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Sociedad|Miércoles, 24 de septiembre de 2008
Policías de la 36ª fueron denunciados por moler a palos a un joven y a sus padres

Triple golpiza a una familia en Soldati

Un sereno de la Fundación Madres de Plaza de Mayo recibió una brutal golpiza en la seccional 36ª, cuando intentaba acercarse a su hijo, detenido y también golpeado por tener dos cigarrillos de marihuana. La madre también fue agredida.

Por Horacio Cecchi
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Jorge Martínez, internado con una costilla fracturada, dos fisuradas y golpes en todo el cuerpo. “Tengo miedo por mí y mi familia.”

Jorge Martínez tiene fracturada una costilla. Cuando se mueve le pincha el pulmón y salta de dolor aunque saltar es un modismo, no puede hacerlo de tanto que duele, además de que sus pies apenas si lo soportan de tan golpeados que los tiene. Otras dos costillas le quedaron fisuradas, orina sangre por alguna hemorragia interna, y le duele la cabeza por los traumatismos. Está internado en el hospital Piñero. Pero por sobre todo, Martínez está aterrado y tiene sus motivos. El 15 de septiembre, entre seis y ocho policías de la 36ª golpearon salvajemente a su hijo de 22 años en la calle porque le encontraron dos cigarrillos de marihuana y el chico no tuvo mejor idea que intentar resistir a golpes de su curtido rostro los doloridos nudillos de los policías. Su madre, y esposa de Martínez, Marta Troncoso, corrió dos cuadras para defenderlo pero un federal la sembró de un golpe. Al chico lo llevaron a la comisaría. La madre fue a buscarlo y el mismo federal la agarró del pelo y la arrastró a una celda, donde la tuvo doce horas demorada. Martínez se enteró de todo y corrió a la 36ª. Cuando vio a su hijo que lo llevaban molido a golpes, lastimado y esposado, lo quiso tocar, pero lo barrieron. El mismo federal, al grito de “yo soy Funes, me llamo Funes, si me denunciás te mato”, en efectivo ardid y curioso giro literario, lograba hacer del cautivo un Martínez, el memorioso.

El hijo de Martínez se reconoce como adicto al paco. El lunes pasado, a eso de las 10 de la mañana, salía del barrio Los Piletones, de Villa Soldati, con dos porros recién comprados y una pipa (o una pistola de plástico según las versiones). En la esquina de Lacarra al 3100 tres policías de la 36ª lo detuvieron con la intención de aplicar un peculiar método de tratamiento a la adicción. En segundos llegó otro patrullero. Los federales ya sumaban entre seis y ocho vaya a saber de dónde brotaban y el chico hizo lo que está severamente contraindicado: la emprendió a golpes de puro rostro contra los esforzados nudillos de los azules. Las marcas en dos de esos sufridos puños fueron presentados como legítima prueba de la agresión a los federales, según aseguró a Páginai12 el abogado del chico, Roberto Buletti.

Un amigo corrió a avisarle a la madre del apaleado, Marta Troncoso, a tres cuadras de allí. Troncoso, a su vez, dejó todo y corrió a la velocidad que pudo esas tres cuadras por Lacarra hasta llegar a la esquina, donde los seis a ocho todavía seguían en su esforzada tarea. Marta intentó meterse en el medio, pero uno de los federales de una bofetada la desparramó. “Fue el que agarró del cuello a mi hijo y lo golpeó muy duro”, detalló después. “Dijo que se llamaba Funes”, recordó Marta el curioso y enigmático impulso del federal por hacerse recordar. A golpes subieron al hijo a un patrullero y a golpes impidieron que ella hiciera lo mismo. Corrió a la 36ª, en Pedernera al 3400, donde quiso saber por su hijo. Pero el mismo federal la tomó del pelo y la arrastró a un calabozo. “Tu hijo es un fisura y vos una delincuente”, aseguró que le dijo y la dejó adentro. ¿Infracción, delito? Nada de eso. Averiguación de antecedentes. La largaron a las doce de la noche, aseguró indignada la abogada Graciela Teri, que representa a la pareja.

A todo esto, un yerno llamó a Martínez. El padre del chico, sereno nocturno de la Fundación Madres de Plaza de Mayo, también es empleado en un depósito de materiales reciclables, donde se encontraba cuando le avisaron. Llegó al mediodía a la 36ª. “Me dijeron... que estaban... incomunicados”, dijo a este diario mientras respiraba con cuidado su dolor. Al rato vio que llevaban a su hijo. “Lo llevaban todo lastimado, con sangre en la cara, con cortes por todos lados, lo tenían esposado. Me acerqué porque quería tocarlo...”, dijo Martínez, como quien dice algo impensado, como si tuviera que explicar su reflejo como una desmesura. En la 36ª, la habilidad para los giros es notoria. Ya en abril de 2007 balearon en la puerta al Chasqui Córdoba, un músico de sikus. Había discutido fuerte con un colectivero y el chofer decidió llevarlo a la comisaría donde el subinspector César Pereyra lo baleó por la espalda “en defensa propia”. Pereyra fue igual detenido, por orden de la jueza Guillermina Martínez, y fue igual liberado por orden del juez Jorge López (cuando Martínez tomó licencia).

Volviendo a Jorge Martínez y su experiencia en la 36ª, cuando intentó tocar a su hijo lo apartaron de un golpe. En pleno rostro, fue, y Martínez inevitablemente recordó que fue el mismo Funes. “Me golpearon ahí delante de todos y entre cuatro me agarraron de las piernas y los brazos, y colgando panza abajo, me llevaron y me pateaban”, recordó también. Lo tiraron en un calabozo. Su esposa lo escuchaba gritar por los golpes que le daban, mientras esperaba en otro calabozo que se cumplieran las doce horas de averiguación de antecedentes. “Funes me pateaba y yo le decía que no había hecho nada malo, que soy un trabajador. Y él me decía que era Funes, el jefe de calle, y yo le decía ‘te voy a denunciar’. Y él me gritó que ‘si me denunciás te mato, te pongo un fierro y una bolsa de droga y no salís más de la cárcel, y no vas a ser más laburante’.”

Martínez recordó a Funes que lo golpeaba y recordó a Funes que lo amenazaba y recordó a Funes cuando le dijo “yo soy Funes, me entendiste, yo soy Funes”, seguro que no queriendo que lo olvidara. Después del visto bueno de la médica policial, fue enviado al Penna donde le dijeron que estaba golpeado, que descansara y lo mandaron a la casa. Después tuvo que ir al Piñero, porque no soportaba más el dolor. Y quedó internado.

Aterrado y todo, presentó su denuncia con Marta ante la Defensoría del Pueblo porteño, que llevará ahora el caso a la Justicia penal. El hijo fue excarcelado en la causa por la golpiza a los nudillos, pero quedó detenido por lo de la rebeldía. El juez que lo mandó a Devoto por un celular y cinco pesos conoce a los de la 36ª: es Jorge López.

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