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Sociedad|Sábado, 28 de marzo de 2009
Un experto advierte que puede haber casos de dengue en Buenos Aires

Rogando que llegue el frío

El peligro responde a la persistencia de altas temperaturas y humedad en la ciudad y la provincia, como marco de la presencia del mosquito transmisor. Hasta ayer se registraban en el país 2532 casos autóctonos y 388 de viajeros.

Por Pedro Lipcovich
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Campaña en Corrientes para evitar la propagación del mosquito transmisor del dengue.

Este fin de semana podría ser el del primer caso de dengue “autóctono” en Buenos Aires: el riesgo responde a la persistencia de altas temperaturas y humedad, como marco de la presencia del mosquito transmisor y de un creciente número de personas infectadas en otros lugares del país o del extranjero; de todos modos, la posibilidad de una epidemia en la zona metropolitana se reduce porque, tarde o temprano, a estas latitudes llega el frío, que corta el ciclo de transmisión. Así lo señaló uno de los principales expertos en el tema, quien explicó que “la frontera del dengue avanza en todo el mundo”, en relación con las migraciones y el cambio climático. El dengue ya está en la Argentina pero tal vez sea posible “minimizar su impacto”: esto implica al Estado, pero también a la sociedad, porque el mosquito se cría en los hogares, en el florero cotidiano o en el platito con agua bajo una maceta. El dengue “no es una enfermedad de la pobreza”, según el experto, pero la presencia de enfermedades de la pobreza contribuye a que no se le preste suficiente atención. Lo cierto es que lo peor está por venir: las personas que ya enfermaron de dengue común están predispuestas, el año que viene o el otro, a sufrir dengue hemorrágico, que puede ser mortal. Hasta ayer se registraban en la Argentina 2532 casos autóctonos y 388 contraídos por viajeros.

“Ya en 2007 se reportó un caso de dengue autóctono en la ciudad de Buenos Aires, publicado en una revista del Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos; pero, al no haberse replicado en otras personas, no tomó importancia epidemiológica –recordó Alfredo Seijo, jefe de Zoonosis en el Hospital Muñiz y profesor en la Universidad Favaloro y en la UBA–. El hecho es que, en estos últimos días, en la zona metropolitana se registran altas temperaturas, con poco descenso en las noches y mucha humedad: según el Servicio Meteorológico Nacional, las condiciones podrían mantenerse este fin de semana, lo cual favorece la posibilidad de que se produzcan casos autóctonos.” Esto no puede prevenirse con certeza porque “en la sangre de la persona infectada, el virus circula ya en días anteriores a la aparición de fiebre, y también cuatro o cinco días después”, observó Seijo.

“El mosquito Aedes aegypti, que transmite el dengue, volvió a la zona metropolitana desde fines de la década de 1980 (en 1871 había causado la epidemia de fiebre amarilla, contra la que hoy, a diferencia del dengue, existe vacuna). En las últimas décadas, la frontera del dengue avanzó mundialmente, en relación con las migraciones y el turismo. También incide el cambio climático: el mosquito se extiende cuando las temperaturas medias aumentan. De todos modos, en Buenos Aires, en algún momento llega el invierno y corta el ciclo de transmisión, que en provincias del norte puede mantenerse todo el año. En esta ciudad, el ciclo del mosquito comienza entre octubre y noviembre y sigue hasta mayo o junio; este año, a juzgar por las presentes condiciones climáticas, probablemente lleguemos a junio con el mosquito viable.”

“El dengue no es una enfermedad de la pobreza –puntualizó Seijo–: el mosquito pica a personas de todas las clases sociales. Pero, por ejemplo, las poblaciones que carecen de agua corriente deben almacenarla en recipientes que pueden transformarse en criaderos de mosquitos. En todo caso, cuando crece la pobreza, el riesgo de dengue suele desestimarse ante otras patologías, y sólo se toma conciencia cuando el problema se presenta.”

¿Se puede prevenir el dengue? “Tal vez no pueda impedirse que se presente, pero es posible minimizar su impacto –contestó Seijo–. Esto es complejo porque implica a la población. Si el mosquito viviera en los pantanos, la responsabilidad sería toda del Estado, que debería hacer obras de saneamiento. Pero vive en los hogares, se cría en cualquier recipiente que pueda juntar agua: un juguete tirado en el patio, un portamaceta, una rejilla sin circulación de agua, una canaleta con poca luz solar. Eliminar estos criaderos depende de hábitos, que a su vez se promueven con educación sanitaria. Por su parte, el Estado debe eliminar los posibles focos en la vía pública: destacadamente, los neumáticos abandonados. Y, cuando aparecen casos, el Estado debe hacer rociados contra los mosquitos y sus larvas. Todas estas acciones deben efectuarse en conjunto.”

En cuanto al futuro, “si bien el dengue común no suele ser grave, la persona queda predispuesta para, si después se infecta con otro serotipo de la enfermedad, sufrir dengue hemorrágico, que requiere internación, multiplica por 20 los gastos de atención médica y puede ser mortal”, señaló Seijo.

Hasta ayer, según datos del Ministerio de Salud, se registraban en el país 2532 casos autóctonos de dengue común, más tres casos de dengue hemorrágico, dos de los cuales fueron fatales. De las cuatro provincias con dengue autóctono, se registraban 1031 casos en el Chaco, 816 en Salta, 214 en Jujuy y 471 en Catamarca. Había 388 casos no autóctonos: 109 en la ciudad de Buenos Aires, 44 en la provincia de Buenos Aires, 38 en Jujuy, 34 en Córdoba, dos en Corrientes, dos en Formosa, dos en Chaco, uno en Catamarca, cinco en Mendoza, uno en Misiones, 80 en Salta, 32 en Santa Fe, tres en Santiago del Estero y 33 en Tucumán. El método de registro consiste en sumar los casos de personas con infección constatada en laboratorio y de personas con síntomas compatibles con el dengue vinculadas con las primeras.

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