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Sociedad|Domingo, 15 de junio de 2003
LOS ESTUDIANTES DE FOTOGRAFIA QUE FUERON A SANTA FE A PRACTICAR Y TERMINARON TRABAJANDO PARA LOS INUNDADOS

Imágenes del naufragio

Un grupo de alumnos de Avellaneda recorrió Santa Fe en plena inundación para hacer un estudio fotográfico. Allí, los vecinos les pidieron fotos de los daños para usarlas como prueba en las demandas. Los estudiantes volvieron para llevarles las tomas. Y ahora proyectan hacer una muestra de sus trabajos, que reflejan el despojo de una ciudad que lo perdió todo.

Por Carlos Rodríguez
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Los estudiantes que viajaron a sacar fotos en Santa Fe.
Un zapato blanco de nena que es la antítesis del sueño de la Cenicienta: la crecida lo dejó colgado de los cables de alta tensión. Gatos y perros que pagaron su fidelidad con la muerte. Televisores y muebles pasados por agua, muñecas de cartón piedra que sobrevivieron a varias generaciones y se ahogaron en pocas horas, como todo en Santa Fe. Un órgano que quedó extraviado en medio de la calle. Una computadora que se seca sobre una cama mojada y un viejo LP que quedó clavado de pie, como una rueda, en el lodazal. Todas imágenes de un rompecabezas que nunca se podrá volver a armar. Son 900 fotos que ilustran una catástrofe y dan testimonio, como prueba de cargo, del despojo sufrido por cien familias en ocho barrios santafesinos afectados por la gran inundación. Los 14 autores son estudiantes de la Escuela de Arte Fotográfico de la Municipalidad de Avellaneda. En forma solidaria, durante un mes, con una zapatilla en Buenos Aires y una bota en Santa Fe, mantuvieron el foco sobre la tragedia para ponerles el hombro a los inundados, para mantener la memoria de lo que ya no está.
“Vení a sacar fotos a mi casa; vas a ver lo que me pasó.” Sebastián Cilveti, uno de los estudiantes de fotografía, recordó que la invitación partió de un anónimo poblador del barrio San Lorenzo. Las primeras tomas quedaron marcadas sobre un rollo en blanco y negro. Una semana después los voluntarios eran 14 y cada fin de semana, en legión, salieron a recorrer las casas saqueadas por el torrente y por la imprevisión de los funcionarios. “Ellos querían hacer un relevamiento fotográfico de los daños, para aportar a la Justicia; primero estaban pensando en denuncias individuales, pero luego comenzaron a organizarse en asambleas por barrio hasta formar una Multisectorial de los Inundados”, explicó Pablo Rojas.
Los estudiantes recorrieron San Lorenzo, Santa Lucía, Centenario, Chalet, Barranquitas, Villa del Parque, Arenales y Santa Rosa de Lima. Los acompañaron piqueteros de la Corriente Clasista y Combativa (CCC), estudiantes de filosofía y de ciencias sociales. Los fotógrafos usaron, en total, 25 rollos de 36 fotos cada uno que les fueron donados por comerciantes de Avellaneda y por otros alumnos que “no podían viajar, pero querían colaborar”. El proyecto va tomando cada vez más cuerpo y ahora se sumaron alumnos de la Escuela de Psicología Social Pichón Rivière que darán apoyo psicológico a los vecinos, algo que hicieron los propios fotógrafos con ese viejo gesto empírico que significa poner el hombro. Ahora, los estudiantes de fotografía están organizando una muestra, en cada uno de los barrios visitados, con todo el material reunido luego de deambular un mes por caminos intransitables.
Las primeras incursiones en tierra inundada provocaron situaciones tensas. “Algunos vecinos se cerraban y nos ponían límites, porque pensaban que éramos del Gobierno. Estaban muy presionados, porque para denunciar lo que les había pasado tenían que ir a la policía y allí les recomendaban, a los que tenían armas en la casa, que tuvieran cuidado porque había saqueos. Les decían que tiraran contra cualquier desconocido y se había creado una psicosis.” La reconstrucción fue hecha, ante Página/12, por Sebastián Cilveti, Pablo Rojas, Micaela Muñoz, Marisela Mengochea y Sandra Dossenbach. Todos coincidieron en que fue “una experiencia muy dramática, pero a la vez muy positiva para nosotros, y esperamos que lo haya sido también para los afectados, porque nos permitió interactuar con la comunidad y encarar la fotografía como un compromiso social”.
