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Casi como por lógica, la colección privada de autos más grande del país es propiedad de la familia más rica de la Argentina. Gregorio Pérez Companc y sus hijos Jorge y Luis, pilotos de carrera en los ratos libres, poseen más de cien autos de colección en un predio en Escobar que incluye hasta un autódromo propio para poder acelerarlos a fondo cuando lo desean. Es probable que el valor total de la colección supere los 300 millones de dólares.
Los Pérez Companc son propietarios de más de un centenar de vehículos clásicos y deportivos, que guardan en un par de hangares cercanos al parque temático Temaikèn, propiedad de la familia. Una de las debilidades de Gregorio son las Ferrari: es uno de los clientes más prolíficos de la casa italiana y cada año compra uno o dos ejemplares, clásicos o actuales. Dos años atrás llegó al país una Ferrari 330 TRI/LM, el mismo ejemplar que había ganado las famosas 24 Horas de Le Mans de 1962. La transacción involucró el movimiento de 6,875 millones de euros. La presentaron en el concurso Autoclásica 2009 con enorme celo: ni los pibes podían tocar el auto. Pero la 330 TRI no ganó el concurso y al año siguiente, en 2010, ya no hubo ejemplares Ferrari propiedad de los empresarios.
Un mes atrás entró al país una poderosa cupé roadster Ford Shelby, chasis CSX2601, campeón mundial de Gran Turismo en 1965. Se había vendido en una subasta en agosto de 2009, en los Estados Unidos, por un precio sensacional: 7,25 millones de euros. El rumor es que el musculoso automóvil ya está alojado en los hangares de Escobar.
De los hangares al circuito hay un paso, como se puede advertir con la ayuda de Google Earth. En un predio de 900 metros por 100, el trazado asfaltado une dos rectas y múltiples curvas, incluyendo dos cruces a nivel, en los cuales divertirse largo rato sin pasar por el mismo punto. Está en uso desde 2010.
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