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Sociedad|Miércoles, 7 de octubre de 2009
Los cambios en la secundaria bonaerense según el ministro Mario Oporto

“Un modelo que incluya y exija”

El futuro secundario de seis años, afirma Oporto, apunta a retener a los adolescentes en la escuela. “El Polimodal quebró la educación de los adolescentes”, explica. Y propone “una escuela que sea un lugar de obligaciones y de derechos”.

Por Soledad Vallejos
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“La historia hasta ahora ha sido la de una escuela secundaria selectiva.”

Hace poco más de una semana, la provincia de Buenos Aires anunció públicamente los cambios en la estructura y los contenidos de la educación media. El distrito, donde se venían explorando detalles del modelo en experiencias piloto, es el primero que aplica las modificaciones de la ley nacional 26.206, que restaura una escuela secundaria a la vieja usanza, o, como eligió definirla el director general de Educación, Mario Oporto, “la escuela de los adolescentes”. “Creemos que el Polimodal quebró la educación de los adolescentes, primarizándola. Precisamente en ese momento que va de los 12 a los 15 prolongó la primarización, pero no les hizo bien eso a los chicos. Eso terminó compactando la educación secundaria en tres años de Polimodal y prolongando la primaria, lo que impedía que los chicos estuvieran preparados para entrar a la universidad o para el mercado laboral.”

–¿Por qué se creyó necesario volver a plantear la educación media como un proceso más extenso?

–Pensamos la problemática del adolescente como una problemática única, una entidad. Por lo tanto es preciso pensar en una escuela de seis años, que los chicos ingresen a ella, planificar durante los seis años qué van a aprender de matemática, de literatura, de historia o ciencias naturales, con una visión total. La idea es que esos chicos ya ingresen a esta escuela y sepan que van a tener el mismo tipo de una evaluación durante los seis años, que van a estar en una misma institución, con un mismo grupo directivo, que va a tener durante seis años un único acuerdo disciplinario, que va a tener su centro de estudiantes. Aparte de que hay una escuela de la niñez, que era la educación inicial y la primaria, hay una escuela de la adolescencia, que es la secundaria.

–¿Cree que el cambio puede generar mucha resistencia?

–En realidad, creemos que es el comienzo de algo novedoso, porque la historia hasta ahora ha sido la de una escuela secundaria selectiva, en donde la responsabilidad estaba puesta exclusivamente en el estudiante, y la escuela evaluaba si ese estudiante podía continuar en la institución o no. Nosotros queremos convertir la escuela en responsabilidades compartidas: el Estado creando posibilidades concretas y materiales para que el chico permanezca en la escuela y egrese; el compromiso de la familia de no independizar un chico tempranamente, sino exigirle que siga en la escuela secundaria y la termine. La idea es tener una escuela que tenga ganas de recibirlo, de retenerlo y que cumpla con los adolescentes la misma función que la primaria en los siglos XIX y XX cumplió con la niñez, donde retenía y enseñaba. Y esta nueva escuela tiene que ser una responsabilidad de los alumnos, de saber que la escuela es un lugar de obligaciones y de derechos, de las dos cosas.

–Involucrar al chico tal vez sea más sencillo porque el contacto con la institución es directo, ¿pero cómo se involucra a los padres?

–Todos vemos que la relación de la familia con la escuela se va deteriorando a medida que los chicos van creciendo: mucha participación en el jardín de infantes, regular participación en la primaria y casi nula en la secundaria. Eso ha sido así casi históricamente. Pero hoy la problemática de la adolescencia y la educación en particular necesita de padres involucrados. Para eso es innegable que hay que manejarse con la realidad de los chicos y reconstruir la alianza de los adultos. Los chicos lo que necesitan es tener adultos no compinches ni represores. Necesitan adultos que les pongan límites y los acompañen. Hay dos modelos de escuela habituales: la escuela súper exigente que expulsa o la escuela súper permisiva que no enseña. Esos dos modelos son fáciles de organizar, porque no generan conflictos. Nosotros tenemos que generar un modelo que incluya y exija, que retenga y enseñe, que no expulse, pero que logre aprendizajes satisfactorios. Ese es el desafío de nuestra generación.

–¿Qué cree que puede resultar más complicado de implementar?

–Lo más trabajoso, para mí, va a ser comprender que es un proceso que va a llevar varios años, de convencimiento y de trabajo y de acciones concretas en lo material para que se entienda que es una institución a la que tienen que ir todos los chicos, y generar condiciones materiales para que todos los chicos tengan la posibilidad de ir a la escuela. Esta tensión que hay entre oportunidad, que puede dar el Estado, y posibilidad, que debe tener cada familia. El otro tema clave para el éxito de todo eso, además de la inversión, es fortalecer al docente. El docente secundario ha sido muy dañado en los últimos años, se lo ha reciclado, ha cambiado de proyectos, de materia... tenemos que fortalecer ese grupo de docentes que tienen especialidades, que tienen buena formación. Hay que fortalecerlo y tratar de que en la medida de lo posible concentren su trabajo en una o dos instituciones.

–¿Cuál es el panorama educativo global en el distrito?

–Por empezar, hay que incorporar todavía alrededor de 100 mil chicos al jardín de infantes: en sala de 5 tenemos cobertura alta, del 92, 93 por ciento. En sala de 4, que en la provincia es obligatoria desde hace un año, tenemos una cobertura menor, en el orden del 70, el 80 por ciento. Y en sala de 3 es aproximadamente la mitad. En la primaria tenemos entre 90 y 100 mil chicos con sobreedad, o sea, chicos que están en edad superior a sus cursos, por repitencia. Esos son hoy los grandes temas de la primaria: repitencia y sobreedad. Y en el caso de la secundaria tenemos que trabajar con la deserción. Es un problema que queríamos tener, porque habla del modelo que tenemos: no buscamos la satisfacción de ver a cuántos expulsamos, sino a cuántos retenemos.

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