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Sociedad|Martes, 18 de diciembre de 2012
El relato de uno de los chicos sobrevivientes de la masacre en la escuela Sandy Hook

“Estábamos todos aterrados y rezamos”

Nicholas Sabillon, de 9 años, estuvo encerrado con sus compañeros y la maestra de música mientras escuchaban aterrados y entre llantos cómo Adam Lanza golpeaba la puerta exigiendo que le abrieran. En las escuelas de Newtown, el terror persiste.

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Homenaje con velas frente a la escuela Sandy Hook donde ocurrió la tragedia en Newtown, estado de Connecticut.

Con la sensación de seguridad que le brinda estar aferrado a su osito de peluche, el niño Nicholas Sabillon, de 9 años, recuerda los momentos dramáticos que vivió en la escuela Sandy Hook de Newtown, Estados Unidos, durante el raid sangriento que dejó 28 muertes, incluyendo la del autor de la masacre. “¡Déjenme entrar, déjenme entrar!”, es el latiguillo que lo persigue y que repetía a los gritos el matador múltiple, Adam Lanza, mientras golpeaba la puerta del aula en la que estaba Nicholas junto con otros compañeritos. El acceso había sido cerrado con llave, por la rápida reacción de la maestra de música, Maryrouse Kristopik. Rodeado por sus padres, José y Sherry Sabillon, el chico dialogó con la prensa, mientras recordaba imágenes de lo vivido el viernes.

“Cuando escuchamos los dos primeros tiros, la señorita Kristopik vino a la puerta y otra señorita corrió por el pasillo. La señorita Kristopik agarró rápido sus llaves y cerró. Quedamos todos en la clase de música. Estábamos todos aterrados y rezamos. Nos agarramos de la mano para no hacer ningún ruido”, relata Nicholas. Luego escucharon ruido de vidrios rotos. “Nos asustamos y oímos golpes en la puerta de la clase del lado de afuera. Estábamos todos llorando y escuchamos al tipo decir: ‘¡Déjenme entrar, déjenme entrar!’”, repite el chico tratando de imitar la voz grave del autor de la matanza.

“No abrimos la puerta, que estaba cerrada con llave, y por suerte él luego dejó la escuela y corrió”, agrega, con alivio. Cuando la policía ocupó la escuela, la puerta se abrió y Nicholas vio cómo las fuerzas de seguridad avanzaban con sus armas. “Había cientos y cientos de policías y SWAT por todos lados y algunos guardias nacionales. Corrimos todos. Entramos en el cuartel de bomberos para estar seguros”, explica. A ese lugar fueron llevados los alumnos, una vez evacuados. Allí se produjo el reencuentro con los padres.

“Fue la cosa más aterradora en el mundo”, asegura Sherry Sabillon, una mujer de unos 40 años, cabello rubio y gafas. Cuando recibió un primer mensaje de texto informándole de un tiroteo en Dickinson Drive, la calle de la escuela, Sherry dice no haberse preocupado demasiado, pensando que se trataba de una bala perdida de algún cazador. Un segundo mensaje precisó que el tiroteo era en la escuela y entonces Sherry llamó de inmediato al servicio de urgencia 911, a la policía de Newtown y a su marido, que ya estaba “en camino” al colegio.

“Conduje a la escuela y entré en el cuartel de bomberos y, por suerte, en una esquina estaba uno de los amigos de Nicholas, de 9 años, y su padre me dijo: ‘Está todo bien, está aquí conmigo’”, relata. “Estaba tan aliviada que empecé a abrazarlos y besarlos a él y al chico. Nicholas estaba al lado de ellos y empecé a abrazarlo y besarlo”, agrega, todavía emocionada. En esos primeros momentos, la policía brindaba muy poca información a los familiares. Sólo decían que había “tres adultos heridos” sin hacer mención alguna a los niños.

Los padres de Nicholas dicen que su hijo salió sano y salvo gracias “al heroísmo” del personal de la escuela. “Los maestros dieron su vida”, recalca Sherry. Respecto de la situación actual de Nicholas, sus padres dicen que “parece ir bien” y que por ahora “no ha tenido pesadillas”. Los Sabillon estuvieron con su hijo en la vigilia del domingo por la noche en la que participó el presidente Barack Obama. Pensaron que Nicholas “le iba a hacer bien” estar allí “con toda la comunidad”.

En la pequeña localidad de Newtown, la contracara de la familia Sabillon fue el comienzo de la inhumación de algunas de las víctimas de la matanza. Los funerales de Noah Pozner y Jack Pinto, ambos de 6 años, se hicieron ayer en Newtown y en Fairfield, un pueblo vecino. Los otros 18 niños y los seis adultos asesinados en la escuela serán inhumados a lo largo de la semana.

En Newtown el temor persiste y, ayer, la presencia de una persona considerada “sospechosa” determinó el cierre de una escuela de Ridgefield, en el mismo estado de Connecticut. Después de recibir el alerta, hubo un gran despliegue de fuerzas policiales en torno de todas las escuelas de esa localidad. “Todas las escuelas están en estado de alerta y hay presencia policial en todos los edificios”, informó en su sitio de Internet el sistema de educación público de Ridgefield.

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