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Sociedad|Martes, 10 de junio de 2003
COMO FUE EL ENCUBRIMIENTO
DEL DOBLE CRIMEN EN SANTIAGO DEL ESTERO

La pista narco que ocultó la policía

Hasta que estalló el escándalo, todo lo que pudiera vincular el caso con las drogas fue desechado. Se arruinaron muestras. Hubo pericias que nunca se hicieron. Ayer, un nuevo testigo complicó a uno de los detenidos, que estaría vinculado con un diputado del PJ.

Por Alejandra Dandan
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Di Ganchi se presentó al juez para contar las amenazas recibidas.
A medida que pasan los días, la investigación por el doble crimen de La Dársena avanza hacia la conexión con los narcos. Esa fue justamente la línea que comenzó a tomar fuerza hace sólo una semana, cuando la causa cambió de manos, y después de la caída de dos pesos pesado de Santiago. ¿Por qué? A lo largo de las mil fojas de expediente nadie se encargó de profundizar esa línea aunque ya existían indicios. Al menos en dos oportunidades aparecen comentarios en la causa que insinúan una conexión de Leyla con el mundo de los narcos. Pero en torno de ese dato nadie parece haber avanzado. La defensa de sus familiares pidió en marzo una pericia sobre los cabellos encontrados en el monte donde aparecieron sus restos. Ese es el único elemento del cuerpo que puede determinar a esta altura qué tomó o qué consumió la chica antes de la muerte. Algunos aseguran que la provincia no tiene tecnología capaz de hacer el testeo, pero otros sospechan que aquel camino formó parte de la trama de encubrimiento sobre el que fue andando el proceso. Ayer, Página/12 habló con un nuevo testigo clave de la causa: un hombre que sindica al detenido remisero Contreras como hombre pagado por la provincia. Y que trabaja, según los investigadores, para Carlos Alfredo “Pololo” Anahuate, diputado del juarismo, candidato a suceder en la vicegobernación y vinculado en el expediente al mundo de la noche santiagueña. A las siete de la tarde, una marcha por la Justicia pedía además del esclarecimiento del caso la liberación del hombre que fue procesado por doble homicidio antes del cambio de jueces.
Néstor Di Ganchi es la persona que se convirtió en el nuevo testigo capaz de explicar parte de la trama de encubrimiento que ha caracterizado la investigación de los crímenes. El hombre se presentó espontáneamente a declarar frente a Dardo Herrera, el juez que investiga el caso hace una semana. Frente a él habló de Omar Contreras, el remisero detenido que supuestamente sólo trasladó el cuerpo de Leyla. Di Ganchi conoce a Contreras desde hace años. Volvió a verlo hace unos meses, cuando apenas comenzaba a hablarse de la desaparición de Leyla, y Patricia aún estaba viva. Era vecino del barrio de la verdulería en la que trabajaba la muchacha y solía verla ahí como cliente del negocio. Hacia el 22 o 23 de enero, cuando estaba allí, pasó un auto, un Renault 19 blanco, se detuvo y él reconoció a Contreras. “Pensé que me buscaba a mí, pero no –dijo–, la buscaba a ella.” El auto estuvo sólo un momento detenido. Cuando arrancó, Patricia le dijo a Di Ganchi, según él mismo le contó al juez: “Pensar que en el auto de éste se llevaron el cuerpo de Leyla”.
Ese cruce que podría vincular a Contreras definitivamente con la historia del crimen se repitió en dos oportunidades más. Pero esas veces, el remisero no estaba sólo sino con Antonio Rojas, el otro sindicado por las muertes, ahora también preso. “Me han amenazado con una faca así de grande”, dijo Di Ganchi. Eso ocurrió en el playón de estacionamiento de Ecomóvil, una de las estaciones de servicio de la calle Libertad. En esa ocasión, Rojas habría mencionado a Leyla: “Dejá de meterte en esto –le dijo–, si no vas a terminar como Leyla”.
