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Sociedad|Viernes, 10 de febrero de 2012
Inédita operación de “stent cerebral” en un hospital público

Técnica para prevenir el ACV

Profesionales del hospital San Martín, de La Plata, repararon una enorme dilatación de una arteria cerebral con un dispositivo colocado en el interior del vaso sanguíneo. Crece la atención de la medicina a los accidentes cerebrovasculares.

Por Pedro Lipcovich
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La operación se realizó en el hospital San Martín, de La Plata.

Por primera vez en un hospital público argentino –el San Martín, de La Plata– se aplicó una novedosa técnica quirúrgica sobre un aneurisma gigante cerebral: la enorme dilatación en una arteria, que llegaba a los 12 centímetros de diámetro, fue reparada mediante un dispositivo colocado en el interior del vaso sanguíneo. La operación, que duró una hora y requirió sólo un par de días de internación, reemplaza a otra que hubiera durado 12 horas y hubiera exigido un postoperatorio peligroso, de semanas. El evento se inscribe en la creciente atención que la medicina presta a los accidentes cerebrovasculares (ACV). En este caso, la operación previno el ACV que se hubiera producido cuando el aneurisma reventara, inundando de sangre el encéfalo. En general, la detección temprana de estos daños vasculares ayuda a prevenir los ACV. Pero también –destacó el especialista que hizo la intervención–, cuando el ACV ya se produjo, es importantísimo atenderlo con urgencia porque, en las primeras tres horas, todavía puede ser tiempo de impedir secuelas como la hemiplejia.

“En la ingle, pincho la arteria femoral; entro por allí, subo por la aorta, paso el corazón de largo, me meto en la carótida interna, como por una autopista voy por allí hasta la arteria cerebral; ahí, con los rayos X, me fijo, justo, en qué lugar está el aneurisma, y pongo el stent”: así, casi como un relator deportivo, el neurocirujano Eduardo Tejado contó a este diario la operación, efectuada la semana pasada. Lo novedoso, mucho más que el alucinante recorrido por el interior del cuerpo, es el stent utilizado: “Es un dispositivo que se adapta a la pared de la arteria, de modo que la sangre golpea sobre él y no sobre el aneurisma”, resumió Tejado, y explicó que este stent se integra en la pared de la arteria; incluso el endotelio, que tapiza los vasos sanguíneos por dentro, va recubriéndolo, de manera que ese tramo de la arteria, por así decirlo, se rehace a nuevo. El aneurisma queda por fuera y desaparecerá solo.

El dispositivo, luego de varios años de pruebas en distintos países –incluso un centro privado en la Argentina– fue aprobado el año pasado por la FDA, la administración de medicamentos de Estados Unidos.

Para los aneurismas comunes existía ya otro método: implantar, también por dentro de la arteria, unas pequeñas espirales de titanio, pero esto no funciona con los aneurismas gigantes, de más de 2,5 centímetros de diámetro. “En estos casos, había que operar a cielo abierto: abrir el cráneo y reconstruir la arteria con ganchitos de titanio. Es una operación mucho más compleja: dura 12 horas, con anestesia general, y requiere muchos días de post-operatorio en terapia intensiva, con riesgos de infección”, observó Tejado. La intervención que efectuó no tardó más de una hora, sin necesidad de anestesia general, y un par de días después el paciente ya estaba en su casa.

El paciente, de 60 años, había consultado por dolores de cabeza intensos. “Además, el aneurisma había crecido tanto que comprimía estructuras del cerebro y el paciente tenía dificultades para mover el brazo y la pierna de ese lado, y trastornos del habla”, contó el médico.

Alejandro Collia, ministro de Salud bonaerense, comentó que “en los hospitales públicos tenemos profesionales de gran formación y prestigio, y sumar estas tecnologías permite igualar el acceso a la salud de la población”.

Los aneurismas “tienen un origen congénito, por falla en ciertos puntos de unión en las arterias. Pero el hecho de que se desarrollen obedece a factores como la hipertensión, el exceso de colesterol, la diabetes, el sedentarismo –advirtió Tejado–. El aneurisma empieza como un globito que se va agrandando hasta que, finalmente, se rompe: esto es el ACV hemorrágico, y una de cada dos personas que lo sufren muere de inmediato”. El especialista puntualizó que “actualmente hay más diagnósticos de aneurisma, por la mayor disponibilidad de métodos como la resonancia magnética, por ejemplo ante cefaleas (dolores de cabeza) importantes”.

Además del ACV hemorrágico, por ruptura de un aneurisma, existe el ACV isquémico, producido cuando una arteria cerebral se tapona por un coágulo. “Se dispone de tres horas para destaparla. Si no, el daño neurológico puede ser grave”, destacó Tejado, y advirtió que “los ACV dejan más personas con secuelas que los infartos cardíacos. Esto crea una gran afectación social, porque las personas tienen que dejar de trabajar y entrar en tratamientos prolongados de rehabilitación. Por eso, crear unidades para la atención de ACV resulta más costoefectivo que atender las secuelas.”

Los síntomas del ACV “se resumen en tres preguntas: ‘¿Puede hablar o le cuesta?’: ‘¿Puede levantar el brazo o no puede moverlo?’; ‘¿Se le durmió la cara?’ Si alguna de ellas tiene respuesta positiva, puede tratarse de un ACV”, precisó Tejado.

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