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Sociedad|Miércoles, 3 de junio de 2009
Fueron encontrados en el agua restos del fuselaje y de asientos del Airbus A330 caído en el Atlántico

Los primeros pedazos de un enigmático rompecabezas

El gobierno brasileño confirmó el hallazgo, ocurrido a más de 650 kilómetros del archipiélago de Fernando de Noronha. La hipótesis del rayo, esgrimida el lunes por la empresa, cada vez más descartada. Se cree que el avión se desintegró en el aire.

Por Eduardo Febbro
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La búsqueda de los restos se centra en el lugar donde pudo ocurrir la catástrofe, conocida como “zona de convergencia intertropical”.

Desde París

Los investigadores encargados de esclarecer la catástrofe del vuelo AF 447 de Air France que se esfumó cuando sobrevolaba el Atlántico entre Brasil y el espacio aéreo de Senegal disponen desde ayer de un nuevo elemento que abre el estrecho abanico de pistas que existía hasta ahora. Los restos del fuselaje del avión y los asientos localizados a más de 650 kilómetros del archipiélago de Fernando de Noronha, al noroeste de Brasil, constituyen una pieza suplementaria del copioso rompecabezas que tienen por delante los especialistas de las catástrofes aéreas. Los equipos de rescate brasileños y franceses acentuaron la búsqueda del aparato con la colaboración de España y Estados Unidos. El lugar donde fueron hallados los restos corrobora la información dada ayer por la aeronáutica brasileña, al tiempo que marca una dirección para la investigación. El último contacto entre el Airbus y la tierra se produjo cuando el aparato se encontraba a 565 kilómetros de la ciudad brasileña de Natal. El avión se esfumó a partir de allí, lo que supone que el Airbus A330 se desintegró en pleno vuelo o cayó al mar en picada sin que la tripulación tuviera tiempo de emitir otros mensajes.

El Airbus transmitió una serie de señales automáticas en las que daba cuenta de la existencia de varias fallas, entre ellas un problema eléctrico general. Luego desapareció en la tormenta. Air France afirmó el lunes que las causas posibles del accidente pudieron ser la combinación de las fuertes turbulencias en la zona, así como un rayo. Sin embargo, esa hipótesis nunca fue tomada en serio por los expertos. La desaparición repentina del avión sin ninguna señal previa complica al extremo la investigación.

Los expertos de la Bureau Enquête Accident disponen de un escaso dispositivo de pruebas. Los indicios se limitan a los restos del aparato encontrados ayer y a las señales automáticas transmitidas por el avión.

Ayer, los responsables políticos franceses descartaron la eventualidad de un atentado. El ministro francés de Defensa, Hervé Morin, dijo a la radio Europe 1 que “no tenemos derecho a excluir por definición el acto terrorista porque ésa es la principal amenaza que pesa sobre el conjunto de las democracias occidentales. Pero, hasta hoy, no contamos con ningún elemento que permita corroborar en lo más mínimo que esa sea la causa del accidente”. El ministro de Transportes, Jean- Louis Borloo, aclaró que si bien no se privilegiaba ninguna hipótesis, no es la del atentado la que “ha sido retenida por el momento”.

Muchos puntos quedan sin explicación: por qué la tripulación permaneció en silencio. Los pilotos no emitieron ningún alerta por radio y las tres balizas de socorro que empiezan a funcionar en caso de impacto no emitieron ninguna señal. Ese silencio conduce a una evidencia sin salida: o el avión se desintegró en el cielo, se precipitó al mar o parte del fuselaje cedió en vuelo y con una temperatura exterior de 70 grados bajo cero los pilotos no tuvieron tiempo de reaccionar.

Los especialistas de la aeronáutica civil reconocen que la zona donde pudo producirse la catástrofe es conocida como “zona de convergencia intertropical”. Allí se juntan las masas de aire de los dos hemisferios. Tormentas violentas, ciclones, rayos y vientos de ascendientes de más de 200 kilómetros por hora son moneda corriente. Sin embargo, pese a esa configuración, nunca había ocurrido una tragedia semejante, tanto más cuanto que los aviones modernos están dotados de radares meteorológicos capaces de detectar con mucha anticipación esas inclemencias. Según datos suministrados por Air France, unos cien aviones de esta compañía son alcanzados por rayos cada año.

Ayer, en París, reinaba un claro escepticismo sobre la posibilidad de desenredar el misterio. Las estructuras que investigan los accidentes de avión son muy eficaces pero, en este caso, se cree probable que las cajas negras que graban los parámetros técnicos del vuelo y las conversaciones de la tripulación hayan ido a parar a más de 5000 metros al fondo del mar. La modernidad tecnológica del Airbus A330 y la “juventud” del avión, apenas cuatro años, complican aún más la orientación de la investigación.

Chris Yates, analista y consultor en Jane’s Aviation, declaró a la prensa internacional que “la conclusión que puede sacarse es que algo catastrófico ocurrió a bordo, algo que provocó una pérdida de control del aparato. Potencialmente, el avión cayó tan rápido que el piloto ni siquiera tuvo tiempo de enviar una señal de socorro”. El secretario de Estado de Transportes, Dominique Bussereau, reconoció que la hipótesis del rayo que Air France puso sobre la mesa no era suficiente: “Un simple rayo no puede explicar la pérdida de un avión”, destacó el responsable, quien luego añadió que si la aeronave se hubiera visto afectada por una tormenta en el Atlántico tendría que haber otros elementos. ¿Qué pasó realmente? El misterio es tan espeso como el dolor de los familiares de las víctimas.

De manera anónima, algunos especialistas evocaban también otra posibilidad: que las turbulencias por las que atravesó el Airbus hayan provocado el desprendimiento de objetos delicados en el compartimiento de equipaje y que ello haya desencadenado la tragedia final del vuelo AF 447.

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