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Sociedad|Miércoles, 25 de febrero de 2009
Como en “El Eternauta”, los escarabajos invadieron Buenos Aires

Atacan los Cascarudos

Después de las copiosas lluvias del fin de semana, surgieron de algún lado millares de escarabajos. Un experto de la UBA da las claves del fenómeno que científicamente no es considerado como tal. Se trata de los bichos torito y salen de la tierra una vez al año.

Por Horacio Cecchi
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“¡García, García!”, casi gimió por no gritar la mujer a su marido al ver la alfombra de asquerosos insectos negros que se movía sobre sí misma en el jardín de su casa, a plena luz del día. Ocurrió el domingo pasado, apenas pasada la intensa lluvia que dominó a la ciudad y parte del país durante el fin de semana. Pensó, “nos invaden”, y recordó a los Cascarudos de Oesterheld, en “El Eternauta”. “Nos invaden y García que no llega”, se estremeció ahora, mientras centenares, quizá miles, de esos bichos (¿habrá que llamarlos cascarudos?, ¿serán Cascarudos?) pululaban y avanzaban como lava negra hacia todos los rincones de la casa, en fin, hacia sus pies apenas calzados con unas vulgares y caseras ojotas, inadecuadas y absolutamente contraindicadas para la ocasión. Y justo cuando las patas duras y piliformes de los Cascarudos ya rozaban, pinchaban, mordisqueaban los dedos desnudos de sus pies apareció por el jardín su marido, García, más pragmático y terrestre, escobillón en mano y empezó a barrer. Con perdón de la rima, lo que barría García eran vulgares escarabajos, bichos torito o bichos candado –lo mismo da– que invadieron Buenos Aires en tren de copular en sus apenas tres o cuatro días de vida adulta, lo que explica quizá su lenta y torpe pero imbatible desesperación.

“Invasión, no –tranquiliza a Página/12, de algún modo, el especialista Osvaldo di Iorio, de la cátedra de Entomología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA–. Todos son cascarudos (dice sin mayúscula), son los coleópteros, hay 200 familias distintas en todo el mundo, 350 mil especies”, agrega, con lo que, sin saberlo, Di Iorio disuelve la tranquilidad que había regalado tan fácilmente.

“A los que usted se refiere es a los que se conoce vulgarmente –se explaya Di Iorio sin poder evitar cierto tono de comprensible desdén científico– como bicho torito o bicho candado.” Quién no vio alguna vez un bicho torito, candado, también escarabajo (aunque escarabajo sea el nombre general de los coleópteros). Su característica visual grosso modo: una pinza que da miedo, como la de un cangrejo, en su parte delantera y su caparazón duro. Aunque, Di Iorio mediante, uno se venga a enterar de que la pinza o tenaza es de los machos, que no vuelan, lo que sí hacen las hembras que, a su vez, carecen de cornucopia. En términos estrictamente científicos estamos hablando del Dilobobderus abderus, “abderus con minúscula”, aclara Di Iorio.

Para tranquilidad de la mujer de García, de García y del resto de los porteños incluida Página/12, los bicho torito, o candado, son absolutamente inofensivos para el hombre en su faz paranoica, es decir, son insectos que no lo atacarán en forma directa. Aunque sí lo hacen de modo indirecto, porque sus ansiosas larvas devoran raíces de pastos y otras plantas como si se tratara de una turba de adolescentes ante una bandeja de papafritas. Con la ventaja, en el primer caso (las larvas), que en dos años ya se habrán alimentado lo suficiente para considerarse desarrolladas y se terminó el gasto.

En suma, así como uno los ve, los bichos torito o candado tienen una vida sórdida, subterránea, a lo largo de sus dos años de vida en presunta latencia hasta que salen a la superficie. Los pasos, cuidadosamente descriptos por Di Iorio a Página/12, son los siguientes: primero, de los huevos nacen las temibles larvas, también conocidas como isocas, “que se usan mucho para la pesca como carnada”, completa la descripción el especialista. Las isocas, ya se dijo, durante dos años arrasan con lo que venga bajo tierra. Mudan repetidas veces de piel y se la pasan comiendo raíces, “y tierra”, agrega el especialista. Después mutan al estadío pupa o crisálida, cual mariposa en potencia, pero de la que surge un bicho bastante más feo que aquel volátil y colorido insecto, el escarabajo adulto, con la forma en que ya lo conocemos, “que apenas vive tres o cuatro días”, sorprende Di Iorio.

–¿Cómo es eso?

–Así como lo escucha. Salen solamente para buscar al sexo opuesto y copular. Durante esos cuatro días de existencia adulta no comen, sólo buscan al sexo opuesto.

Pequeñas curiosidades de la existencia.

Al margen de las veleidades de los escarabajos adultos, Di Iorio explica que “lo que se vio estos días no fue una invasión sino una reacción típica después de la lluvia que habitualmente ocurre en enero y que lleva a los... –cómo decirlo...–, a los Dilobobderus abderus a abandonar la pupa o crisálida y salir a la superficie como adultos. Este año la lluvia se atrasó y los Dilobobderus abderus salieron en febrero. Pero no es invasión, no. Yo diría que cada vez hay menos...”

–... Dilobobderus abderus. Una sola pregunta más... Cuando se habla de las Juanitas, como se las conoce en Córdoba por ejemplo, ¿se está hablando del bicho torito?

–... No –responde Di Iorio y hace un sugestivo silencio–... Las Juanitas son carnívoras.

La comunicación se cortó, abruptamente. ¿Impresión, miedo, paranoia? ¿Invasión? ¿Serían Juanitas los Cascarudos a los que hacía mención Juan Salvo, el Eternauta? ¿Acaso el 9 de julio de 2007 cayó nieve o serían copos los que sorprendieron a los porteños? ¿Ahora será el turno de los gigantescos Gurbos acorazados, vendrán del campo, serán las 4x4?

–¡García..!

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