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Sociedad|Lunes, 9 de mayo de 2011
Presas en Tucumán, les prohibieron estrenar una obra teatral, pero fueron premiadas en España

Nadie es profeta en su cárcel

Durante meses ensayaron la obra La casa de Bernarda Alba en la cárcel de mujeres de Tucumán. Las autoridades les impidieron presentar la obra. Pero presentaron un documental del trabajo en un concurso en España, una de ellas viajó y fueron premiadas.

Por Horacio Cecchi
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Norma, en representación de sus compañeras de obra y de encierro, junto a Korstanje, ya de regreso.

Están presas en la cárcel de mujeres de Tucumán. Durante meses ensayaron en prisión la obra de teatro de Federico García Lorca La casa de Bernarda Alba, como parte de un proyecto cultural en las cárceles con fondos europeos. Pero en junio de 2009, las autoridades les prohibieron presentar sus ensayos ante otras presas con la excusa de evitar contagios por la Gripe A. Seis meses después, el Ente de Cultura de Tucumán y el Ministerio de Educación de esa provincia presentaron la obra en un teatro del centro de San Miguel de Tucumán, para cumplir, al menos formalmente, con los aportantes de fondos del proyecto, de la Unión Europea, pero con tres presas en lugar de 14 y que nunca habían ensayado, otro director y sin invitar al coordinador, Fernando Korstanje, que había sido seleccionado en concurso por la propia UE. Pero el grupo de teatro Gente Común, impulsado por Korstanje, no se quedó quieto. Con imágenes de los ensayos y de la presentación trucha oficial, realizaron un documental que para sorpresa de detenidas y autoridades recibió una mención en el festival de documentales de género Mujer.Doc, en Soria, España. Al premio fue invitada una de las actrices-detenidas, Norma Palavecino, que por primera vez viajó a más de 200 kilómetros de Tucumán, en representación de sus compañeras de escenario y celda. Ya de regreso, Palavecino volvió a las rejas con el premio a cuestas y las autoridades a actuar su mutis por el foro.

En agosto de 2009 y enero de 2010, Página/12 publicó las dos primeras escenas de esta obra real que según la perspectiva con que se vea resulta una comedia o una tragedia patética. La primera, sobre la prohibición “sanitaria” de presentar intramuros el ensayo del grupo Gente Común constituido por 14 presas, un director y un coordinador. La segunda, sobre la puesta en escena de la misma obra, pero trucha oficial, es decir, organizada por las propias autoridades y con entrada prohibida a la troupe original. “Yo entré igual –dijo Korstanje a este diario–, con una cámara, no me podían echar. La ministra de Educación me tuvo que invitar a pasar y a sentarme a su lado. Y yo filmé todas esas escenas patéticas, que después formaron el documental que ganó el premio.” ¿Premio? Sí. El documental fue enviado al festival de cine documental de género Mujer.Doc, que se realiza en Soria, España.

Pero antes, un grupo de apoyo a las presas y su presentación comenzó a trabajar en el proyecto de estreno. “Se juntaron más de mil firmas, le presentamos un petitorio al gobierno de José Alperovich para que permitiera a las internas estrenar La casa de Bernarda Alba –señaló Korstanje–. Le explicamos que el grupo no se había formado espontáneamente sino que había sido convocado por el mismo gobierno. Le pedimos por el derecho a que terminaran la obra que habían iniciado. Y le explicamos que los ensayos y la formación del grupo modificó positivamente el clima de los penales.”

No fue sencillo el segundo estreno. Lo más difícil: imaginarlo. “Después del estreno oficial, de las críticas de teatro en la prensa, estábamos listos. ¿A quién le íbamos a contar que haríamos el estreno? Por lógica, todo el mundo nos diría, ‘pero si ya se hizo’, con lo que habría que explicar y explicar. Estábamos listos”, recordó Korstanje. De todos modos, siguieron con la reunión de firmas, lograron que los jueces permitieran la salida a las presas para ensayar fuera. “En la cárcel, si antes fue difícil, ahora era imposible que ensayaran, había que hacerlo afuera”, dijo el coordinador. Korstanje también consiguió para ensayar un aula y un salón que sería el futuro bar. “A ese bar llegaban las presas esposadas en vehículos del Servicio Penitenciario. Eran siete presas, dos federales. La protagonista principal, Silvia Fernández (Alba) ya está libre. Estuvo tres años con preventiva. Llegó al juicio y la absolvieron. No tenía familia y durmió en la calle. Se lesionó para que la enviaran a un psiquiátrico mientras nosotros le buscábamos casa. Pasó del psiquiátrico a un geriátrico.”

Al final, seis meses después del estreno trucho oficial, el grupo Gente Común presentó la obra con un éxito que no esperaban. Contrataron el Teatro Alberdi, de la Universidad, una sala más grande que la de la prohibición, desbordó con 800 personas que pagaron su entrada. El elenco y su director fueron declarados miembros honoríficos por la Asociación Argentina de Actores.

Con el impulso del éxito enviaron el documental al concurso de Soria, donde concursaron con otras 251 películas. Seleccionaron 15. Entre ellas, la de Bernarda Alba. A mediados de marzo viajaron Korstanje y una deslumbrada Norma Palavecino con permiso judicial de salida del país firmado por los jueces de ejecución Alfredo Barrionuevo, Pedro Vázquez y Emilio Páez de la Torre por el plazo de 30 días. Llegar a Soria, obtener una mención del jurado entre las 15 seleccionadas, y representar a sus compañeras, fue apenas una de las emociones que pasó Norma. La aventura fue pura sorpresa. Hasta esa fecha, el viaje más largo que había hecho Norma había sido de 100 kilómetros ida y vuelta encerrada en un camión de un celular sin vista al exterior.

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