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Sociedad|Sábado, 28 de junio de 2003
LA OMS REVELO LOS METODOS QUE FRENARON LA EPIDEMIA DE NEUMONIA ATIPICA

La cura que vino de la Edad Media

El aislamiento, el registro y seguimiento de los casos, la cuarentena y las restricciones de viajes fueron algunas de las medidas que permitieron controlar, en un mundo globalizado, la expansión del SARS. Pero no se debe bajar la guardia. Expertos advierten que podría reaparecer en el otoño boreal. Hay riesgo de una epidemia de gripe.

Por Pedro Lipcovich
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La alarma por la neumonía atípica se dio en marzo. Hasta ayer se habían registrado un total de 8450 casos, con 810 muertes.
La neumonía fue contenida. Sí, pero ¿por qué? Dos meses y medio después de que la OMS dio la alarma mundial –la primera de este tipo en sus 55 años de historia–, el brote de la enfermedad que se originó en el sur de China está, provisoriamente, bajo control. ¿Por qué, si los medios de transporte de la globalización permiten que el virus llegue de una punta a otra del globo en cuestión de horas? Precisamente gracias a la globalización. En rigor, por la inédita combinación entre métodos de control centenarios –el aislamiento, la restricción de viajar– y las tecnologías de la comunicación, que permitieron en brevísimo tiempo formar una red de control y monitoreo global. Pero la globalización también contribuyó en un sentido político-económico: cuando un país –China– pretendió “cortarse solo” y ocultar información sobre la enfermedad, la restricción de viajar establecida por la OMS actuó como una sanción económica que lo obligó a retroceder. En todo caso, los expertos advierten la posibilidad de que la enfermedad vuelva a tomar fuerza en el otoño boreal y prevén la probabilidad de otras enfermedades emergentes: “No entendemos cómo es que todavía no se declaró una nueva pandemia de influenza (gripe)”, confesó a este diario el director adjunto de la Organización Panamericana de la Salud.
El 12 de marzo de este año, la OMS dio la alarma sanitaria mundial –la primera en sus 55 años de existencia– ante la diseminación de la nueva forma de neumonía: había 50 casos en Hong Kong, Hanoi y Singapur. Se confirmó después que los primeros casos se habían producido en noviembre de 2002 en el sur de China. En diciembre, el gobierno chino ya tenía información sobre el brote de una enfermedad nueva, pero lo mantuvo en reserva. A principios de marzo, la enfermedad fue detectada en Beijing.
A principios de abril, los casos ya eran 3000, en 20 países de todos los continentes, con cien muertes. El 23 de abril eran 4000; el 28, 5000; 6000 el 2 de mayo, 7000 el 8, con doscientos nuevos casos registrados cada día; el 22 de mayo eran 8000, pero la velocidad de propagación ya había disminuido. En junio, la cantidad de nuevos casos bajó hasta aproximarse a cero. “El brote global, al menos en esta fase inicial, está claramente bajo control”, anunció la OMS la semana pasada.
Este control, según la entidad sanitaria internacional, “no es un ‘fenómeno natural’ atribuible a un cambio en la virulencia del agente de la enfermedad, sino el resultado de monumentales esfuerzos de los gobiernos y los equipos de salud, apoyados por un público bien informado”.
El balance oficial de la OMS destaca que la neumonía atípica “es la primera nueva enfermedad severa y de fácil trasmisión que ataca a la sociedad globalizada”. Entre las consecuencias negativas de este hecho está la cuestión de que “el volumen de tráfico aéreo internacional permitió al SARS (“neumonía atípica”, según su sigla en inglés) expandirse en el mundo con velocidad sin precedentes” y que “la estrecha interdependencia de los mercados amplificó el impacto económico de la enfermedad”. Sin embargo, esta interdependencia de los mercados tuvo su efecto positivo en la contención del SARS: cuando la OMS sugirió a los viajeros que se abstuvieran de visitar Beijing por razones sanitarias, las graves repercusiones económicas de la medida contribuyeron a que el gobierno chino se decidiera a reconocer el brote epidémico y actuar.
Pero la globalización también tuvo sus costados positivos: “El poder de las comunicaciones electrónicas permitió establecer redes virtuales de investigadores, epidemiólogos y clínicos”, lo cual permitió “identificar el agente causal, secuenciar su genoma, definir sus características clínicas e investigar sus modos de trasmisión en tiempo récord”. Y, sobre todo, “la interconexión electrónica del mundo contribuyó a la efectividad de la alerta global contra el SARS”.
La OMS traza una clara línea divisoria: en los países adonde el SARS se presentó antes de la alarma mundial –Hong Kong, Hanoi, Singapur, Torontoy China–, los brotes fueron “devastadores”; en cuanto a los países donde los casos se presentaron después de la alarma (excepto Taiwan, donde las medidas sanitarias no se aplicaron correctamente), “todos fueron capaces de prevenir la trasmisión y de mantener baja la cantidad de casos”.
Estos controles consistieron esencialmente en dispositivos para chequear rápidamente la temperatura corporal de los viajeros, ya que la fiebre alta es el indicador más rápido y eficaz de la enfermedad.
De todos modos, queda mucho por saber sobre el SARS. Se desconoce el origen del virus: se admite que viene de un reservorio animal, y se estimaba que podía proceder de la civeta, pequeño mamífero salvaje que se comía en Cantón, China, pero esto no se confirmó. Tampoco se ha establecido un tratamiento específico ni, menos todavía, una vacuna. La prioridad más urgente es, según la OMS, “poner a punto un test de diagnóstico confiable”; mientras tanto, “deben impedirse los viajes internacionales a toda persona con fiebre o tos”, y “la vigilancia debe continuar durante por lo menos un año”, previendo la probabilidad de que la enfermedad reaparezca en el otoño boreal y “la posibilidad de que el virus se oculte en algún lugar en la naturaleza, como el virus Ebola”, advierte la Organización Mundial de la Salud.
Ayer Christine McNab, vocero de la OMS, anunció que esta entidad “tiene motivos para creer que, si el SARS reapareciera de aquí a fin de año, su impacto sería menor que durante la primera epidemia”. El optimismo se funda en que “los sistemas de salud se mostraron capaces de pasar rápidamente a la fase de alerta máxima” y en que “los métodos de control utilizados siguen siendo eficaces, pese a que son los mismos que se usaban en la Edad Media para combatir la peste”.
De todos modos, el optimismo es relativo. Guillermo Benchetrit, presidente de la Sociedad Argentina de Infectología, comentó que “en la medida en que el hombre avanza cada vez más sobre la naturaleza, surgen infecciones nuevas procedentes del medio, y esto seguirá pasando. Muchas infecciones se controlarán pero aparecerán otras nuevas, y no es una visión pesimista del mundo: es así”.
El total de casos de SARS registrados hasta ayer es de 8450, con 810 muertes.

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