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Sociedad|Domingo, 22 de septiembre de 2013
Viñetas de una semana de cine latinoamericano en San Juan

El corazón mirando a la Unasur

Las historias de esta página tienen título de película y están directa o indirectamente vinculadas con el cine, porque se produjeron durante la muestra o porque podrían ser guiones de cortometrajes.

Por Juan José Panno

El Museo de la Memoria Urbana está ubicado, cerca del centro de la ciudad de San Juan, en la zona donde funcionaba la estación central del desaparecido ferrocarril. La entrada es libre y gratuita. Contiene fotos, recortes de periódicos, maquetas y hasta un simulador del terremoto de casi 8 grados en la escala de Richter que produjo entre 10 mil y 15.000 muertes el 15 de enero de 1944. En un cuarto pequeño, delante de una pantalla se puede experimentar durante cerca de un minuto –mediante una máquina que reproduce el cimbronazo–, la sensación tremenda del movimiento sísmico, mientras se observa el derrumbe de una de las torres de la catedral. Un joven guía cuenta detalles del hecho y se refiere a las estremecedoras historias que se escribieron y se siguen escribiendo. Como ésta: El día del terremoto, un pibe de casi diez años había ido a hacer unas compras al almacén ubicado enfrente de su casa. El almacenero lo protegió abrazándolo bajo el marco de una puerta y desde ese lugar el niño vio cómo se desplomaba su casa y los escombros caían sobre el cuerpo de su madre. El padre, que estaba en otro lugar, fue otra de las víctimas fatales. El chico, entonces, fue dado en adopción a una familia de Buenos Aires. Casi setenta años después, hace apenas un puñado de días, regresó por primera vez a San Juan y se animó a entrar en el simulador. “Yo vi que ese hombre de ochenta años salía con lágrimas en los ojos, muy emocionado, me acerqué, lo palmeé y me lo contó todo”, dice el joven guía, todavía conmovido.

Querida, encogí a los niños

Anina es una fantástica película de animación uruguaya, muy uruguaya, hecha con pocos recursos técnicos y mucho talento. Cuenta la historia de una niña con nombre triplemente capicúa (Anina Yatay Salas) sus andanzas en el colegio y sus sueños, con un mensaje muy humano. El jurado le otorgó una mención especial. La vimos una vez y media. La primera vez en el Cinemacenter, la segunda en el Centro de Convenciones, alentados por la dinámica Jeankarla Falón Plaza, responsable de prensa. “Vale la pena ver cómo disfrutan esos pibes.” Pero cuando entramos a la sala, con la proyección ya empezada, sólo se veían cabezas de unos pocos adultos en la penumbra. Nos equivocamos de sala, pensamos. Cuando se encendieron las luces se develó el misterio: eran pibes de jardín de infantes y de escuelas especiales, sumergidos en las butacas. Y efectivamente valía la pena verlos salir tan felices, tras la función del Unasurcito.

Taxi Driver

Una película que ya vimos. En uno de los viajes de ida al Cinemacenter, la sede principal del festival, el tachero se entusiasma con la pregunta sobre cómo van las cosas en San Juan y habla como si estuviera a cargo de 6, 7, 8. “Está todo a la vista, mi amigo, es lo que usted ve, una ciudad viva, limpia, segura, con la gente feliz. Se erradicaron muchas villas de emergencia, se construyeron hospitales, escuelas, mire ese edificio de ahí, treinta años parado estuvo hasta que llegó este gobierno. Es que el Gioja está muy bien con la Cristina, son carne y uña y eso ayuda.” El taxista del viaje de vuelta hasta el hotel toma otro camino totalmente distinto y parece hablar para TN. “Con el tema de la minería les regalan fortunas a los de afuera y además esto está lleno de taxis y remises truchos y cada vez hay más inseguridad y corrupción. El problema es que el Gioja hace todo lo que le dice la Cristina, son carne y uña.”

