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Sociedad|Viernes, 18 de abril de 2003
LAS OBRAS EN EL RIVADAVIA TERMINAN EN DOS SEMANAS

Parque con rejas y más verde

Muchos de los cambios atienden a propuestas de los vecinos: un anfiteatro infantil, pista de patinaje, más árboles y menos cemento. Los libreros conservarán 100 de los 140 puestos.

Por Eduardo Videla
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El monumento a Simón Bolívar ya no tiene reja, pero será rodeado por una hilera de arbustos.
Simón Bolívar ya no está entre rejas, pero su imagen de bronce –un emblema del Parque Rivadavia, en Caballito– estará protegida por una hilera de arbustos. La imagen podrá verse en la primera semana de mayo, para cuando se prevé la reapertura de ese espacio verde, después de casi cuatro meses de obras de remodelación. El parque de seis hectáreas ya está rodeado por rejas grises, de hierro galvanizado; en su interior, el césped le ganó al cemento 800 metros cuadrados de verde, hay mayor iluminación, rampas de acceso para discapacitados y más árboles para evitar que los adultos jueguen al fútbol en el césped. Casi todas las innovaciones atienden a reclamos históricos de los vecinos, como la transformación de una fuente en anfiteatro infantil, la construcción de una pequeña pista de patinaje y la restauración de un estanque, que hasta hace poco se usaba como canil y ahora tendrá luces bajo el agua y plantas acuáticas. El parque tendrá vigilancia privada y el gobierno porteño espera contar, al momento de la inauguración, con una empresa que cumpla la función de padrino y afronte los gastos de mantenimiento y vigilancia.
El Parque Rivadavia fue cerrado el 16 de enero último, por la madrugada, lo que impidió que desde ese día se instalaran los puesteros del mercado de las pulgas, que creció en el lugar más que la gramilla, consecuencia de la crisis social en 2002. Eran más de 800, muchos de ellos vecinos de Caballito que llegaban todos los días para vender objetos personales, antiguos o en desuso. El parque fue tapiado, con excepción del pasillo que ocupan los libreros, y a partir de ese momento comenzaron las obras.
“En el diseño, se buscó privilegiar el acceso a los sectores más vulnerables, los niños y los ancianos”, dijo a Página/12 Eduardo Epszteyn, titular de la Secretaría de Medio Ambiente, una de las áreas encargadas del proyecto. La ejecución estuvo a cargo de la Subsecretaría de Logística y Emergencia porteña y de la empresa Teximco SA. En total, la obra demandó una inversión de un millón de pesos.
El enrejado constituirá el cambio más notorio en la fisonomía del parque y el hierro galvanizado con que fue hecho le da un aspecto único –sólo hay rejas de este tipo en Puerto Madero–: no necesita pintura y el actual brillo se irá transformando en un gris opaco. En su perímetro habrá nueve portones, que se cerrarán a las 22 en invierno y a las 24 en verano, para abrirse al otro día a las 8.
El parque estuvo enrejado pero cuando fue propiedad privada: allí estaba la quinta de la familia Lezica, con un caserón tipo chorizo del que no quedó otro vestigio que la noria, una bomba de agua decorada con mayólicas, que fue restaurada y convertida en una fuente de aguas circulantes.
“Se hizo un reordenamiento de los espacios, con la inclusión de 200 nuevos árboles y 1600 arbustos”, precisó Fabio Márquez, autor el proyecto paisajístico. Incluye un corredor que atraviesa el parque de este a oeste, denominando Paseo de las Magnolias, presente en el parque desde que fue diseñado por Carlos Thays, en la década del ‘20. “Para la elección de los nuevos árboles, se tuvo en cuenta aquellos cuyo follaje pueda adquirir tonalidades rojizas o amarillas con el cambio estacional”, explicó Márquez.
El monumento a Bolívar se recorta en el paisaje, y reluce después del hidrolavado que eliminó grafittis y suciedad. También desapareció la reja que intentaba protegerlo, que será reemplazada por una fila de arbustos. “El objetivo es que no puedan acceder a la plataforma con skates y patines, que deterioraron el mármol travertino del monumento”, dijo a este diario Lía María, subsecretaria de Logística y Emergencia.
El monumento está rodeado por una superficie de cemento alisado, circular, cuya superficie es mucho menor al rectángulo construido allí en tiempos de la dictadura. A unos metros, ya están en su lugar los juegosdel patio infantil, adecuados a las últimas normas de seguridad, con los toboganes más bajos y más separados entre sí.
Los chicos tendrán otro espacio en el pequeño anfiteatro que se construye donde había una fuente, en el sector de Doblas y Rosario. Allí habrá un escenario para la actuación de payasos y teatro de títeres, rodeado por dos filas de asientos.
Los aspersores arrojan una lluvia de agua sobre la tierra, durante una prueba del flamante sistema de riego, mientras Página/12 recorre la obra. Una vez plantada la gramilla, se encenderán en forma automática de noche, cuando el parque esté cerrado, y se detendrá de inmediato si empieza a llover.
El cambio de paisaje también incluye la desaparición del mercado de las pulgas, que “fue una fuente de ingreso para la Comisaría 10ª, que cobraba dos pesos diarios por puesto para dejarlos funcionar”, según denunció Fernando Sironi, presidente de la Asociación de Libreros y Afines del Parque Rivadavia. Algunos de esos puesteros fueron reubicados en el Paseo del Retiro. En cuanto a los libreros, quedarán 100 de los 140 que hay actualmente. Los puestos serán reordenados en un sector exterior de la reja: se unificarán los techos y se los pintará a todos del mismo color.
Adentro quedarán los espacios para coleccionistas, filatelistas y numismáticos, unos sobre la esquina de Doblas y Chaco, otros junto al ombú ubicado hacia la avenida Rivadavia.
Si el tiempo acompaña, las obras estarán terminadas en dos semanas. En ese tiempo, los funcionarios deben decidir si el parque estará abierto al paseo de perros o si, por el contrario, los animales deberán conformarse con circular por la vereda.

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