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Sociedad|Lunes, 23 de junio de 2008
La titular de la cartera de Igualdad española, Bibiana Aído, desató una polémica de géneros

La ministra y la palabra “miembras”

En un discurso deslizó intencionalmente la palabra “miembras”. Se desató una increíble polémica en la que intervienen hasta integrantes de la Real Academia, ensayistas y grupos de apoyo al feminismo. Unos dicen que el lenguaje no lo acepta y otro que es puro machismo.

Por Mariana Carbajal
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La ministra Bibiana Aído sorprendió con la palabrita y recibió vítores y fuertes críticas.

Un gran revuelo y una acalorada polémica generó en España el uso de la palabra “miembras” en un discurso oficial. La atrevida fue la flamante ministra de Igualdad, Bibiana Aído, que apeló a ese neologismo para referirse a las diputadas durante su primera visita al Parlamento para explicar los ejes de su gestión. Pronunció el término de la discordia soltando una pequeña risita. Las feministas lo tomaron como un guiño, pero la propia Aído poco después –y ante la andanada de críticas– dijo que había sido un lapsus, que la palabra se le había pegado porque recién acababa de llegar de “Iberoamérica”, donde –dijo– “es usual ese término”. Pero la joven funcionaria no se amilanó y planteó que debería incluirse en el diccionario. Desde la Real Academia Española la defenestraron por la incorrección gramatical. Ella replicó que olía cierto tufillo “machista” en las apreciaciones de los guardianes de la lengua, pues “de los 43 miembros de la Academia solamente hay tres mujeres”. Escritores como Julián Marías, el pensador Fernando Savater, lingüistas y feministas se sumaron al apasionado debate. Pocas veces se ha visto –-dicen en España– semejante alboroto a partir de un traspié con el lenguaje –intencional o no– de un(a) integrante del gobierno.

“Me parece increíble que una ministra tenga tan poco rigor, lo encuentro ridículo y negativo. La Academia no inventa, es un notario”, sostuvo Ana María Matute, la única escritora que pertenece a la institución. La historiadora Carmen Iglesias y la científica Margarita Salas son las otras dos mujeres que se sientan en la RAE, donde el 93 por ciento es masculino.

Para la Academia el sustantivo “miembro” es un nombre común en género, esto es, un término que sirve para unas y otros (las miembros, los miembros). Pero, vale aclarar, no siempre fue así. Hasta 2005, la palabra “miembro” era considerada por la Academia un epiceno, un nombre asexuado, sin femenino ni masculino, como “víctima”, “bebé” o “criatura”.

El académico de la lengua Gregorio Salvador descartó de plano que “miembras” pudiera incluirse en el diccionario: “Eso sólo se le puede ocurrir a una persona carente de conocimientos gramaticales, lingüísticos y de todo tipo. Además, en España no podemos decidir sobre una lengua que se habla en muchos países”. Salvador aludió también a las referencias que hizo la titular de Igualdad al “Consejo de Ministros y de Ministras”. “La lengua es un sistema económico de expresión y el masculino vale en este caso como término neutro que sirve para masculino y femenino”, manifestó.

El momento en que la ministra de Igualdad utiliza el término del escarnio se puede ver en Youtube. Ahí, en el video, se ve claramente su risita cómplice al pronunciarlo. ¿Por qué, luego, lo habrá adjudicado a un desliz? Las miembras de Aído, curiosamente, no fueron incluidas en la transcripción de su discurso al ser consideradas “incorrectas” por los taquígrafos de la Cámara de Diputados. Las críticas le llovieron. Pronunciar esa palabra fue una “sandez” para el filósofo Fernando Savater, una muestra de “feminismo salvaje” para el escritor Juan Manuel de Prada. El escritor Julián Marías cree que la lengua “es libre” y que cada cual puede hablar como quiera, pero que una mujer pretenda que se diga “‘miembra’ es tan absurdo como si los hombres empiezan a pedir ahora que se diga ‘víctimo’ o ‘colego’”. “Sería una estupidez”, remató.

