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Sociedad|Viernes, 13 de junio de 2003

Cuando los enfermos de Chagas son tratados como pacientes de segunda

En muchos lugares no son informados cuando les detectan el mal al donar sangre, no tratan a los bebés chagásicos que podrían curarse y no se desarrollan nuevas drogas porque no son rentables.

Por Pedro Lipcovich
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Sergio Auger, coordinador del Consultorio Integral de Chagas del Hospital Santojanni.
Supongamos que usted tiene el mal de Chagas y no lo sabe, y va a donar sangre: como el testeo de la sangre es obligatorio, su donación debería descartarse y usted debería ser informado de que está infectado. Sin embargo, según un estudio reciente, en más del 60 por ciento de los casos el donante no se entera de que tiene el Chagas, y quién sabe si su sangre se descarta o se transfunde. Según los especialistas, el contagio del Chagas por transfusión es una de las dos principales formas de trasmisión urbana de esta enfermedad; la otra es el contagio de madre a hijo en el nacimiento. En la ciudad de Buenos Aires, en los últimos meses, se puso en marcha un eficaz plan de detección y tratamiento, pero no sucede lo mismo en la mayor parte del país. En vísperas de efectuarse una importante reunión científica sobre el tema en Buenos Aires, los especialistas denuncian la desangelada condición de estos pacientes: como son de bajo poder adquisitivo y no suelen tener obra social, a los laboratorios no les interesa desarrollar nuevos medicamentos; los que hay son de eficacia limitada y con serios efectos secundarios. Y, cuando las personas infectadas quieren buscar trabajo, una ley –la 22.360, por cuya modificación ruegan médicos y pacientes– los expulsa del circuito laboral.
El relevamiento de donantes de sangre fue efectuado en el Consultorio Integral de Chagas del Hospital Santojanni, incluido en la Red de Chagas de la ciudad de Buenos Aires. Lo más inquietante es que eran donantes habituales, muchos de los cuales habían efectuado varias donaciones sin que se les comunicara que tenían el parásito en su sangre. Sobre 40 pacientes a los que se les detectó la enfermedad, el 47,5 por ciento había donado sangre entre dos y cinco veces, en instituciones públicas y privadas de ciudad de Buenos Aires y el Conurbano, sin que les advirtieran que estaban infectados; el 15 por ciento había donado sangre en más de cinco oportunidades, como si nada; sólo el 37,5 por ciento había sido notificado de que tenía Chagas al donar por primera vez.
A partir de esos datos, “hay dos posibilidades –explica Sergio Auger, coordinador del Consultorio Integral de Chagas del Santojanni–: la primera es que la sangre haya sido chequeada, pero hayan omitido notificar al donante, lo cual le impide conocer su condición y atenderse; la segunda, más grave, es que se esté transfundiendo sangre contaminada”.
Es grave porque “el Chagas se ha urbanizado: se trasmite en las ciudades, sin mediar la picadura de la vinchuca”, destaca Luisa Giménez, presidenta del comité científico del Simposio Internacional de Chagas que se efectuará el 27 y 28 de este mes en el Centro Cultural San Martín. “Puede padecerlo cualquiera, un profesional, un gerente de banco, si su madre procedía de una provincia donde es endémico y se infectó sin saberlo nunca y se lo trasmitió en el parto.”
Auger señaló que “en la ciudad de Buenos Aires, desde diciembre pasado, se testea a las embarazadas: a los bebés de las que tienen Chagas se les hace un análisis especial y, cuando da positivo (la trasmisión madre-hijo no supera el 5 por ciento de los casos), se le da al chico un tratamiento que cura la enfermedad con un 99 por ciento de eficacia”. Sin embargo, “en la provincia de Buenos Aires y la mayoría de las restantes no se testea al recién nacido”, deplora Auger.
El Chagas, en las ciudades puede trasmitirse también en trasplantes de órganos –aunque esta vía es improbable– y se estudia su probable trasmisión por compartir jeringas entre usuarios de drogas endovenosas. Lo que sucede cada vez más, entre pacientes con sida, es que el mal de Chagas “se incendia”, según la jerga de los especialistas. “Personas que tenían el parásito del Chagas pero no la enfermedad, al contraer el sida pierden sus defensas inmunitarias y la enfermedad estalla, ‘se incendia’, a menudo con cuadros de encefalitis”, explica Auger. Y el arsenal de fármacos contra esta enfermedad dista mucho del ideal. “Los medicamentos existentes tienen mucha toxicidad y efectos adversos en adultos –advierte Auger–; tan es así que, en Estados Unidos, la FDA (organismo oficial de control) se negó a aprobarlos.” Pero son lo que hay, y no hay nada mejor porque a las compañías farmacéuticas no les es redituable investigar y en los países latinoamericanos que sufren el Chagas el Estado no financia estos desarrollos.
De todas las personas que se infectan con Chagas, sólo el 20 o 30 por ciento desarrollará la enfermedad, muchas veces 20 o 30 años después de la infección. Entonces, dada la toxicidad de los medicamentos, no tendría sentido tratarlos cuando todavía no se sabe si van a enfermar. Pero, cuando ya presentan síntomas, puede ser demasiado tarde. En este sentido, sí hay avances, porque se desarrollaron tests que detectan cuándo el Chagas está por aparecer. Los especialistas apuestan a “acordar para toda América, en el próximo simposio, un ‘marcador precoz’, que permitirá diagnosticar si la enfermedad está próxima a declararse”, anunció Giménez.
La aplicación masiva de ese marcador preservaría la salud de, nada menos, tres millones de infectados en la Argentina. En toda América latina el Chagas afecta a 25 millones de personas, con 45.000 muertes por año.

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