Retratar los restos de una casa, la basura acumulada en las calles, los animales domésticos muertos en cada esquina, las cocinas y habitaciones desmanteladas por la fuerza de las aguas fue para los estudiantes “una experiencia muy fuerte, una forma de compartir el duelo y de intentar reconstruir la identidad de los afectados”. Los inundados “tiraban muchas cosas con bronca, con resignación, sin ponerse a meditar si existía la posibilidad de que todavía pudieran servir para algo. Había ropa nueva tirada por las calles y también muchas fotografías que nosotros empezamosa rescatar de la basura”. De esa forma se pudo reconstruir casi totalmente más de un álbum. “Trabajamos sobre muchas fotografías que sacamos de la basura y cuando volvamos a Santa Fe, a fin de mes, para realizar las exposiciones en los barrios afectados, vamos a darles algunas sorpresas a los vecinos. Esto para nosotros es como un milagro.”
Cilveti es el único que tenía una experiencia anterior en inundaciones. “Estuve en Goya, en la inundación de 1998, pero lo que ocurrió en Santa Fe fue más agudo porque el agua subió mucho más rápido y la gente no tuvo tiempo de reaccionar.” Los chicos están sorprendidos por la relación que han logrado establecer con los afectados, superando los primeros y razonables desencuentros. “Nosotros sacamos fotos sobre cosas desagradables, tristes, que tienen que ver con la destrucción, pero también les tomamos fotografías a muchas familias que posaban sonrientes, unidas, a pesar del mal momento. Esto también va a formar parte de las muestras que vamos a realizar en los barrios, porque no todo es dolor, también hay mucho de esperanza.”
“Para nosotros fue muy importante estar en contacto con esta realidad, porque nos permite utilizar la fotografía como un instrumento para ayudar a la gente. A partir de esta experiencia estamos tratando de organizar una organización de fotógrafos que tenga como misión realizar trabajos sociales en las villas del Gran Buenos Aires”, anticipó Cilveti. Otros estudiantes que participaron del trabajo colectivo en Santa Fe fueron Cassandra Godio, Pedro del Cerro, Esteban Truphemus, Sebastián Mariño, Pablo Capandeguy, Paula Bendoiro y Martín Felices.
“La gente recibió muy bien lo que hicieron estos chicos y están esperando que vuelvan. Dentro de la tragedia que les tocó vivir, la solidaridad que recibieron de todo el país fue muy importante para ellos.” Rubén Ramón Arce, “Moncho”, es miembro del CCC de La Matanza y desde hace un mes está colaborando con los afectados de Santa Fe. Presidente del Centro de Veteranos de Malvinas del partido bonaerense, Moncho sigue en la capital santafesina. “Para los inundados fue muy importante lo de las fotos, porque ellos estaban tratando de armar un expediente y por cada toma le estaban pidiendo de 4 a 7 pesos.”
El dirigente del CCC afirmó que “muchos de los afectados no quieren volver a sus casas porque se sienten totalmente desprotegidos. Otros lo hacen porque en los centros para autoevacuados están peor. No reciben ayuda del gobierno y para tener algo deben hacer colas de varias horas. Las mercaderías fueron derivadas hacia algunos centros oficiales y entregados a los punteros políticos, que hacen la distribución según su propio interés y sin tener en cuenta a los afectados”.
A partir de la gestión de los alumnos solidarios, los piqueteros, psicólogos y personal de la Universidad Nacional del Litoral se han formado cuadrillas integradas por electricistas, carpinteros y cerrajeros que trabajan también solidariamente para apoyar a los inundados en el regreso al hogar. En algunos barrios, el 40 por ciento de las casas han quedado inutilizables. “Esta experiencia nos cambió la cabeza, nos dejó en claro la importancia de la fotografía cuando se pone al servicio del pueblo y trata de reflejar exactamente lo que está pasando”, insistieron Cilveti y Rojas.
Como recuerdo, más allá de las fotos, les quedaron decenas de historias, de abrazos y llantos. Y el trato cotidiano con héroes que surgieron de la tragedia, como “aquella señora del barrio Santa Lucía que se hizo famosa porque salvó 20 pájaros, ocho gatos y dos perros. Puede parecer algo menos cuando hay 23 personas fallecidas, pero no lo es. Nosotros sabemos del dolor de ver muertos, dentro de su jaula, a jilgueros, canarios, loros, a muchos animales que eran, también, miembros de la familia”.

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