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Sociedad|Jueves, 5 de enero de 2012
Expertos y novatos en la flamante pista de skate en la Rambla de la Bristol

Bicivoladores frente al mar

El público se asoma a la pista para ver las destrezas que los más expertos desarrollan sobre las tablas. No es una actividad nueva en Mar del Plata, pero sí en este espacio de 2700 metros cuadrados, el más grande del país, recién inaugurado.

Por Carlos Rodríguez
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La gente se ubica detrás del vallado para envidiar a esos “chicos que vuelan como si fueran pájaros”.

Desde Mar del Plata

Tomás tiene 4 años y su padre, toda la paciencia del mundo. El chico viene todos los días, con una tabla que parece enorme bajo sus pies, a practicar skate en la pista inaugurada esta temporada en la Rambla de la Bristol. Tomás hace los movimientos elementales, los primarios, acordes con su edad, pero quiere más. Se acerca a las “fosas” más profundas, donde vuelan los pibes más grandes en skate o en bicicletas, y primero tira la tabla desde lo alto, para quedarse mirando cómo va cayendo, mientras se imagina qué posición tendría que adoptar arriba de ella para no estrellarse contra el piso. Luego baja a buscarla y sigue por los senderos conocidos, porque entiende que tiene que crecer y practicar mucho para emprender la aventura de ser un pájaro sobre ruedas. Los skaters y los bicivoladores tienen en esta ciudad la pista más grande del país y la promesa de que se van a abrir varias más. Todo el día hay principiantes que se van haciendo a los golpes y otros –la mayoría tienen entre 9 y 15 años– que parece que al nacer tenían una tabla en el lugar donde suelen ir los dos pies.

La flamante pista marplatense tiene 2700 metros cuadrados y tuvo un costo de dos millones y medio de pesos. Los antecedentes en la ciudad hablan de un skate park más chico en la plaza Mitre y otro en el Estadio Mundialista. El municipio promete abrir otras pistas en los barrios Santa Isabel, Libertad, San Patricio y Cerrito Sud. El que tiene la certeza de que el skater se hace a los golpes es Claudio Cichero, uno de los pioneros de la actividad en Argentina, quien se subió por primera vez a una tabla cuando tenía 7 años. A los 30 ya había acumulado dieciséis fracturas. Siguió patinando, a pesar de los dos clavos de titanio emplazados en sus piernas. El afirma que estuvo “más tiempo arriba de una tabla que caminando como una persona normal”.

Junto con el abogado Juan Corvalán, lucharon contra “la estigmatización de los que practican skate, cuando en realidad se trata sólo de un deporte y no una actividad que realizan los vagos y los delincuentes”. Esta práctica surgió en los Estados Unidos en la década del cincuenta, pero se hizo popular en los setenta, en California, de la mano, o mejor dicho de los pies de los hippies. Entonces se comenzó a practicar sobre el fondo de las piletas de natación vacías. La pista que hay en la Bristol, sobre todo la “fosa” más profunda y difícil, tiene un forma oval e irregular, muy similar a las de los natatorios. Los skaters varones usaban pantalones tres talles más grandes, para facilitar los movimientos, y la moda fue tomada luego por los cultores del hip-hop.

El abogado Corvalán, que practica desde los 12 años, suele recordar que a los 15, en su primer cumpleaños importante, se dio cuenta de que en el ropero sólo tenía pantalones para hacer skate, no para ir a una fiesta y conquistar chicas. En Estados Unidos, algunas empresas que apadrinan a los skaters profesionales llegan a pagar hasta 250 mil dólares anuales para que lleven su crédito en las gorras, elemento indispensable para cualquiera que realice la actividad. El marplatense Milton Martínez, sin llegar a tales sumas, ha logrado buenos dividendos trabajando para tres marcas muy conocidas de ropa masculina. Milton ganó la medalla de plata en los X Games Latinos, realizados en México.

Juan Pablo Maciel (14) nació en Villa María, en la provincia de Córdoba, y desde los 6 practica el deporte. “Empecé en la única calle asfaltada de mi barrio, que tenía una bajada y poco después una subida importante, que servía para ponerme a prueba. Mi primera tabla fue una madera común, plana, con dos topes en las puntas, y un par de hileras de rulemanes. El ruido que hacía...” Su dominio del skate y de la bicicleta es asombroso. Su disciplina es de artista de circo, de ballet sobre ruedas. Cuando él llegó a la pista, el segundo día del año, los principiantes lo dejaron solo y se pararon a mirarlo.

En la pista de la Bristol hay horarios que parecen preestablecidos. Se reparten entre los que recién se inician y los avanzados. Una multitud de curiosos se agolpa detrás del vallado para envidiar a esos “chicos que vuelan como si fueran pájaros”, dice María Arancibia (58), oriunda de Tucumán, que pone las manos en posición de rezo cada vez que los más audaces realizaban maniobras que –para cualquier inexperto– podrían terminar en accidente, ambulancia y hospital.

Mar del Plata es considerada “la ciudad skater por excelencia” y hasta compiten con los surfistas para ver cuál de los dos deportes es más popular aquí. Desde 2008 se realizan los campeonatos oficiales de Skateboarding, organizados por la asociación local que rige la actividad profesional. De todos modos, los profesionales suman apenas decenas y los amateurs miles y miles. De todos modos, en los torneos hay tres categorías: principiantes, amateurs y profesionales.

La nueva pista de skate marplatense, llamada Plaza Bristol-Paseo Patinable, fue construida por el arquitecto Guillermo de Diego, quien diseñó su primer circuito en el año 1979. Esta vez quiso hacer “un lugar para el disfrute de skaters, pero también para peatones y para personas que anden en rollers”. Pablo Martínez, de la Asociación Marplatense de Skate, opinó que la pista “es increíble porque le han puesto mucho trabajo, esfuerzo y materiales de primera calidad. Es una de las mejores del país por la calidad de su diseño y por la construcción”.

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