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Sociedad|Jueves, 16 de mayo de 2013
Llega la sentencia por la muerte de un joven en una camioneta policial en Ramos Mejía

Un emblema de la brutalidad policial

Un tribunal oral de La Matanza leerá mañana el veredicto sobre cinco agentes de la Bonaerense acusados de haber dado muerte a golpes y mecanismos de asfixia a Gastón Duffau, en Ramos Mejía, en 2008. Es el segundo juicio. El primero, absolutorio, fue anulado.

Por Horacio Cecchi
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Los cinco policías acusados por el crimen de un joven que llegó muerto y esposado al hospital.

Mañana, el juicio por la muerte de Gastón Duffau tendrá una sentencia cierta y que debería responder a los principales criterios que se desarrollaron en el debate: si una persona, tal como lo sostiene la defensa de los cinco agentes de la Bonaerense imputados, es capaz de soportar la fractura de la médula a la altura del cuello, durante una semana, y justo venir a morirse arriba de una camioneta policial en la que recibió algunos breves impactos contra objetos duros producto del temblequeo de los adoquines; o si murió a golpes, patadas (posiblemente una que le fracturó la médula) y una compresión con brazos a la altura del cuello que le produjo asfixia, durante la hora en que lo mantuvieron dentro de la camioneta policial y lo depositaron (ya muerto pero todavía esposado) en el hospital de Haedo.

Los jueces Nicolás Grappassono, Alberto Saibene y Matías Rouco, del Tribunal Oral 4 de La Matanza, deberán resolver por uno o por otro criterio y todas las vicisitudes intermedias posibles, para decidir por la condena a los policías. No debiera haber absolución, ya que el caso viene de una absolución previa anulada por Casación, tribunal que no creyó en la versión de la capacidad de aguante.

El caso tiene vericuetos que complican su comprensión inmediata. Valga esta simplificación para el lector: el 22 de febrero de 2008, Gastón Duffau, de 33 años, fue detenido por Bonaerenses de la comisaría 2ª de Ramos Mejía, en un McDonald’s luego de ser denunciado por los vigiladores privados de la hamburguesería, alrededor de las nueve y media de la noche. Todos los testimonios indicaron que los vigiladores privados, sin ser niños de pecho, dejaron a Duffau en manos de los Bonaerenses sin lesiones que complicaran su existencia. Una hora después, lo bajaban esposado de la misma camioneta en el hospital de Haedo, con la mentada fractura, un caleidoscopio de hematomas y muerto.

La primera autopsia al cuerpo de Duffau fue realizada por el perito policial Falomo Sileno, en un contexto al menos curioso: rodeado de las jerarquías de la Departamental La Matanza, que incluso llegaron a fotografiar o filmar los movimientos de los forenses con sus celulares, en un derroche de tecnología al servicio de la ley. También estuvo presente la fiscal a cargo del caso durante un tiempito, Silvana Breggia, luego apartada por cierta empatía con el discurso de la parte demandada.

El resultado de aquella primera autopsia sostuvo que “tenía cinco costillas rotas, además de las dos primeras vértebras cervicales fracturadas, el cráneo roto y el hígado explotado, de una data de entre tres y cinco días compatibles con las de un accidente de tránsito”, según reveló en aquel momento el representante de la familia. Se rastrilló todo el historial vial de la zona en la última semana, no surgieron datos ni testimonios sobre choques, atropellamientos, un siniestro en el que, según surgía de la lectura pericial, un joven fuera levantado por el aire por un vehículo lo suficientemente alto como un colectivo para golpearlo en el cuello y lo suficientemente bajo como para no aplastarlo como lo haría un colectivo. De todas maneras, las suspicacias no estaban concentradas en el vehículo del impacto sino en los cuatro días que Duffau se tuvo que mantener con el cuello destrozado y con una estoica pero extraordinaria capacidad de aguante.

Una versión diferente contrastó la segunda autopsia ordenada por la procuradora bonaerense (en función acusadora) María del Carmen Falbo: los peritos de la Corte dieron a entender que a Duffau no lo agarró un vehículo sino que le pasó por arriba un pelotón desaforado de Bonaerenses. Pese a esta segunda autopsia, durante el juicio realizado en 2009 los policías imputados fueron absueltos por la duda por cuestiones más formales que otra cosa: entre las lecturas de la segunda autopsia, la asfixia figuraba como uno de los argumentos fatales. La defensa se tomó de esta lectura para intentar demostrar algo bizarro pero práctico: no murió de una fractura en el cuello (contradiciendo al propio perito policial), sino de asfixia; ergo, no murió a golpes de poli. La sorprendente veta cundió entre los jueces del Tribunal 5, Gabriela Silvia Rizzuto, Matías Mariano Deane y Javier Mario González, que no rubricaron la teoría de la defensa, pero les fue suficiente como para aceptar la duda a favor de los reos.

El caso lo tomó Casación, por apelación de la querella, que terminó anulando el fallo absolutorio y ordenando nuevo tribunal y nueva sentencia. A principios de abril pasado, el TOC 4 de La Matanza inició el segundo juicio por el caso Duffau en el que los cinco Bonaerenses, Leonardo Brandán, Luis Acuña, Mauro Ponti, Rubén Steingruber y Natalio Denaris, están imputados. La defensa apuntó a la inocencia. La querella, a los pedidos de perpetua, que ya fue considerada inconstitucional por un tribunal de Necochea.

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