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Sociedad|Domingo, 23 de octubre de 2011
PISTAS CRUZADAS, PRUEBAS ESCASAS, INTERFERENCIAS EXTRAÑAS

El complicado caso Candela

Sigue la hipótesis de la venganza en la muerte de la niña, pero también hay un trasfondo de abuso sexual que no se descarta. Un problema es que los implicados pueden tener protección policial para sus delitos.

Por Raúl Kollmann
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La muerte de Candela sigue sin aclararse, complicada por la falta de pruebas en firme.

La causa Candela se complica cada vez más. Parece haber fuertes movimientos para trabar la pesquisa. Si, como dice el fiscal Marcelo Tavolaro, la trama es la de “una venganza no convencional”, lo que hay detrás son negocios sucios en los que participan o encubren elementos policiales. El principal acusado, Héctor “El Topo” Moreira, es un confidente de la bonaerense desde los 18 años y se reunió con uno de los máximos jefes de la fuerza –Roberto Castronuovo– durante la desaparición de Candela. Pero el caso parece tener un trasfondo de abuso sexual de la niña que no se termina de aclarar. Todos los que participan de la pesquisa admiten que hay elementos que sostienen, a duras penas, las prisiones preventivas, pero que con lo que hoy hay en el expediente sería muy difícil lograr una condena en un juicio oral.

Las dudas que surgen son numerosas:

- ¿Qué pruebas hay de que Moreira sea el autor intelectual del secuestro? En el esquema del fiscal, Moreira se quería vengar del padre de Candela y para ello le encargó el secuestro a Hugo Bermúdez. Uno y otro argumentan que no se conocen, que nunca hablaron ni personalmente ni por teléfono. A esta hipótesis se llegó por testigos de identidad reservada y porque el padre de Candela dijo que Moreira quería quedar bien con narcos de la zona. El elemento fundamental que tenían en la causa para vincular a Bermúdez con El Topo es que el primero puso el chip de su celular en la carcasa del celular de El Topo. Esa prueba se cayó porque la empresa Personal sostuvo que hubo un error en un primer informe. El problema es que la fiscalía no tiene mucho más: ni cruces telefónicos ni testigos que los vieran juntos ni ADN de uno en la casa del otro. Para colmo, no resulta demasiado lógica la venganza contra alguien que está preso desde hace un año y medio, es decir que tuvo poca capacidad para “buchonear” en los últimos tiempos. De todas maneras, toda esta parte de la investigación aparece trabada: alguien debería explicar cuáles eran los negocios de la bonaerense con El Topo y cómo éste hizo para mantener un aceptable nivel de vida desde los 18 años hasta ahora, cuando cumplió 44.

- ¿Hay evidencias de que Leonardo Jara haya “levantado” a Candela? El fiscal Tavolaro afirma que Jara se hizo el noviecito, subió a Candela al auto y ese fue el primer paso del secuestro y la muerte. Un testigo de identidad reservada sostiene que Jara abusaba de Candela. Por ahora, las pruebas de todo esto también son escasas, pero habrá que ver cómo evoluciona esta parte de la investigación. Jara dice que no conoció a Candela ni a su madre, Carola Labrador, y que tampoco vio nunca a Moreira ni a Bermúdez. Rechaza cualquier vínculo con la víctima. Algún testigo de identidad reservada dice que Jara conocía a Candela por chicas –sobrinas, las hijas de Guillermo López– que iban a la escuela. Lo que sucede es que ese vínculo tendría que estar probado, por ejemplo, por entrecruzamientos telefónicos o en la computadora de Candela, que tenía más de mil seguidores en Facebook. Un dato que llama mucho la atención es que Jara estaba prófugo de la Justicia desde hace un año y medio. La bonaerense nunca lo pudo encontrar. Justito ahora sí pudo. En la fiscalía admiten que no será fácil probar que tuvo que ver en el caso.

