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Sociedad|Lunes, 20 de abril de 2009
Con daño cerebral y prisión domiciliaria, podría volver a la cárcel

El lado oscuro de San Nicolás

Tras denunciar a un penitenciario, sufrió intoxicación masiva con una droga que le produjo convulsiones y daño cerebral. Por un hábeas corpus, ordenaron su detención domiciliaria. Ahora pretenden que sea regresado a prisión por supuesta peligrosidad.

Por Horacio Cecchi
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El caso de Juan Carlos Genta tuvo lugar en la Unidad 3 de San Nicolás y en los tribunales locales.

Cuatro días después de que Página/12 publicara la segunda nota de una saga sobre las desventuras de un interno, Juan Carlos Genta, ante la particular Justicia de San Nicolás, el preso fue derivado detenido a su domicilio, como correspondía desde que había quedado casi descerebrado por autointoxicarse con medicamentos ingeridos mientras estaba al cuidado de las autoridades penitenciarias. Pero la semana pasada, la fiscal Franca Padulo pidió que fuera devuelto al penal, basándose en un peritaje que asegura que el preso con daño cerebral simula y que es un peligro para él y para terceros. Ni los peritos ni Padulo lograron precisar si Genta simulaba su mitad sana, ni si los terceros en peligro eran quienes habían intervenido en el trámite penitenciario-judicial.

Después de una serie de curiosos tropiezos (ver ediciones del 9 y 23 de marzo pasado), Juan Carlos Genta terminó internado en la U34 psiquiátrica de Melchor Romero, con gravísimos daños cerebrales producto de una masiva ingestión de Haloperidol, tras denunciar a un penitenciario frente a colegas del denunciado, según dispuso el juez José Luciano. El Haloperidol, en la jerga carcelaria y psiquiátrica, es conocido como “plancha”. En la U34, a Genta decidieron plancharlo sin raya: lo atendieron con la misma droga que le había provocado las convulsiones después de su denuncia. Un hábeas corpus presentado ante el juez Prati, de San Nicolás, derivó el viernes 27 de marzo en su detención domiciliaria, luego que Luciano accediera a lo dispuesto por Prati.

Un dictamen del perito Caro determinó que Genta debía recibir tratamiento en un centro de día y mantener contacto familiar permanente; mientras que la psiquiatra Conia, que lo atendió en su internación y durante su detención domiciliaria, destacó que sufre un shock traumático debido a los golpes recibidos y las convulsiones provocadas por la intoxicación, y sugirió que el peor remedio consistía en regresarlo al servicio penitenciario.

Pero otro peritaje pedido por Luciano y realizado por los peritos de San Isidro, Pablo Burgueño, Enrique de Rosa y Pablo Ferrari, llegó a conclusiones opuestas: según fuentes judiciales, sostuvo el dictamen que Genta contesta con dificultad a preguntas simples sin demostrar un impedimento grave; entiende las consignas y no colabora; que mantiene un alto potencial de peligrosidad para sí y para terceros, y que los síntomas que presenta no encajan en ninguno de los trastornos graves de la personalidad. O sea que simula.

Tomando ese informe, y sin atender los otros, la fiscal Padulo solicitó que Genta fuera regresado tras las rejas, teniendo en cuenta lo peligroso de su personalidad, para sí y para terceros. Ahora, es el juez Luciano el que debe disponer si acepta que Genta sea devuelto al cuidado de los penitenciarios y el Haloperidol, o lo mantiene detenido en su casa donde corre el serio riesgo de escapar a la carrera, si sus extremidades dejan de temblarle. De todos modos, como un prisionero de guerra, no habla o repite como un zombi: “Me llamo Juan Carlos Genta, nací en el ’84, quiero estar con mi mamita”.

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