Para ese entonces, nadie sabía aún que la chica estaba muerta. Para sostener la verosimilitud del testimonio, Di Ganchi habló de los testigos de la estación que ese día lo vieron cuando se defendía de los dos muchachos. Además de este hecho, mencionó otro avance de la patota, esta vez sobre la verdulería en la que trabajaba Patricia Villalba. “En aquel caso –dice ahora Luis Santucho, el abogado de su familia que además fue quien contactó al testigo– estaban presentes los dueños de la verdulería.” Aquellas personas declararon en la causa; sin embargo, nunca mencionaron ese dato. Santucho está convencido de lo que aquí cree buenaparte de la comunidad: el miedo habría cerrado las bocas del tendal de testigos que ahora de a poco se animan a hablar.
En ese contexto se inscribe la sucesión de elementos que están inscriptos en la causa y sobre los que hasta ahora no se había avanzado. Esos elementos no son sólo declaraciones o presentaciones testimoniales. Son, sobre todo, los elementos que pueden convertirse en motivo de prueba para imputar al o a los homicidas. Entre esos elementos están algunos básicos, como los resultados de las autopsias y las pericias. El cuerpo de Leyla apareció después de 22 días sin pistas, en un descampado ubicado sobre un monte, a la vera de un camino de tierra que sólo transitan quienes se encargan de los controles de los tendidos eléctricos. ¿En qué estado estaba el cuerpo? Se ha dicho decenas de veces: era una montaña de huesos. No había cartílagos ni carne sobre las que hacer los análisis necesarios. Estaban su remera y una pollera negra manchada de sangre, un conjunto de ropa interior, el corpiño desprendido y una bikini rota. La policía encontró los restos porque a pocos metros estaba el cuerpo de Patricia Villalba. En la zona se ordenaron rastrillajes, pero no fue la policía sino su familia, por ejemplo, la que siguió buscando. A la vera del camino, a más de cuarenta metros de donde estaban los restos, encontraron una de las sandalias. En este momento, el cuerpo de Leyla reconstruido tiene un fémur, pero le faltan las cuatro extremidades del cuerpo.
Entre las piezas que se levantaron del lugar, la policía se llevó vellos púbicos y trozos de uña con restos orgánicos. En marzo, esas pruebas habían quedado alojadas supuestamente en el Gabinete Químico de la Policía Científica. Cuando la defensa fue a preguntar por ellas, explica ahora el abogado Daniel Nazar, “me dijeron que ahí no estaban, que preguntara en el Laboratorio Químico”. Y desde ese lugar, lo mandaron a la Morgue Judicial. Recién ayer, a más de cuatro meses de la fecha del crimen, el vocero de tribunales, Enrique López, dio una explicación formal del destino de aquellas piezas capaces de explicar, por ejemplo, a quién se supone que pertenecen los restos orgánicos. Según las declaraciones del vocero, ahora los restos de uñas y el vello púbico se están analizando en el Instituto de Biomedicina de la Universidad Católica de Santiago del Estero. A pedido de las partes, a ese mismo sitio se enviarán hoy al mediodía algunos efectos secuestrados en la casa del barrio Mishky Mayu, aquel sitio que se presume como escenario del crimen. Esos efectos son básicamente tres: restos de una sábana que apareció en el fondo de la casa quemada y no enterrada; un colchón y manchas de sangre encontradas en la pared. Fuentes vinculadas a la investigación le dijeron a Página/12 que los primeros elementos reunidos para la recolección de pruebas, como las uñas o los cabellos, están cubiertos de barro, que fueron mal cuidados y que podrían quedar inutilizados como elementos de prueba.
El 20 de febrero, los forenses remitieron el primer informe. En la foja 181 del expediente, dice: “De la necropsia realizada, no surgen elementos de juicio que puedan ponderar la causa médica de muerte, esto teniendo en cuenta las condiciones en que se hallan los restos óseos y los elementos con los que se cuenta”. Esa misma situación reproduce el expediente de Patricia Villalba. Su cuerpo fue trasladado en una camioneta, donde nadie cuidó los detalles que ahora los abogados de sus familiares reclaman como pruebas vitales.

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