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Un moño de artículos, incisos, resoluciones y leyes, todas contradictorias entre sí, sobre las que se basa el andamiaje edilicio y de seguridad de la ciudad, surgió al trasluz de la séptima audiencia por el caso Cromañón, cuando una decena de peritos arquitectos e ingenieros, oficiales y de parte, se sentaron a responder en ronda, todos juntos, a las preguntas sobre el extensísimo informe, 267 folios, que ellos mismos redactaron sobre las condiciones edilicias y de habilitación en el boliche Cromañón. Ejemplos al paso sobraron: la medida de la superficie del local estaba burdamente corregida en la plancheta de habilitación para que entrara en la categoría “C 3” de los boliches bailables. Y en el certificado de los bomberos figuraba torpemente forzada la medida de las puertas de emergencia: 24 centímetros más de abertura cada una; y la cuenta en su resultado (6 puertas x 1,5 metros = 9,50 metros), con el sello de autorizado. Para uno de los peritos, “el escape del local era una carrera de obstáculos”. Lo que se escuchó ayer trasluce los gruesos baches legales de Cromañón, pero también la endeble estructura de burocracia y corrupción sobre la que está montado el cotidiano porteño. Antes, para sorpresa de todos, Chabán anunció su determinación de declarar. Lo hará después de que finalice la ronda de peritos. Por el momento no hay fecha.
La jornada estaba señalada como la primera en la que ante el Tribunal 24 comenzarían a desfilar los testigos. Para el caso, estaban citados los diez peritos que habían participado en la redacción del informe sobre constatación de planos, medidas de la realidad y análisis de la habilitación.
Los peritos testigos pasaron todos juntos, se sentaron a la izquierda del tribunal, con una pantalla que fue resolviendo la visión de planos y fotos. La fórmula adoptada es novedosa y, según surge de la primera audiencia, logra una importante economía de tiempo.
“La salida a la calle era una verdadera carrera de obstáculos”, reseñó el arquitecto Cayetano Profeta, perito oficial junto con el ingeniero Juan María Cardoni y la arquitecta Inés Bodio. Y fue señalando pilares, puertas trabadas, ancho menor al necesario, una barra antipánico trabada y una puerta alternativa, que estaba trabada, que no era de emergencia, pero que estaba señalizada como tal, con lo que en medio del pánico y la oscuridad, muchos corrieron hacia allá guiados por un cartel que sólo los llevaba a la muerte. Los peritos agregaron que no había ni un solo cartel con flechas que indicaban hacia dónde dirigirse para encontrar la salida. Tampoco se señalizaba la escalera que derivaba del primer piso, con lo que en la estampida se podía haber transformado en otra trampa mortal.
En algún momento surgió el debate sobre la falta de coincidencia entre los planos y la realidad. Incluso, los peritos relataron que algunas modificaciones en la estructura podían figurar en el plano de obra de 1997. Ese plano sostuvieron que no lo tuvieron a su alcance. Fue entonces cuando Cardoni dijo que “los que tenemos muchos años en esto sabemos que hay una zona gris en la municipalidad con los planos, una zona gris afectada por el incendio, y en ese incendio se pueden quemar los planos que a uno le hace falta que se quemen en el momento oportuno para que se quemen”.
El debate no estuvo exento de debate, pero entre los propios peritos, que no terminaron de ponerse de acuerdo si el término “puerta de emergencia” figura como tal en alguna norma. Algunos sostuvieron con pruebas que en términos bien obsesivos, no hay legislación que describa lo que es una puerta de emergencia.
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