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Sociedad|Miércoles, 20 de octubre de 2010
Con un novedoso procedimiento, logran clonar en el país el primer caballo

El batacazo de Ñandubay Bicentenario

Así se llama el potrillo que nació el 4 de agosto. Fue presentado ayer por la empresa Biosidus y la Facultad de Agronomía. A la clonación habitual se le sumó la llamada “agregación de embriones”, un nuevo sistema para mejorar la técnica.

Por Pedro Lipcovich
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El ADN del potrillo BS Ñandubay Bicentenario proviene de las células de la piel de otro caballo.

“¡No te mueras nunca!”, le grita el burrero, desde la tribuna, al caballo que dio el batacazo a su favor y, ahora, la clonación podrá satisfacer ese deseo: nació el primer clon de un caballo en la Argentina. La técnica, según anunciaron sus desarrolladores, permite obtener animales genéticamente idénticos a aquellos que, por sus cualidades –en la carrera, en el polo, en el salto–, se desea preservar. El método fue desarrollado por la firma Biosidus en colaboración con la Facultad de Agronomía de la UBA. La misma empresa viene produciendo vacas clonadas, que se usan para –mediante su leche– obtener insulina y otros fármacos. La clonación del equino permitió a los investigadores de la UBA poner a punto un nuevo sistema, llamado de “agregación de embriones”. Otra particularidad es que, por primera vez, la utilidad de esta clonación sería preservar genes de animales especialmente valiosos. ¿Sería hoy posible obtener por clonación un humano con lo que haya de genético en el genio de Maradona para el fútbol o de Stephen Hawking para la física? Las objeciones éticas son las mismas de siempre pero las dificultades técnicas son cada día menores.

El potrillo, que nació el 4 de agosto, se halla en perfecto estado de salud y se llama BS Ñandubay Bicentenario. Su ADN proviene íntegramente de las células de la piel de su ¿padre?, ¿hermano?, llamado Ñandubay, al cual es, por lo tanto, genéticamente idéntico, como si fueran gemelos.

La técnica consistió, muy sintéticamente, en tomar un ovocito (óvulo) de una yegua, retirarle el núcleo –donde están los genes– e introducirle una célula de la piel de Ñandubay. La inmersión en el ovocito provoca la “reprogramación” de esa célula, que así deja de tener las características específicas de una célula de la piel para quedar indiferenciado, dispuesta a todo, es decir dispuesta para ser una célula embrionaria. En efecto, mediante técnicas de laboratorio se induce la división de esta célula, que así da lugar a un embrión. Este luego se implanta en una hembra adulta, preparada con hormonas para recibirlo, y se lo monitorea hasta el nacimiento.

Este método, de uso ya tradicional en clonaciones a partir de la oveja Dolly –en Gran Bretaña, 1996–, presenta sin embargo un elevado índice de fracasos, ya que sólo tres de cada diez preñeces resultan viables. Por eso, el Laboratorio de Biotecnología Animal de la Facultad de Agronomía de la UBA, que dirige Daniel Salamone, de- sarrolló un procedimiento extraordinario: la agregación de embriones. En vez de poner un solo embrión en el útero de la hembra receptora, se trata de poner dos o tres, pero pegados entre sí. ¿Cómo se puede pegar embriones sin que resulten monstruos? Porque, como se han generado por clonación, las células de cada uno son iguales a las de los otros: al juntarse varios, forman uno solo más grande. “La agregación permite contar con más células, de modo que, si falló la reprogramación de algunas, hay otras para cubrir las distintas funciones”, explicó Salamone.

Andrés Gambini –integrante del equipo de la UBA– precisó que “mientras que, por clonación tradicional, la tasa de preñez no supera el 30 por ciento, transfiriendo dos embriones agregados llegamos al 50 por ciento; transfiriendo tres, al 75 por ciento, lo cual se acerca a la tasa obtenida habitualmente por fertilización asistida”.

De todos modos, Marcelo Argüelles, presidente de Biosidus, advirtió que “no somos una empresa de clonación”. Marcelo Criscuolo, director ejecutivo de la firma, precisó que “la clonación de equinos no constituye un proyecto comercial de esta empresa” que, en cambio, utiliza la clonación de bovinos transgénicos para elaborar, por intermedio de su leche, hormona de crecimiento humano, insulina y otros productos.

Esto no quiere decir que la clonación de equinos no tenga posibilidades comerciales: “Los caballos de polo argentinos son muy reconocidos en el mundo, pero se los suele castrar tempranamente porque así son más fáciles de manejar –ejemplificó Salamone–: cuando el animal se destaca por su desempeño, ya está castrado y no sirve como reproductor. La clonación permitiría obtener otro genéticamente idéntico para usarlo como reproductor. En Europa, los dueños de caballos de salto de gran valor, castrados, forman grupos y pagan un clon que sirva como reproductor”. La clonación de equinos se efectúa sólo en Estados Unidos, Canadá, Italia y, ahora, en la Argentina.

En el emprendimiento participaron también la Cabaña Don Antonio, que aportó los ejemplares de caballos criollos, y el centro de salud equina Kawell, donde se produjo el parto.

Lino Barañao, ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, quien participó en la presentación, sostuvo que el logro “muestra el potencial de la asociación entre el sector público y el sector privado, con roles diferenciados. La universidad, financiada por el Estado, genera conocimientos, pero, para que éstos se transformen en bienes, para que adquieran valor de mercado en la sociedad, son necesarias las empresas”. Y destacó que “la Argentina, como productora de alimentos de origen animal, requiere esta plataforma tecnológica para mejorar su competitividad internacional”.

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