Por gracia recibida

En el Diccionario folklórico argentino, de Félix y Susana Coluccio, está muy bien sintetizada la historia de la Difunta (Deolinda) Correa, la joven sanjuanina que fue con su hijito detrás de su esposo, obligado a integrar el ejército de Facundo Quiroga, y murió en el camino, de cansancio, hambre y sed. Fue encontrada en Vallecito, a unos ochenta kilómetros de San Juan, por un arriero, quien vio que el bebé había sobrevivido tomando la leche de la teta de la madre muerta. El santuario de la Difunta Correa está lleno de cintas, velas, botellas de agua, camioncitos de juguete, pequeñas casitas de madera, trofeos deportivos, vestidos de novia (las jóvenes lugareñas que no tienen para comprarse uno propio, se llevan uno de los de allí en calidad de préstamo) y hasta una vieja pierna ortopédica, que alguien le dejó como ofrenda a la difunta, tras comprar una nueva. La Iglesia no quiere saber nada con la santa extraoficial y dice que “se trata de un negocio para fomentar el turismo y el comercio”. Se cree que más de 700 mil personas por año visitan el santuario, sin preocuparse demasiado por los que quieren el monopolio de la fe.

Bolivia

Jorge Sanjinés, un prócer del cine boliviano, es el director de Insurgentes, una obra de ficción, con impactante despliegue, que cuenta en una crónica invertida las luchas indigenistas desde la asunción de Evo Morales hasta el sitio de La Paz en 1761. La imperdible película, que recibió una merecidísima mención especial del jurado, fue una de las más aplaudidas en la gala de la premiación que cerró el festival. Entre muchas obras, Sanjinés dirigió en 1969 Sangre de Cóndor, un film que denunciaba los programas de esterilización de las mujeres bolivianas por parte de organismos norteamericanos. El hombre, que estuvo algunos días en el festival, tiene 77 años muy bien llevados. Peluquín, prolija barba e intensa actividad creativa hacen que represente menor edad. El mismo le contó al colega Claudio Minghetti que una mujer mayor lo felicitó por Insurgentes y le dijo “yo vi hace muchos años Sangre de Cóndor, la que dirigió su papá”.

Metegol

En el camino al Valle de la Luna, el Jurassic Park argentino, en el pueblo de Astica juegan un picado varios pibitos, promedio de edad, doce años. Cancha de tierra, dos palos sin travesaño de un lado, dos piedras grandes del otro lado. Bajamos para tomar una foto, preguntamos si alguno juega bien, el gordito que va al arco señala a un petiso con cara de atorrante, que se encarga de confirmar la respuesta; arranca de tres, empieza a gambetear y no para hasta quedar mano a mano con el arquero contrario y definir con un toque sutil entre las piernas. La reserva ecológica que le dicen.

Ultimas imágenes

Esther Goris sale de una actividad especial de presentación de la Televisión Digital y la encara un grupo de muchachas y muchachos, le piden una foto y explican: “Sabés qué ocurre, Esther? Vos sos lo más parecido a Evita que tenemos”. La actriz responde que ésa es una de las cosas más lindas que le podían haber dicho.

El periodista Alfredo García, un ferviente latinoamericanista, se cabrea porque sólo estaban él, Sandra Russo y casi nadie más en la charla con la prestigiosa documentalista Estela Bravo y encara una campaña para que la mujer sea declarada visitante ilustre.

Diego Mondaca, el realizador del documental Ciudadela, filmado en la cárcel boliviana de San Pedro, una curiosa ciudad sin rejas que elimina las fronteras entre los de dentro y los de afuera, era periodista y hace unos años en Madrid entrevistó a Sanjinés, quien le sugirió: “Tú tendrías que estudiar cine”.

Uno de los espectadores del corto El juicio, grabado el día de las recientes condenas a siete represores sanjuaninos, le comenta a otro: “Ves, por estas cosas me siento orgulloso de ser de acá”.

El pintoresco y afamado guionista cubano Eliseo Altunaga declara: “Tal vez lo más importante del cine latinoamericano es su pluralidad, porque América latina no es un conglomerado homogéneo sino una gran mezcla de descendientes, indígenas, inmigrantes y eso se siente tanto en la construcción del cine como en los abordajes estéticos que se hacen, matizado con las culturas locales”.

Integración en la diversidad, eso. Como el lema de un festival coloreado con historias nuestras.

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