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Sociedad|Viernes, 1 de febrero de 2002

Una vaca, dueña del primer riñón de laboratorio

A partir de un embrión clonado de vaca desarrollan un órgano similar a un riñón, que filtra la sangre y produce orina.

Por Javier Sampedro *
Desde Madrid

Advanced Cell Technology (ACT), la misma empresa de Massachusetts (Estados Unidos) que anunció hace dos meses la primera clonación de un embrión humano, ha dado un paso espectacular hacia la creación de órganos a la carta en el tubo de ensayo. Los científicos de la firma han generado un embrión clónico de vaca, han extraído células de él y las han transformado en un órgano similar a un riñón. Tras implantarlo en la vaca original, el órgano emula la función de un riñón normal: filtra la sangre y produce orina. El implante no sufre rechazo, dado que procede de un clon.
La firma ACT tiene en su plantel a algunos de los científicos más avanzados del mundo en el incipiente campo de la clonación terapéutica (la que no intenta fabricar niños, sino embriones para obtener células útiles en medicina). Uno de esos investigadores es Robert Lanza, que ha dirigido el trabajo actual.
El experimento, sin embargo, no podrá trasladarse de las vacas a los seres humanos mientras no se resuelva un grave problema técnico: los científicos pretenden utilizar embriones clónicos de una o dos semanas (una fase llamada blastocisto, anterior a la implantación en el útero) para obtener de ellos células madre, un tipo de células totalmente indiferenciadas, que luego pueden cultivarse y transformarse en cualquier tipo de tejido útil para trasplantarlo. Pero los investigadores no saben aún cómo inducir a las células madre a diferenciarse en tejido renal.
Por esta razón, Lanza y sus colaboradores han utilizado un truco que resultaría inaceptable en la investigación humana. Han permitido a los embriones de vaca seguir desarrollándose más allá del estado de blastocisto. En esa fase más avanzadas las células embrionarias ya empiezan a organizarse para formar los precursores de los distintos órganos. Y lo que los investigadores han extraído de los embriones no son células madre, sino esas células precursoras del riñón. Ese es el truco, y también el punto más débil del experimento.
El material de partida fue una sola célula tomada de la piel de la oreja de una vaca adulta (llamémosla vaca uno). De esa célula se toma el núcleo (que contiene el genoma completo de la vaca) y se le inyecta en un óvulo de otra vaca, del que previamente se ha eliminado su propio núcleo. El resultado es un embrión clónico, genéticamente idéntico a la vaca uno.
Cuando ese embrión alcanzó la fase de desarrollo mencionada antes, los científicos le extrajeron las células precursoras del riñón y las dispusieron sobre un soporte artificial poroso, hecho de un material biocompatible. Las células proliferaron, colonizaron el soporte y se autoorganizaron para formar las complejas estructuras (nefronas) características del riñón, especializadas en filtrar la sangre y liberarla de la urea, las sales que se encuentran en exceso y otros compuestos de desecho, que se eliminan en forma de orina.
El experimento de Lanza puede parecer un milagro, pero es la misma clase de milagro que ocurre durante el desarrollo normal. Las células del embrión están programadas genéticamente para autoorganizarse de esa forma.
Cada riñón sintético mide cerca de cinco centímetros de largo. Los científicos de ACT implantaron varios de ellos bajo la piel de la misma vaca uno, de la que habían obtenido la célula de piel original, y han comprobado que los órganos artificiales son capaces de filtrar la sangre y producir orina, que los técnicos recogen en unas bolsitas artificiales implantadas junto a cada riñón. La vaca lleva ya varios meses con esos implantes, que lograron sobrevivir porque, al ser producto de clones, eludieron el rechazo inmunológico.

* De El País de Madrid, especial para Página/12.

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