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Sociedad|Martes, 3 de mayo de 2011
Después de descarrilar un tren del ex Sarmiento, incendiaron catorce vagones en Haedo, Ramos Mejía y Ciudadela

Un raro accidente y sus secuelas piromaníacas

Cuatro bulones quitados provocaron el descarrilamiento de un tren que se dirigía de Once a Moreno. Dos horas después, y casi en simultáneo, grupos de personas quemaron catorce vagones de cinco formaciones. Una de ellas, vacía y fuera de la estación. Denuncian sabotaje.

Por Horacio Cecchi
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Primera versión: el descarrilamiento de una formación de TBA (ex ferrocarril Sarmiento) que se dirigía desde Once a Moreno pasadas las 6.30 provocó el corte del servicio de trenes entre Liniers y Once. A partir de las 8.40 de la mañana, tres estaciones (Ciudadela, Ramos Mejía y Haedo) fueron saboteadas y catorce coches de cinco formaciones terminaron como pasto de las llamas por la furia desatada de los pasajeros, lo que derivó en la interrupción del servicio. Algunos datos de la segunda versión, que plantea el sabotaje y cuyas fuentes son la propia TBA y el gobierno nacional, no fueron mencionados en la primera versión. TBA y el Gobierno explicaron por qué: cuatro bulones quitados descartan lo accidental del descarrilamiento; la previa rotura de las cámaras de seguridad en las tres estaciones mencionadas descartan el típico estado de emoción violenta; y la simultaneidad de los incendios. También sostuvieron que los usuarios, ante un corte del servicio, suelen mostrarse más preocupados en no llegar tarde a sus trabajos que en emprender una secuencia incendiaria a lo largo de cinco kilómetros y a primera hora de la mañana que, en definitiva, les deparará la pérdida de un día de trabajo o, con suerte, un demorado viaje en el estribo del colectivo.

A las 6.37 de la mañana, el coche eléctrico 2317, primero de la formación con chapa 6, integrada por nueve coches y que se dirigía de Once hacia Moreno, pasó sobre una eclisa (una estructura de hierro que une los dos extremos de dos tramos de riel y los sujeta al durmiente) ubicada a la altura del cruce peatonal de la calle Terrada, en Flores. El peso del coche, con la falta de sujeción (luego se sabría), levantó un extremo de la vía, la partió, y descarriló una rueda, lo que motivó su detención. Y la posterior interrupción del servicio entre Liniers y Once. La empresa anunció entonces, por los parlantes, que el servicio de trenes se realizaría sólo entre Liniers y Moreno, hasta tanto se solucionaran los desperfectos ocasionados por el descarrilamiento.

Desde antes de las 9 de la mañana, la información que rebotaba desde las agencias y la televisión señalaba que un accidente (el descarrilamiento) desató el furor del pasaje. En C5N el gremialista Roberto Micheletti, del sindicato de ferroviarios La Fraternidad, señalaba que “un grupo de personas provocaba destrozos en la estación Haedo”. La agencia DyN especificó que los incidentes comenzaron luego de retrasos en el servicio a raíz de que una formación había quedado demorada entre las estaciones de los barrios porteños de Caballito y Flores por descarrilamiento. “Están destrozando todo y no hay ningún efectivo de la policía”, denunciaba Micheletti a la agencia DyN.

–¿Se retiró la guardia? –preguntó Página/12 al vocero de TBA, Gustavo Gago.

–No se retiró. Pero son dos guardias por estación. No están para contener incidentes y desmanes de ese tipo –respondió Gago.

Los incidentes se desataron en Haedo, donde un grupo de personas arrojó una máquina expendedora de boletos a las vías, entró en la boletería, destrozó la instalación e intentó robar parte de la recaudación. Y fueron quemados cuatro vagones de la formación detenida en la estación en dirección a Once.

Otros cuatro coches en Ramos Mejía, que también se dirigían a Once, fueron incendiados. En Ciudadela, tres vagones que aguardaban junto al andén en dirección a Once, y un cuarto sobre el andén de la otra dirección, también pasaron su experiencia flamígera. Y dos vagones de una formación sin pasajeros que se dirigía desde Once a Haedo fueron quemados debajo del puente de la General Paz.

Los incidentes continuaban alrededor de las 10 de la mañana, y las personas que los protagonizaban arrojaban piedras a los bomberos para impedir o retrasar el control del incendio. En Haedo, la intervención policial terminó con la detención de cuatro de las personas que intentaron robar la boletería.

