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Sociedad|Lunes, 4 de enero de 2010
Un aluvión de turistas puso a Mar del Plata a full y permite soñar a los hoteleros

El año que se inició con peregrinación

Pocos recuerdan un boom tan espectacular en afluencia turística a la ciudad atlántica. Los hoteleros están optimistas, el rubro gastronómico parece de parabienes. Abrió la temporada del casino con sala nueva y el primer pleno puesto en el colorado 14.

Por Soledad Vallejos
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En Mar del Plata, los jóvenes poblaron las playas. Los operadores turísticos son optimistas.

Desde Mar del Plata

“Exito” es casi la palabra de moda entre comerciantes, taxistas, hoteleros y empresarios del espectáculo en Mar del Plata. El omnipresente “casi”, sin embargo, refiere a una precaución cuya razón –o no– se empezará a ver recién a partir de hoy, cuando partan quienes tomaron vacaciones en diciembre y quienes aprovecharon el fin de semana largo con que comenzó 2010. Hasta entonces, es seguro que si se midiera la temperatura de la ciudad en cantidad de personas caminando, ocupando mesas en bares y restaurantes, haciendo cola en teatros y cines, o simplemente yaciendo al sol, Mar del Plata rankearía más allá de las expectativas que se barajaban hace sólo un mes. Y según indican las reservas hoteleras (que marcan un promedio de estadías cercanas a la semana, cuando antes rondaban los cuatro días), el movimiento inmobiliario y la manzana que nunca duerme en que se ha convertido la flamante terminal de ómnibus. Por las dudas, las autoridades locales han cumplido puntualmente con una cábala anual: el lanzamiento de la primera bola de la ruleta, en el Casino Central, que al grito de “colorado el 14” premió a un pequeño grupo de veraneantes tan fieles como leales a sus gustos timberos.

El año comenzó con una peregrinación constante de turistas por la ruta, que alcanzó el abrumador promedio que superó los 600 vehículos ingresando a Mar del Plata cada hora, según el Destacamento Vial de Camet. Y quienes no tienen auto han demandado tantos pasajes que las empresas de ómnibus debieron sumar 30 servicios a los 20 que brinda habitualmente cada día en temporada. Eso explica, por cierto, las cifras de la Asociación Empresaria Hotelera y Gastronómica, que se congratuló porque sus registros indican un 80 por ciento de habitaciones ocupadas, y la distribución señala a las claras que hay público de todos los bolsillos y para todos los presupuestos: los cinco estrellas están completos al 80 por ciento, los de cuatro (un rubro que incluye los apart hotel) en el 75, los de tres (casillero también compartido por los gremiales) en el 60, y los de dos estrellas en el 40.

Como si de uno de los viejos chistes sobre la URSS se tratara, en Mar del Plata –además de temperaturas elevadas que incitan a los veraneantes a pisar la arena desde temprano– hay filas para todo. Al mediodía, la peatonal San Martín tiene apenas un poco menos de movimiento que a la noche, cuando cada restaurant se ve obligado a hacer esperar a su clientela al menos diez minutos. “Hay mucha más gente que el año pasado para esta fecha. Esto me hace acordar a las temporadas buenas, las de antes”, contaba Carlos, un taxista curtido y lugareño en pleno bullicio nocturno, antes de explicar que por antes no se refería al último año, y ni siquiera a la última década, sino “a los ’70, cuando se llenaba tanto como ahora”. A la misma hora, el tránsito empezaba a espesarse en la zona de Alem, por donde todavía circulan, sólo algunos días más, los colectivos en sus recorridos habituales. En lugares hiperclásicos, como Manolo, las colas podían augurar unos treinta minutos de espera bajo las estrellas, si no más, y cambiar de idea para probar suerte en otra cocina estaba lejos de garantizar sentarse rápido a una mesa. Por la calzada, los autos avanzaban a paso de hombre, mientras los entendidos auguraban que dentro de menos de diez días será imposible transitar por allí. Por lo pronto, algunas mañanas, como la del 1, comenzaron con adolescentes enfervorizados, que bordeaban el camino de los autos arrojando pequeños objetos que tuvieran a la mano.

Al ritmo del arranque van dejándose ver, también, las celebrities dispuestas a hacer rendidor su verano marplatense. Mientras en el NH Gran Hotel Provincial la primera dama bonaerense Karina Rabollini estrenaba la ruleta de la nueva sala del casino bajo la atenta mirada del gobernador Daniel Scioli, Mirtha Legrand caminaba por la Rambla hacia el teatro Auditorium, donde el estreno del musical de los hermanos Pimpinela reunió, poco después, al jet-set artístico y político (Scioli también estuvo allí). La luna, redonda y presagiando unas lluvias nada despreciables que al cierre de esta edición dudaban en comenzar, presidía los shows de los primeros artistas callejeros en la costanera. Entre el reggaeton de “Simplemente Gladis” (una señora rubia que intenta animar a los paseantes a bailar como si de una fiesta familiar se tratara), los sketches humorísticos a la vera de las escaleras convertidas en gradas y las colas en las paradas de colectivos, algunos fans de la fortuna se encaminaban hacia el Casino Central. Unos minutos después de la hora prevista, se lanzó la “bola inaugural” de la temporada en la ruleta. Como cada año, la ceremonia estipula que la mesa elegida por las autoridades dicte el paso en la primera tirada, haciendo que el número favorecido sea el premiado también en el resto del salón. Unos cuantos en todo el lugar, a juzgar por los gritos de festejo que estallaron al instante, habían elegido el 14 colorado. “¡El borracho!”, gritó una señora mientras avanzaba, apuradísima, para saludar de cerca a Mario, el señor que más fichas había apostado al número y el color de la suerte. “Yo me gané el primer departamento de Mar del Plata acá –dijo–, y no vivo acá pero vengo casi todas las semanas”, contaba a quien quisiera oírlo, como si mostrando su lealtad antigua e inquebrantable tuviera, tal vez, la oportunidad de ser honrado con unas fichitas más.

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