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Sociedad|Domingo, 8 de julio de 2012
EL HOMBRE QUE PASO DE ESTAR PRESO POR PLANTAR CANNABIS A ASESORAR SOBRE LA LEGALIZACION DE LA MARIHUANA EN URUGUAY

Un largo camino

Por la denuncia anónima de un vecino, la policía allanó su casa. Estuvo preso once meses, varios de ellos en la peor cárcel. Ahora se convirtió en un referente de la campaña por la legalización del cannabis. Ya asesoró en un proyecto de ley.

Por Emilio Ruchansky
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Juan Vaz estaba lejos de ser un activista cannábico cuando le allanaron su chacra en el departamento de Canelones, en las afueras de Montevideo en 2007. Apenas si se juntaba con amigos cultivadores y catadores en la naciente comunidad cannábica llamada Planta tu Planta. Vaz trabajaba entonces, como ahora, brindando sus servicios de programador informático para empresas ligadas al agro. Los once meses que estuvo preso, primero en una de las peores cárceles y luego en una flexible, lo convirtieron en uno de los principales activistas pro legalización en Uruguay, al punto de haber asesorado en un proyecto de regulación del cannabis presentado en el Parlamento, antes de la iniciativa lanzada desde el propio Poder Ejecutivo. Tras las rejas, recuerda, leyó manuales sobre el cultivo de marihuana y repasó a Gregor Mendel, “el padre de la genética”. Por esos años, Vaz ya estudiaba biología: “De-scubrí que el suelo era una entidad viviente y que la vida de ese suelo era fundamental para el desarrollo de las plantas”.

Su causa judicial comenzó con una denuncia anónima, que permitió a la policía conseguir una orden de allanamiento, sin pruebas de que comercializara ni una foto de sus plantas, como les ocurre a muchos cultivadores argentinos. “¿Y cómo van a tener fotos si las plantas las tenía dentro de mi casa? Se metieron en mi casa por una llamada anónima”, dice. Tiempo después supo que había sido víctima de una pelea de vecindario. Tenía entonces 45 plantas: 26 eran pequeños gajos de otras plantas, más conocidos como “esquejes”; había plantas macho que no tienen sustancia psicoactiva pero son útiles para producir semillas; plantines en crecimiento y cinco plantas en floración, es decir, con flores aptas para el consumo.

“Era un cultivo normal, de alguien que le gusta, que lo tiene como hobbie y juega a hacer genética, nada de escala comercial. El área de floración era un metro cuadrado, con una lámpara específica. Esa es la sala de partos. Ahí se evalúa tu capacidad de producir”, explica Vaz. En Uruguay no se pena la tenencia de drogas para uso personal pero sí el autocultivo. El artículo 30 de la ley 17.016 pena al que “sin autorización legal produjere de cualquier manera las materias primas o las sustancias capaces de producir dependencia psíquica o física, contenidas en las listas”. La marihuana es una de ellas y la pena va de 20 meses a 10 años (ver aparte). Vaz fue condenado a 2 años y 4 meses por el artículo 30. “Salí bajo palabra y después me archivaron la causa”, dice este activista, miembro de la Asociación de Estudios del Cannabis de Uruguay, AECU.

–¿Cómo fue su experiencia carcelaria?

–Primero estuve en el Complejo Carcelario de Santiago Vázquez, en Montevideo, donde hubo un motín en abril (superpoblada al 150 por ciento, según advirtió el ministro del Interior Eduardo Boinomi tras ese episodio). En ese lugar vi dos muertos en el patio en tres meses. Estaba en una celda con seis camas y éramos once, así que nos turnábamos para dormir. Nos daban patio tres veces por semana, dos horas. Adentro, los otros presos nos tomaban como dealers. “Vos tenés plata y gente que se mueve por vos. Vas a tener que ponerte con plata o con droga”, me decían. Después de tres meses conseguí que me trasladaran a una cárcel, no un infierno.

–¿A dónde lo llevaron?

–A La Tablada, un lugar más chico, de reinserción real, con 150 presos, una huerta alrededor y talleres de panadería, carpintería y donde los presos tienen la posibilidad de terminar el secundario. Ahí van los delincuentes primarios o sin condena fija, como mi caso. Y ahí mis compañeros de Planta tu Planta comenzaron a pasarme algunos libros de historia política de la prohibición en Estados Unidos, como El emperador está desnudo, de Jack Herer; La caja del diablo, de Ken Kesey (un escritor ligado a la psicodelia de los años ’60 en Estados Unidos) y terminé libros fundamentales, que eran de consulta, los manuales de Jorge Cervantes: La Biblia del cultivo y Cultivo de guerrilla. Y seguí investigando sobre genética porque descubrí que las diferentes características de una planta se transmiten a su progenie. Eso me hizo empezar a buscar algo así como el Santo Grial: una planta que me gustara y que además se adaptara a las condiciones de mi entorno, al clima, al suelo, a la fecha de floración, etcétera.

–¿Qué papel jugaron los activistas tras su detención?