- Sigue sin esclarecerse quién abusaba de Candela. Aunque no lo dicen públicamente, tanto el fiscal como los investigadores policiales creen que es una de las claves del caso. La autopsia dice que Candela tenía “defloración de antigua data”, lo que significa que mantenía relaciones sexuales –era abusada– desde hacía un año. Los estudios anátomo-patológicos detallaron una pequeña lesión en el ano que podría indicar –no es seguro– una violación durante el cautiverio. Pero más allá de esto, el primer dato es trascendental porque marca una relación –o varias– que no están claras. Carola Labrador niega que Candela fuera una chica abusada y su extraño abogado, Fernando Burlando, sólo pide que a los detenidos se les sume la imputación por “abuso sexual agravado” por supuesta violación durante el secuestro, pero no menciona ni pide que se investigue qué pasó con la sexualidad de Candela durante el año anterior. Se reitera aquí un diagnóstico sostenido hace dos semanas: esclarecer quién abusaba de Candela es imprescindible para esclarecer su asesinato. Ya sea porque el abusador la mató o porque el abuso sexual era una especie de modus vivendi en el marco de una serie de delitos que dispararon la supuesta venganza.

- La madre de Candela. Desde la desaparición de la niña en la fiscalía y en Investigaciones de la Bonaerense hay convicción de que Carola Labrador sabe mucho más de lo que cuenta y que conoce la trama de lo ocurrido. Sin embargo, en este terreno no se pudo avanzar nada. Hay testigos que están a punto de declarar –tal vez no sean nada confiables– que involucran a Labrador en distintos delitos y sugieren que el crimen tuvo que ver con eso. La irrupción de Burlando convirtió las preguntas a Carola en una serie interminable de elogios a la Bonaerense y a la investigación.

- ¿Qué hay contra Hugo Bermúdez? Como ocurre más de una vez en este expediente, parte de la acusación proviene de 14 testigos de identidad reservada. Debe tenerse en cuenta que uno dijo que Candela estuvo en la casa de la calle Kiernan y lo cierto es que allí se encontró su ADN. Es un testimonio que no se puede desestimar, aunque no se le pueda dar el ciento por ciento de credibilidad. Ese mismo testigo da detalles demasiado precisos del homicidio: por ejemplo, que a Bermúdez se le salieron los ojos para afuera cuando la mató. Además, sostiene que se le fue la mano, dando a entender que la sofocó durante un abuso sexual. Al menos una de las parejas anteriores de Bermúdez afirma que el hombre solía sofocarla durante las relaciones sexuales. Y ese testimonio tiene el valor de que no es de identidad reservada. A esto se agrega un dato más: la casa de la calle Kiernan es propiedad de Gladys Cabrera que, según surge también de la causa, tiene dos departamentos dedicados a la prostitución. Y según testimonios que no son de identidad reservada, la camioneta bordó de Bermúdez estuvo estacionada en las inmediaciones. Bermúdez alega que iba a visitar a dos amantes que tenía.

Hay otro dato que, como mínimo, llama la atención: Bermúdez sostuvo que no conocía a otros detenidos, entre ellos Guillermo López, Gabriel Gómez y Fabián Espínola, pero en sus casas se encontró ADN de él.

- Las dos hipótesis posibles La que maneja el fiscal: venganza por temas de drogas o piratería del asfalto. No fue un plan sofisticado, porque ninguno de los protagonistas integra una organización internacional ni de cierto nivel. Por ahora el móvil de la venganza no aparece claro, tal vez por las interferencias de hombres de la Bonaerense. La otra alternativa es una trama específicamente de delito sexual. Alguien abusaba de la niña desde hace rato, se la llevó como lo habrá hecho en oportunidades anteriores –por eso no hay ataduras– y cuando el caso toma estado público la mató. Por ahora, los interrogantes se mantienen y el caso no está, ni por asomo, esclarecido.

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