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Sociedad|Miércoles, 30 de diciembre de 2009
Los pobladores de San Antonio de Areco pasan revista a las pérdidas ocasionadas por la inundación

Volvió a llover y el agua no termina de bajar

Los más afectados son los habitantes de los barrios periféricos: la mayoría perdió todo. En el campo dicen que “el agua ayuda”.

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Los habitantes de los barrios periféricos no saben cómo hacer para recuperar lo que perdieron.

Desde San Antonio de Areco

Siempre que llovió ¿paró? Los tres mil damnificados por las lluvias en San Antonio de Areco ya descreen hasta de los refranes populares. La ciudad amaneció ayer con vecinos esperanzados por el continuo retroceso del agua, que desde el lunes ya había abandonado el interior de las casas, y con un pronóstico alentador. Pero entre el mediodía y la tarde, dos fuertes chaparrones volvieron a cargar con 40 milímetros las calles aún anegadas de los barrios periféricos. Los vecinos de los barrios bajos que decidieron no abandonar sus casas y los que permanecen evacuados muestran las ansias de retornar a su hogar y a la vez, la desazón de pensar que perdieron todo. En el casco histórico de la ciudad ya comenzaron a reparar los casonas tradicionales, los hoteles y los locales de platería que traen turistas de todo el mundo. “Que no siga lloviendo” es el deseo que unifica las distintas caras de la ciudad tapada por el agua.

Los inundables de siempre

En el gimnasio Saigós –único centro de evacuados de la ciudad– más de la mitad de las personas aprovechó el sol para ir a visitar sus casas, continuar sacando el barro que dejó el temporal y asegurarse de que el problema de los saqueos ya había sido superado. Cristina Santa Cruz es una de las mujeres que decidieron no ir a ver su casa en el barrio Amespil porque le basta con las noches sobre el colchón del gimnasio pensando “cómo vamos a hacer para recuperar todo”.

El panorama no es alentador. “La velocidad y la violencia con la que avanzó el agua sobre las casas arruinó los motores para extraer agua, elevó las napas, destruyó los baños y no dio tiempo a salvar los muebles ni la ropa”, recordó Cristina y señaló a los canales de desagüe, que con sus ojos vio abrirse a la vera del río desde los campos, como grandes responsables junto al caudal de agua que llegó por las lluvias en Carmen de Areco. “Si no deja de llover aquí y en los partidos vecinos, nos vamos a volver a inundar”, lamentó.

El gimnasio quedó en sombras y después en silencio cuando sonó el primer trueno. Luego, resignación: “Vamos a pasar Año Nuevo acá”, se resignó Rosario Lopresti, otra vecina del Amespil. Los coordinadores municipales y los trabajadores sociales no lo podían creer, se tomaban la cabeza y elaboraban teorías sobre una revancha de la madre naturaleza. “Es una nube, nada más. En Carmen de Areco y en Salto hay un sol que raja la tierra”, dijo un vecino voluntario que llegó corriendo al centro.

Una hora después resultó ser cierto. Julia Bravo y Mauricio Rodríguez festejaban con una comida junto a los vecinos con los que pasaron varios días sobre un altillo. Los 35 milímetros de lluvia no alcanzaron para que el agua vuelva a ingresar a las casas. Pero la cautela permanece y Mirta Cardozo lo hace notar. En la puerta de la municipalidad –donde fue a buscar los víveres que 400 voluntarios de Areco recepcionan, clasifican y reparten entre los 2700 autoevacuados– aseguró que le llevará tres meses volver a su casa en el barrio Don Pancho. Más cuando el río se llevó su máquina de coser y las herramientas del taller de su marido.

Agua, casco histórico y turismo

Si la velocidad de la inundación sorprendió en los barrios bajos, en el centro de la ciudad la sorpresa fue el agua. Ni la gran inundación de 1981 tapó las casas coloniales del casco histórico, la decena de hoteles sobre la costa del Río Areco o los locales de platería “for export”. El turismo es una industria importante en la ciudad de la tradición gauchesca y museos como el inundado Güiraldes –el 70 por ciento de sus reliquias fueron rescatadas del agua– y el flamante museo de Molina Campos algunos de los atractivos.

Teresa Fanelli es dueña de la chocolatería Olla de Cobre, otro símbolo local que la creciente del río no respetó y le arruinó todas sus máquinas. Lo mismo ocurrió con el hotel que con su familia tienen sobre la costanera, donde lo que habrá que reponer serán los colchones de todo el primer piso. Sin embargo, se mostró esperanzada y aseguró que de esta situación se “saldrá con el trabajo conjunto entre la ciudadanía y el Gobierno” y con una investigación técnica sobre los causantes de tal “catástrofe”.

A 50 metros, Gustavo Stagnaro tuvo un metro y medio de agua dentro de su taller de platería y ya sabe que no podrá entregar los trabajos que le encargaron clientes extranjeros ni el taller podrá producir por un tiempo. “El taller quedó destrozado y los motores de las máquinas los mandé a reparar, pero los electricistas están colapsados de trabajo. Estoy pensando en mandar a los empleados de vacaciones y tomar un mes para recuperar el taller”, explicó el platero.

El campo, bien

“En el campo fue una lluvia fuerte y nada más. Veníamos con seca y este año tuvimos las precipitaciones que faltaron el año pasado. Por eso, la cosecha de maíz va a ser buena y la de soja tiene buenas perspectivas”, resumió ante Página/12 Martín Villarino, que explota unas 3500 hectáreas en Areco y otros partidos cercanos. En cuanto a los desagües ilegales denunciados por los gobiernos provincial y nacional, Villarino resaltó que “los ilegales son los mínimos” y que “desde la dirección de Hidráulica también se habilitan canales que son un desastre”. “Los canales pueden hacer desbordar el río, pero no provocar esta inundación.”

Informe: Nahuel Lag.

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