El secretario de Transportes, Juan Pablo Schiavi, denunció que el incendio de los vagones “fue premeditado” y subrayó que tanto desmadre “no es espontáneo, no tiene nada que ver con usuarios y vecinos”. Sostuvo que los trabajadores del ferrocarril están “consternados” por lo que sucedió y vinculó los incendios con “una agresión de afuera”, producto de “un sabotaje”, porque “la gente no comete espontáneamente esta locura”. Schiavi agregó que “suena ilógico que un usuario antes de hacer el reclamo rompa la cámara de televisión. Esto es una situación absolutamente premeditada y con algún grado de organización que la Justicia determinará cuál es. En Ciudadela, además, entraron cortando el alambre, cosa que también está verificando la Justicia. Hasta ahora podemos hablar de que esto no es espontáneo, que no tiene nada que ver con los usuarios ni con los vecinos”.

Schiavi se refería a la denuncia presentada por TBA al Juzgado Federal 2 de Morón, subrogado por el juez Carlos Silva, en la que denunció sabotaje e interrupción del servicio.

Cuatro bulones o su ausencia es la distancia que separa las dos versiones, la de la furia desatada de los usuarios y la hipótesis de TBA y el Gobierno, que sostienen que todo tuvo una preparación previa. Un bidón con lubricante junto a la eclisa a la que le faltan los bulones aparece en una foto que fue entregada al juez Silva. El lubricante sugiere que los desajustadores no eran improvisados y que, al menos, tenían el dato de una fuente que conoce la dureza de los ajustes. El retiro se realizó a la altura del pasaje peatonal de la calle Terrada, en un horario de cierta penumbra, alrededor de las 6.30, pero a la vista. La hora en que fueron retirados los bulones no se conoce, pero se estima en un plazo exiguo de no más de 8 minutos, entre que pasó el tren de las 6.29 y el siguiente, que descarriló, a las 6.37. De confirmarse el dato, dará un perfil más claro sobre la capacidad expresiva y organizativa de los usuarios molestos. Pero más aún: “La línea tiene cuatro vías en casi toda su extensión, lo que permite que ante un tren detenido por un imprevisto, se utilice una vía paralela para no interrumpir el servicio –describió Gago–-. Los bulones se quitaron en el único sector, entre Caballito y Floresta, donde sólo hay dos vías. Al descarrilar el tren obligó a interrumpir el servicio”.

Más datos que separan ambas versiones. Una casilla de señales desde donde se controlan las cámaras de seguridad de parte de las estaciones fue rota a golpes en Haedo. Las cámaras de seguridad también fueron apaleadas, inutilizándolas. El horario en que se produjeron las roturas, según la Secretaría de Transportes, fue alrededor de las 7, más de una hora y media antes de que se desataran los desmanes.

La simultaneidad de los incendios también conmueve la versión accidental del asunto. Aunque toda la línea estuvo perjudicada por el descarrilamiento, los únicos pasajeros irascibles se encontraban en las estaciones de Haedo, Ramos Mejía y Ciudadela y gozaban de una pasmosa simultaneidad de carácter: a las 8.40 quemaron cuatro coches estacionados en Haedo, vía hacia Once. Dos a cinco minutos después, otros cuatro del tren detenido en Ramos Mejía, en la misma dirección. Entre 9 y 9.05 prendieron fuego a tres vagones de la formación detenida en Ciudadela en dirección a Once y uno de la que esperaba en el andén contrario. Y a las 9.20, dos vagones del tren que quedó detenido bajo la General Paz en dirección a Haedo. Este último tren ofrece alguna dificultad para explicar la ira de los pasajeros: estaba vacío, con lo que los usuarios deberían haber bajado del andén de Liniers y haberse dirigido a atacar la formación expresamente.

Tampoco resultó creíble para la empresa que la furia de los pasajeros llegara a levantar un pesado expendedor de boletos para arrojarlo a las vías ni pretender robar la recaudación de la boletería.

“Si todo hubiera pasado a las siete de la tarde un viernes, lo podría creer –confió a este diario un funcionario del gobierno nacional–. La gente está cansada, ya no quiere saber nada y pretende ya estar en la casa. Pero, ¿un lunes a primera hora, después del fin de semana, que quieran quemar una estación en lugar de querer llegar lo más rápido posible al trabajo?”

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