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Sociedad|Sábado, 13 de noviembre de 2010
La odisea que vivió la familia de Fabián Gorosito, el joven muerto por la policía en Merlo

“Y pensar que antes nadie nos creía”

Los familiares de Fabián llevaban varias marchas en reclamo de justicia, pese al miedo que reinaba en el barrio. Se sospecha que en la comisaría 6ª los policías lo torturaron. Luego apareció muerto. Los siete bonaerenses siguen presos.

Por Emilio Ruchansky
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En la casa de los Gorosito se siguió con atención lo que se decía del caso; abajo, Fabián.

Los familiares de Fabián Gorosito pasaron el día atrincherados en el comedor de su casa en Mariano Acosta, al oeste del conurbano bonaerense. Dejaron la puerta de rejas abierta para recibir a la prensa, mientras hacían zapping en la tele para enterarse de lo que se decía del asesinato del joven de 22 años, que derivó en la detención de siete policías acusados de torturarlo y asfixiarlo porque salía con la esposa de uno de ellos. “Yo la vi hace unos días. Es petisa, pechugona y muy linda”, le dijo a este cronista la hermana de Fabián, Micaela, de 17 años. Su tía Graciela, al frente de la casa por la ausencia de los padres de la víctima, estaba pendiente de la indagatoria a los detenidos: cuatro se negaron a declarar y tres negaron los cargos. “Y pensar que antes nadie nos creía cuando decíamos que al chico lo habían asesinado”, repetía a cada rato Graciela.

La casa de los Gorosito queda sobre Iberá al 3400, una calle de tierra y escombros, en un barrio humilde aunque no careciente. El jardín que antecede a la puerta de entrada quedó medio seco y descuidado por estos últimos meses trágicos que vivió la familia. Más allá del inmenso dolor tras aquel domingo 16 de agosto en el que asesinaron al hijo mayor de Carlos y María Teresa Viera Gorosito, se notaba ayer la tranquilidad por los avances de la causa judicial. En el comedor de piso de cemento irregular, los familiares estaban rodeados de fotos, trofeos de fútbol e imágenes de los caballos que Fabián amaba con locura y montaba para desfilar cada vez que algún acto patriótico o religioso lo permitía.

En un momento, las tres primas que acompañaban a Micaela y a su hermanito menor, Jonathan, de 12 años, abuchearon al abogado defensor de uno de los policías, que apareció en la tele. “Los quieren vestir de santos”, decía una de las jóvenes, mientras el abogado, parado en la puerta de la Fiscalía 3 de Morón, juraba que su cliente no había prestado servicio ese día. Allí, recordó ayer Micaela, marcharon dos veces para pedir justicia, cuando aún prevalecía la versión policial que aseguraba que Fabián Gorosito se había muerto luego de caerse en una zanja de un descampado donde lo encontraron porque estaba borracho.

“También marchamos a la comisaría sexta. Fuimos dos veces, la primera éramos sólo nosotros, los familiares, porque había mucho miedo en el barrio. La segunda vez fuimos con todos nuestros vecinos y los amigos de Fabián porque la investigación no avanzaba”, contó la joven. Un rato antes, había escuchado el testimonio de Susana Tama, una vecina de Merlo que encontró el cuerpo de su hermano en el descampado del barrio, en Gabriela Mistral y 24 de Noviembre, junto a las vías del tren. “Estaba boca abajo en el agua, vestido, y sólo le faltaban las zapatillas; cuando lo dimos vuelta tenía barro, pasto y golpes en la cara”, recordó la mujer.

Mientras Jonathan jugaba en la vereda cerca de una de sus primas, Micaela abrió la puerta del comedor que conduce al patio trasero de la casa, que como la calle, es pura tierra y escombros. “Esa piecita de ahí iba a ser la de Fabián, la estaban armando con papá”, indicó. Adentro quedaron el esqueleto de una cama, las cuatro bicicletas de los primos, dos garrafas, el lavarropa y un tender. A pocos metros, sobre la medianera se oye el gemido de un chanchito que los tíos trajeron y los dos perros de la casa enloquecen. Del parral, que supo cubrir el patio, sólo queda un tallo seco. “Papá lo sacó hace poco, dijo que le molestaba”, comentó la joven.

Más temprano, su padre pidió ante las cámaras que los acusados sigan detenidos. “A mi hijo no lo vamos a tener más, sólo en el recuerdo nuestro y nada más. Ellos son los delincuentes”, dijo el hombre. Micaela aseguró ayer que nunca recibieron amenazas, pero tiene miedo. “Sólo espero que no los larguen porque puede pasar cualquier cosa. Nosotros no sospechamos de la policía hasta que uno de los chicos que fue a bailar con él nos dijo que los había corrido la policía, después empezaron todas las mentiras, decían que mi hermano había asaltado y había violado a una chica, todo para tapar lo que hicieron”, dijo la joven.

Poco y nada sabían ella y sus primos sobre Adrián Giménez, conocido en el barrio como “El Chacal”, el oficial de la Bonaerense que habría tenido el ataque de celos. El hombre dijo ayer que no conocía a Fabián Gorosito y aseguró que su esposa estaba dispuesta a declarar lo mismo. Esta mujer, que trabaja en una estación de servicio, fue, al menos para la familia, el motivo principal por el que El Chacal y sus secuaces uniformados persiguieron, torturaron y asesinaron a Gorosito. “Tal vez él no sabía que esta chica era la mujer de un policía”, arriesgó ayer su padre, que vive en esa casa hace 35 años.

A cuatro cuadras, la comisaría sexta, donde se sospecha que torturaron a Fabián, se llenó de extraños en uniforme. “Se reemplazó a las 65 personas que trabajaban por agentes de La Matanza, Moreno y Morón”, explicó el comisario Carlos Massone, quien contó que la División de Asuntos Internos había pasado para sacar fotos y pedir planos del lugar, ubicado en el cruce de Varela y Balbín. A la vuelta, había doce vallas de contención apoyadas contra la pared, por si se armaba una pueblada tras las detenciones de los siete policiales. Nada de eso ocurrió. Pero alguien se arriesgó y escribió con aerosol “asesino” arriba de la silueta de un policía, en un cartel frente a la comisaría.

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