Argentina. Su designación no fue bien recibida por las ONG que trabajan en la defensa de los derechos de las mujeres por sus conocidas posiciones cercanas a la Santa Sede en temas de salud sexual y reproductiva: siendo diputada porteña por Nueva Dirigencia (aquel partido de Gustavo Beliz), Pimpi votó en contra de la ley que garantiza el acceso a los anticonceptivos a toda la población a través de los hospitales de la ciudad. También votó en contra de la unión civil. En su despacho de la Legislatura una foto suya junto al papa Juan Pablo II ocupaba un lugar de preferencia. Apenas se mudó a la oficina del CNM, instaló en su escritorio una imagen de la virgen de Luján. Toda una declaración de principios.

Después de cuatro años al frente del CNM, Colombo fue designada en la Secretaría de Defensa del Consumidor. Sus acciones apuntaron fundamentalmente al fortalecimiento de las áreas mujer de las provincias y municipios. No hubo políticas de alto impacto en la población femenina, el CNM no se dedicó a formular e impulsar políticas públicas para paliar las desigualdades que sufren las mujeres.

La violencia de género, la pobreza y la desocupación, las dificultades para conciliar el cuidado de los hijos y el trabajo (por asumir mayoritariamente las tareas domésticas, por falta de guarderías gratuitas), la brecha salarial respecto de los varones y el aborto inseguro y clandestino son algunos temas prioritarios de una agenda de género.

Es hora de que el CNM recupere fuerza y vitalidad. Lo reclamó a viva voz, delante del canciller Jorge Taiana hace tres meses, la directora para el Cono Sur del Fondo de Desarrollo para la Mujer de la ONU (Unifem), la tucumana Ana Falú. Fue en el acto organizado por la Cancillería para celebrar el Día Internacional de la Mujer. “Necesitamos un mecanismo fuerte en la Argentina que pueda tener capacidad de monitorear las políticas de género a nivel transversal en los distintos ministerios”, exhortó al Gobierno. “En la Argentina hay que poner al frente una líder potente y dotarlo de mayor presupuesto”, consideró Falú, en declaraciones a este diario. Hace cuatro años ya le hizo el mismo reclamo al Estado argentino la Cedaw, en ocasión de evaluar el informe de seguimiento presentado ante el organismo internacional por el país.

Con el cambio de conducción del CNM, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner tiene una buena oportunidad para demostrar que su invocación al género no es sólo discursiva, que realmente le importa mejorar la situación de sus congéneres más postergadas, empobrecidas, discriminadas, que tienen ansias de progresar y ser protagonistas de su destino. El CNM merece mayor jerarquía institucional y más presupuesto. Y requiere de una figura comprometida a impulsar políticas de género para conducirlo.

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