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Sociedad|Jueves, 8 de agosto de 2013
LA EXPLICACION DE UN EXPERTO

“Mala praxis”

Por Carlos Rodríguez

“Los vecinos dicen que cuando el gas empezó a ventear hacia el interior del edificio, se escuchaba algo parecido al ruido de una turbina y que eso duró quince o veinte minutos, hasta que se produjo la explosión.” El arquitecto Rubén Benedetti, director de la carrera Higiene y Seguridad en la Construcción de la Facultad de Arquitectura de la UNR, graficó de ese modo la virulencia del escape de gas que provocó la tragedia en Rosario. “El gasista matriculado tendría que haber actuado con más cuidado y tendría que haber avisado a la empresa distribuidora (Litoral Gas), que es la que, por reglamento, tiene que cortar el suministro, para que él hiciera luego su trabajo sin correr riesgo.” En diálogo con Página/12, Benedetti explicó que el gasista tenía que cambiar el regulador de alta tensión, pieza que modera el ingreso del gas para su uso domiciliario. “Es evidente que algo se rompió cuando el gasista hacía su trabajo, de manera que el gas, sin el freno del regulador, entró directamente a través del caño maestro, de dos pulgadas o dos pulgadas y media.”

Por su experiencia como auditor en obras, además de su labor en la Universidad de Rosario, Benedetti estimó que, sin freno, el gas “ingresó al palier del edificio y comenzó a subir por el hueco del ascensor y por el tubo de la escalera; en quince minutos llenó todos los espacios en el edificio de nueve pisos y al producirse una chispa en algún lugar, eso provocó la explosión”. Precisó que “el gas natural, que es más liviano que el aire, se distribuyó rápidamente y no dio tiempo a nada, pero todo se debió a que hubo mala praxis” por parte del gasista Carlos García.

Benedetti estuvo en el edificio de Salta 2141 diez minutos después del desastre, “no de manera oficial, sino porque estaba cerca de allí porque soy auditor en una obra en construcción que está a ochenta metros del lugar”. Explicó que el gasista estaba trabajando en la planta baja, en un espacio previo a la entrada al edificio, ya que allí estaba el regulador. “El gasista había sido contratado por el consorcio del edificio, ya que los propietarios se quejaban por la baja presión del suministro.”

“La empresa Litoral Gas no intervino en esa instancia, cuando en realidad tendría que haber sido avisada por el gasista, porque ella debía ocuparse de cortar el suministro externo, para que la tarea interna se hiciera con total seguridad”, puntualizó el entrevistado. Todo indica que el propio García fue el que cortó el suministro, pero en ese momento se produjo un problema que todavía no fue precisado, lo que determinó que el gas ingresara al edificio a través del caño maestro de la red.

“Por eso los vecinos dicen que escucharon un sonido muy fuerte, como una turbina”, insistió Benedetti. “El gas fue ingresando a los departamentos a través de las aberturas y la explosión fue tremenda, al punto que arrancó las ventanas de los edificios linderos, no las rompió, las arrancó y toda la torre central de nueve pisos colapsó, se vino abajo.” Agregó que fue tal la virulencia que la onda expansiva “arrancó el antetecho de uno de los edificios linderos”.

Benedetti confirmó que “está claro que al gasista lo contrató el consorcio en forma directa y que él (García) no le habría avisado a la empresa Litoral Gas para que sus empleados fueran a cortar el suministro. De todos modos, hay alguna responsabilidad en la empresa en el incendio posterior (en la planta baja) porque tardaron tres horas en venir a cortar la entrada de gas por el caño maestro, de manera que no había cómo apagar el fuego por la cantidad de gas que seguía saliendo”.

Subrayó que esa demora de la empresa “dificultó la tarea de rescate de los sobrevivientes”. La hipótesis sobre el origen del escape de gas es que “es probable que el caño se haya cortado en algún lugar y el gas entró sin el freno del regulador”. Benedetti consideró que fue “un accidente que se podría haber evitado, porque se trataba de una tarea de mantenimiento relativamente frecuente”. El entrevistado dijo que en la Argentina “nos acostumbramos a vivir con el riesgo, lo aceptamos, es una cuestión cultural que tenemos que modificar”.

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