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Sociedad|Sábado, 18 de junio de 2011
Apareció muerto el prefecto que había desaparecido hace una semana

Un cuerpo en la orilla del río

Octavio Romero, el suboficial de Prefectura que había desaparecido misteriosamente el sábado, fue hallado muerto en una playa de Vicente López. Hoy se hará la autopsia para saber si fue asesinado o si fue otra la causa de su muerte.

Por Emilio Ruchansky
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Los primeros en reconocer el cuerpo fueron sus compañeros de Prefectura y su superior.

Las dos iguanas tatuadas en la cintura despejaron cualquier duda: el cuerpo que devolvieron ayer las aguas del Río de la Plata en Vicente López era el del Octavio Romero. El suboficial de Prefectura Naval, desaparecido el sábado pasado, fue reconocido por sus compañeros de la fuerza, en el mismo instante en el que su prometido, Gabriel Gerbach, ampliaba su declaración testimonial ante los investigadores. Tavo, como lo apodaban sus amigos, apareció desnudo y tenía un golpe en la frente. Según fuentes policiales, por ahora no se puede determinar la causa de la muerte, debido al avanzado estado de descomposición del cuerpo. Hoy se realizará la autopsia en la morgue de Lomas de Zamora. “Estamos destrozados. Nadie nos terminaba de asegurar que era él y tampoco pudimos ir a la morgue”, reconoció anoche el cuñado de Romero, Joaquín Vizcaya.

Según relató a este diario Diego Marchi, secretario de la Departamental Conurbano Norte, a las 10.30 recibieron un llamado anónimo alertando sobre la presencia de un cadáver en una playa de Vicente López. “Hasta allí se dirigió el personal de la Comisaría 5ª y efectivamente había un cuerpo tirado boca abajo, lleno de arena”, detalló. El primer paso, agregó, fue consultar por radio si había alguien desaparecido. Enseguida surgió el pedido de paradero de Tavo y al rato su jefe y sus compañeros de Prefectura se acercaron al lugar.

Recién cuando llegaron el fiscal de Vicente López, John Broyad; su colega de la Fiscalía 40 de la ciudad de Buenos Aires, Estela Andrades de Segura; el juez de Instrucción Juan Ramos Padilla y el personal de la Policía Científica, se dio vuelta el cuerpo. Fueron los agentes de Prefectura quienes certificaron que se trataba de Octavio Romero, de 33 años. “A primera vista, no había rastros de herida de bala o arma blanca o de signos de violencia evidente. El médico forense hizo un primer peritaje y comentó que llevaba 72 horas desde su deceso”, comentó Marchi.

Todos los tatuajes coincidían. Ahí estaban las iguanas y también, sobre la espalda, dos siluetas humanas que conforman una especie de alegoría tribal, según sus familiares políticos. Sobre la frente, Tavo tenía un moretón, que aún deberá determinarse si no se trata de un golpe recibido mientras su cuerpo flotaba en el río. Sin una explicación concreta, salvo que la morgue de Pilar podría estar sobrecargada, el cadáver de Tavo fue trasladado hasta la de Lomas de Zamora, donde hoy se hará la autopsia para determinar la causa de la muerte.

Mientras se preparaba ese traslado, cerca del autódromo porteño, en la Superintendencia de Investigaciones de la Policía Federal, comenzaron a sonar los celulares. Allí estaba la pareja de Tavo, acompañado por su hermanastro Joaquín Vizcaya. Había ido para ampliar la declaración que hizo el domingo pasado, cuando denunció la misteriosa desaparición de su prometido (planeaban casarse a fin de año). La noticia de la aparición de un cuerpo tensó la declaración, que igual se extendió por dos horas.

Al parecer, fue la madre de Romero quien se dirigió a la morgue para reconocer, por segunda vez en el día, el cuerpo. La familia política, sin embargo, no tuvo certezas sobre la identidad del cuerpo hasta la noche. “Nadie se animaba a asegurarnos algo. Por momentos decían que sí y después lo negaban. Fue bochornoso”, recordó Vizcaya. Fuentes del juzgado que encabeza Ramos Padilla resaltaron que existe secreto de sumario y pidieron prudencia a la prensa para “no hacer daño a la investigación”. Esto último, insistieron, se debe a la presencia de un canal de televisión que transmitió en vivo el hallazgo.

Tavo desapareció el sábado a las 20.30, dejando las luces prendidas de su departamento, al igual que el televisor. Esa noche iba a una fiesta de cumpleaños y estaba encargado de llevar las bebidas. Salió con las llaves de la vivienda que comparte con Gerbach, en Retiro, y su celular. El martes pasado, los agentes de la División de Búsqueda de Personas de la Superintendencia de Investigaciones allanaron el lugar y se llevaron, entre otras cosas, la computadora del prefecto para analizarla.

Su pareja, Gerbach, que trabaja como taxista, ayudó y protegió en los peores momentos a “Gabriel”, uno de los chicos que denunció al cura Julio César Grassi por abuso sexual. Tavo lo conoció hace 12 años, casi el mismo tiempo que llevaba trabajando en la Prefectura. Gracias a las becas que le brindó esa institución, Romero se licenció en Relaciones Públicas y se hizo traductor de inglés y portugués; con su sueldo, ayudaba a mantener a su madre y a sus cuatro hermanas en Curuzú Cuatiá, Corrientes.

Por ahora, y hasta tener los resultados de la autopsia, los investigadores no descartan ninguna hipótesis: desde un asesinato hasta un suicidio.

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