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Sociedad|Lunes, 23 de noviembre de 2009
Más de quinientos chicos de orquestas de varios países se reunieron para ensayar en Mar del Plata

Encuentro en el mar en clave de sol

Orquestas de chicos y adolescentes de Argentina, Paraguay, Brasil, Chile y Colombia se encontraron por iniciativa del Ministerio de Educación nacional. Los ensayos están dirigidos por el Programa Nacional de Orquestas y Coros para el Bicentenario.

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El arte es un puente para la integración entre jóvenes. Los músicos disfrutaron de talleres y clases con referentes musicales.

El viento húmedo y con sal, por la brisa que llega desde el mar, no es lo mejor para la afinación y conservación de sus violines, contrabajos, clarinetes, flautas y oboes, pero la emoción de tocar en todas partes es más grande que la cautela. Los tambores, bombos y timbales están fuera de peligro, son instrumentos más acostumbrados a estar al aire libre, en la calle de la música popular. En el auditorio donde ensayaban, en el teatro donde dieron los conciertos o en los parques y la playa donde siguieron tocando, los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de Argentina, Paraguay, Brasil, Colombia y Chile vivieron una semana a puro ritmo en el Encuentro de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles para el Bicentenario en Mar del Plata. Los jóvenes músicos no sólo disfrutaron de talleres de intercambio y clases con referentes de la música, sino que mostraron en su máxima expresión cómo el arte es un derecho y un puente para la integración (ver aparte).

Dicen que el celular es el producto tecnológico más vendido en la historia y en las escuelas los prohíben porque los estudiantes se distraen. Pero, desde el martes y hasta el viernes, los más de 500 jóvenes músicos sólo cargaban entre las manos, celosamente, sus instrumentos, de un lado a otro en los enormes predios de Chapadmalal en los que se alojaron e intercambiaron experiencias, do, re, fa y silencios mediante.

Gerardo es tenor y desde mayo es parte del coro Re-fugio de Reconquista, Santa Fe, cuando la directora dio aviso de que la posibilidad de sumarse a la orquesta escolar estaba abierta. Gerardo dice que “desde chico tenía un don especial por la música y el dibujo”, por eso quiere terminar el secundario para estudiar en la Escuela de Arte local. El deseo pareció complicarse cuando abandonó la escuela porque sentía que “no pertenecía”. Pero con el cambio de institución y compartiendo la escolaridad con sus compañeros del coro volvió a empezar y todo parece tener futuro en clave de sol. Es que ésa es su pasión y el logo que los cincuenta jóvenes del coro diseñaron para que los represente demuestra que es la de todos: con una clave de Fa y una clave de Sol formando un corazón.

El auditorio en uno de los complejos de Chapadmalal no da abasto para el ensayo final de lo que fue, al día siguiente, viernes, el cierre del encuentro, cuando los jóvenes músicos tocaron en la famosa Rambla de Mar del Plata enmarcados en la fotográfica estatua de los lobos marinos. “¡Cómo va a sonar esto!”, adelantaba uno de los docentes de música de los 18 coros y orquestas, mientras ayudaba a ordenar la Playa Bristol, cubierta de sonidos y jóvenes intérpretes.

El encuentro de tantos instrumentos y pibes no es producto del azar sino de la iniciativa del Ministerio de Educación con el Programa Nacional de Orquestas y Coros para el Bicentenario, acompañado por los programas hermanos de Paraguay, Brasil, Chile y Colombia.

“Armar coros y orquestas juveniles con instrumentos de la tradición sinfónica en las escuelas es una práctica de varios años en América latina. En las escuelas orquestales los chicos reciben determinados tipos de hábitos que les sirven para su vida cotidiana y su escolaridad. En los ensayos los chicos tienen que escuchar a los compañeros, seguir la partitura, ver al director, llegar a acuerdos. Para muchos pibes significó mejorar en su escolaridad, reinsertarse en la escuela o sacarse la etiqueta de que no podían aprender, a partir de participar en un proceso pedagógico distinto”, explicó el ideólogo y coordinador del programa, Claudio Espector.

Como cada mañana, después de los talleres de cuerdas, metales y percusión y la clase especial a cargo de músicos como Verónica Condomí, Rubén Rada, Marcelo Moguilevsky o el Chango Spasiuk, pibes y pibas salen a disfrutar de sus minivacaciones a kilómetros de sus hogares y frente al mar, que muchos no conocían.

“Allá tenemos el dique de Cabra Corral que llena de agua los valles, pero el océano es inmenso, infinito parece”, graficó Juan que con sus 18 años dejó el taller mecánico en el que trabaja en las afueras de la capital de Salta para venir a tocar el contrabajo en la orquesta. “Tocando tantas personas juntas aprendés mucho del otro, te apoyás cuando te equivocás y se siente una energía fuerte en el pecho cuando suenan todos los instrumentos a la vez.”

La energía musical se sintió toda la semana y en el cierre la descargaron frente al mar sobre la rambla marplatense. En la famosa antesala a la Bristol, los pibes y pibas volaban de alegría, mientras que los coordinadores los ordenaban como en un aeropuerto, carteles en alto con la leyenda: maderas, cuerdas, metales, en los que los músicos se identificaban y formaban para hacerlos sonar en la última gran pieza.

Pero no será la última de sus incipientes carreras. Yésica cuenta que al volver a Santa Cruz la esperan tres giras artísticas más por la provincia, antes de finalizar el año.

–¿Vas a seguir en la orquesta cuando termines la escuela?

–Una vez que se descubre la música ya no se puede salir. Cuando termine la escuela voy a ir a estudiar al Colón para ser docente”, explica con sólo 14 años y una vocación.

Informe: Nahuel Lag.

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