–Planta tu Planta primero fue grupo de amigos, después una comunidad donde se hacían compras colectivas de insumos, como la perlita para la tierra, que viene en bolsas de 125 litros si la querés conseguir barata, pero es mucha cantidad. Y hacíamos asados para catar y compartir cosechas. Algunos ya habían ido presos y en ese momento comenzamos a estar más agrupados, a defendernos legalmente también. Luego pasamos a formar Aecu, que es una asociación más formal, con incidencia política, que es miembro de Clac, la Coalición Latinoamericana de Activistas Cannábicos. Ahora estamos planeando una Copa de cultivadores, como se hace en varias ciudades argentinas y en San Pablo.

–¿Sería un evento secreto como ocurre en nuestro país?

–Si tú tienes porro y yo el mío y yo te convido, no es suministro gratuito. Estamos compartiendo, es consumo colectivo. No va a haber nada ilegal, pero sólo van a participar los cultivadores mayores de edad, que traigan su muestra de cannabis para competir. Va a ser a fines de este mes, tal vez coincida con la aprobación de la legalización que anunció el gobierno.

–¿Qué opina del impacto de esa iniciativa?

–Acuerdo con (Alberto) Bre-ccia (secretario de la Presidencia), que recalcó dos veces en el anuncio que hizo el gobierno: no bastardeemos el tema. El proyecto no es algo muy definido, lo importante era que se debatiera. Los medios quieren saber ya cómo va a ser. Lo cierto es que además se subió el piso de la discusión, estamos analizando cómo vamos a legalizar, sabemos que el Estado quiere ponerle un férreo control al cannabis y estoy de acuerdo. Si para controlarlo tiene que hacerse cargo, lo va a hacer. Yo no creo que pidan las colillas para controlar cuánto fumaste, o esas cosas ridículas que se publicaron en algunos medios.

–Como activista, esto le plantea un cambio de rol.

–Bueno, ya no podemos ponernos como rebeldes que exigen derechos, nos convertimos en interlocutores válidos. Tenemos experiencia y conocimiento para darle viabilidad al proyecto. Para que se desarrolle con un base sólida, técnicamente hablando. Tenemos nuestras convicciones, una de ellas es que no queremos que el cannabis entre en el circuito comercial, no importa si es pública o privada la producción, la marihuana no debe dar ganancia. Puede tener servicios asociados, como derivar dinero a tratamiento, pero el impuesto no es el costo. Los costos de producción tienen que cubrir al trabajador que cultivó, a quien la expendió, a los organismos de control y volcar algo para salud pública.

–¿Y qué modelo de producción y expendio propone?

–Impulsamos los clubes de cultivo, donde el Estado juega un rol de fiscalizador, pensamos que es mejor tener clubes pequeños que grandes, que se limite la cantidad de producción y de socios. No es bueno concentrar. Esos clubes tienen que ser auditados por el Estado. No cobran por dar la marihuana, es una asociación. Con la cuota se cubren los costos del cultivo y del empleado que atiende. Para ingresar habría un período de espera, la persona debe ser mayor de 18 y antes viene una evaluación física o psiquiátrica. El club debe hacer otras acciones: difundir buenas prácticas de consumo, reducción de daños y otras actividades sociales que impliquen otras cosas que no sean fumar.

–En estos días se mencionó en la prensa opositora que la iniciativa viola las convenciones internacionales sobre drogas.

–Nosotros podemos regular si no hablamos de lucro, venta o monopolio, así se respetan las convenciones. Cuando hablan de monopolio, el Estado aparece tan comprometido que si quiere sacarle el negocio al narcotráfico, se lo pone al hombro. Creo que hay mejores formas y más viables, la sociedad civil debe ser consultada y debe ser un interlocutor, no hay otros que lean la realidad como nosotros. Todo lo que sigue al anuncio es insumo de debate: precio, boca de expendio, trazabilidad desde la semilla a la cosecha, los límites de producción. Los clubes de cultivo pueden tener diferencias de precios dependiendo de cuán sibaritas sean, por ejemplo. Seguramente hace falta un sistema de clearing, para que no haya un socio en varios clubes y poner tiempo de espera para cambiarse.

–¿Y el que quiere fumar pero no asociarse?

–Reglamentar el cannabis no quiere decir que hay libre acceso, sino reglas para obtenerlo. Nuestro fin no es que todos fumen cannabis, sino que al que le gusta pueda hacerlo, incluso creo que después de la legalización va a bajar el consumo. Por otro lado, sería ingenuo pensar que no va a haber narcotráfico. Vamos a coexistir, después va a haber zonas grises y al final va a ser un “Che, cuando tengas dame uno” o “te ayudo a pagar la factura de luz si me tirás unos caños”. Se va a autorregular porque ya no tiene precio.

–¿Y el autocultivo?

–Hoy crece exponencialmente, va más allá del autoabastecimiento, es una filosofía de vida, una forma de salir del sistema. El que cultive, por más que se regalen, va a querer seguir plantando. No va a tener sentido perseguirlo, creo, porque se va a dar una despenalización de hecho.

–¿Y cómo ve la discusión en Argentina?

–Aunque estamos en distintos momentos, hay un mismo fin porque en Argentina se plantea el autocultivo en los proyectos de ley. El anuncio uruguayo es una invitación a los demás gobiernos, porque esto debería ser una política regional.

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