Las réplicas en defensa del “miembras” también arreciaron. “Estoy completamente de acuerdo, no sé por qué llama la atención, las mujeres también existimos”, dijo Altamira González, presidenta de la Asociación de Mujeres Juristas Themis, una entidad española cuyo objetivo principal es promover la igualdad jurídica entre mujeres y hombres. “El lenguaje es algo que se puede modificar, no sé si ese ejemplo es el más afortunado, pero a mí hace años me cuestionaban que me llamara abogada en lugar de abogado”, señaló Consuelo Abril, especialista en violencia machista y presidenta de la Comisión de Investigación de Malos Tratos a Mujeres. “Si es un lapsus, creo que es humano y hasta necesario. Llevamos demasiado tiempo invisibilizando a las compañeras”, añadió Ritxar Bacete, de la Red de Hombres por la Igualdad.

La presidenta de la Confederación de Mujeres en Igualdad del Partido Popular, Mercedes de la Merced, lo consideró, en cambio, “una forma ridícula de pervertir el lenguaje”.

El sexismo del lenguaje comenzó a combatirse a nivel internacional a partir de la primera Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en México en 1975. La Conferencia General de la Unesco, en 1987, recomendó “evitar el empleo de términos que se refieren a un solo sexo, salvo si se trata de medidas positivas a favor de la mujer” y en 1989 aconsejó el uso de lenguaje no sexista a los Estados miembros. En 1990 Unesco emitió recomendaciones en ese sentido para los documentos de la Unesco. Ese mismo año la Unión Europea, a través del Consejo de Ministros del Consejo de Europa, aprobó una recomendación para avanzar en la eliminación del lenguaje sexista en los países europeos.

En Argentina, un proyecto de la senadora kirchnerista Marita Perceval que se encamina en ese sentido tiene dictamen de la Comisión de Población y Desarrollo Humano. La iniciativa propone eliminar el lenguaje sexista de la administración pública nacional y para eso establece que el Consejo Nacional de la Mujer elabore un manual de estilo con perspectiva de género para que se use en las producciones escritas en todos los niveles del Gobierno. Ya hay antecedentes de iniciativas similares en otros países como en España. La Asociación de Estudios Históricos sobre la Mujer de la Universidad de Málaga elaboró un Manual de Lenguaje Administrativo No Sexista en colaboración con el Ayuntamiento de Málaga, que se comprometió en 2002 –cuando se publicó– a implementarlo en el ámbito público local. “La lengua española no es sexista, aunque sí lo es el uso que de ella se hace”, señala el manual de Málaga. Pero “no hay que olvidar que la lengua evoluciona en cada época para responder a las necesidades de la comunidad que la utiliza, de ahí que en una sociedad como la nuestra, en la que se demanda una mayor igualdad entre los sexos, la lengua, como producto social, no solo ha de reflejar esa igualdad, sino contribuir a ella”, destacan la autoras, integrantes de la Asociación de Estudios Históricos sobre la Mujer de la Universidad de Málaga.

El lenguaje puede modificarse: los neologismos que periódicamente son aceptados por la RAE dan cuenta de ese movimiento. Los nuevos términos se incorporan al diccionario a partir de la extensión de su uso. Para que se impongan, hay que decir una y otra vez “miembras”: si el vocablo pega, es cuestión de tiempo que se imponga. También es cierto que históricamente el lenguaje ha invisibilizado a las mujeres. Como muestra basta recordar el uso de “hombre” para referirse a la “humanidad”. Los ejemplos son múltiples. El lenguaje puede parecer neutro, pero no deja de arrastrar ideología y construir la realidad. Y si no habría que preguntárselo a la dramaturga francesa Olympe de Gouges, que al percatarse en plena Revolución Francesa de que la Declaración de los Derechos del Hombre no las alcanzaba a ellas, publicó en 1791 su manifiesto “Los derechos de la mujer”. Y terminó en la guillotina.

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