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Sociedad|Jueves, 19 de febrero de 2009
Dos boletos y un llavero llevaron a los homicidas de Garrido

Las huellas del crimen

Una pareja fue detenida en Pablo Podestá, por el asesinato del policía Aldo Garrido, en San Isidro. En el forcejeo habían perdido dos boletos y un llavero con la foto de un chiquito. Flores, escenas de dolor y reclamos de mayor seguridad.

Por Horacio Cecchi
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Muestras de dolor durante el traslado de los restos de Garrido.

Las flores cayeron sobre el techo del coche fúnebre en el momento en que el cortejo iniciaba la marcha rumbo al cementerio de San Isidro con los restos del capitán (ascendido post mortem) Aldo Roberto Garrido. De inmediato se escuchó un prolongado aplauso, podría decirse que durante un minuto, y en el que parecía decantarse una multitud de emociones, no sólo pena, que la había y mucha, sino también ideas, pasiones, posiblemente odios, y que sólo el tiempo (horas, días, no más) dirá en qué consisten. Esto ocurría minutos pasadas las 11 de la mañana. Una hora antes, al velatorio habían concurrido el gobernador Daniel Scioli, el ministro de Seguridad, Carlos Stornelli, y el jefe policial Daniel Salcedo. Llegaron con el cuello de la camisa holgado: para esa hora, los supuestos actores del crimen llevaban ocho horas detenidos. Una pareja, de Pablo Podestá, había dejado las suficientes huellas como para que los detuvieran: un par de boletos de colectivo que concordaban con el horario del crimen, y un llavero con la foto de un chiquito presuntamente con uniforme de jardín. Los investigadores hurgaron entre los jardines de infantes de la zona hasta que, en uno de ellos, en una foto grupal detectaron al chiquito. Ubicaron la casa. La allanaron. Encontraron a la pareja, al chiquito, que fue entregado a su abuela, y supuestamente el arma de Garrido con la que creen que lo balearon.

El método del hallazgo de la pareja a la que la policía acusa como culpable es en sí misma una historia aparte. Los buscadores de rastros encontraron uno o dos boletos de una línea de colectivo que va desde Tres de Febrero hasta la estación de San Isidro. Además de la línea, que ya es una fuente de consulta, los investigadores tenían impreso el horario de expedición del boleto y la unidad. Bastó ponerse en contacto con la línea para saber la zona en la que habían tomado el colectivo quienes supuestamente lo perdieron durante el forcejeo. Respuesta: habían subido en Pablo Podestá, una hora antes del asalto, lo que permitía coincidir los horarios.

Pero los boletos es sólo una aproximación. El dato identificatorio lo dio la foto del chiquito en el llavero también perdido en la urgencia. Desde la mañana del lunes, los investigadores buscaron en los jardines de infantes de la zona la foto de un chiquito que correspondiera con la del llavero. Y lo encontraron. De allí a la casa había un solo paso. Durante la tarde ya estaban localizados y discretamente vigilados, en Benito Pérez Galdós al 8700. A las 2 de la mañana, con la correspondiente orden judicial, se hizo el allanamiento. Dentro encontraron a Néstor Luque y Débora Acuña, ambos de 29 años. A un hermano de Luque, dueño de casa. Y al chiquito, a quien será difícil borrarle toda esta parte de la historia, así como toda la parte que ya le habían cargado en sus pocos años.

Según fuentes policiales, cuando se produjo el allanamiento, Néstor Luque se entregó mansamente y señaló al baño: “Ahí están las armas”, parece que dijo. Supuestamente, encontraron el arma de Garrido y una 32. Las pericias dirán cuál de las dos o si ambas fueron disparadas. Pero según la policía, ambos declararon que él le disparó con la 32 y ella, por la espalda, con el arma de Garrido, cada uno dos veces.

Ocho horas más tarde, Scioli y su equipo aparecían por la casa de velatorios y prometían más lucha contra la inseguridad. La congoja de los vecinos no fue obstáculo para el reclamo por mayor dureza. Los comerciantes un día antes ya habían pedido la insólita mudanza de los Tribunales porque “los familiares de los detenidos son peligrosos y tienen malas amistades”. Después, durante el trayecto hacia el cementerio, el cortejo pasó frente a los Tribunales donde se desataban incidentes con familiares de Misael Fleitas Obes, condenado a 20 años por el crimen de Agustín Ferla, durante un asalto.

Ayer se agregó otro pedido para homenajear al sufrido policía: pidieron que la calle Chacabuco, donde fue baleado, cambie por el más emotivo nombre de Garrido. Y su busto, en bronce, junto a la clásica esquina del mástil.

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