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Sociedad|Lunes, 16 de diciembre de 2013
ADVIERTEN SOBRE LOS RIESGOS QUE PUEDEN PRESENTAR LOS MUEBLES INFANTILES; LOS OTROS PELIGROS EN LA CASA

Cómo prevenir los accidentes de los chicos

Representantes de la Sociedad Argentina de Pediatría piden la creación de un organismo que controle la seguridad de muebles y objetos para niños. Aseguran que muchos están mal diseñados. Las lesiones que se producen en el hogar. Qué debe tenerse en cuenta.

Por Pedro Lipcovich
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En el hogar se produce el 70 por ciento de las lesiones de los chicos menores de cinco años.

”En la Argentina se venden muebles infantiles peligrosos, que están prohibidos en otros países: debería crearse, por ley, un organismo que fiscalice la seguridad de muebles y objetos para niños”: así lo sostienen representantes de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), que efectuó una jornada sobre prevención de lesiones. El primer cuestionamiento se refiere a la clásica cuna, que, si no está bien diseñada, puede producir muertes por ahogo o estrangulamiento. También los andadores pueden ser peligrosos y en Canadá directamente están prohibidos. Los pediatras actualizaron los criterios para evitar lesiones graves y se comprometieron a difundir los más importantes: por ejemplo, si en la casa hay escalera, debería tener puertitas, arriba y abajo, para evitar que el nene pueda subir y caerse. Para las lesiones que se producen en el hogar, la edad más peligrosa es entre uno y cuatro años; cada 22 horas, muere un chico de esa edad por lesiones evitables. Entre los chicos más grandes, la causa principal son los accidentes viales: desde el atropellamiento en garages –cuando el auto da marcha atrás y el conductor no ve al nene– hasta los choques con motos, en las que los niños no deberían circular nunca. Un dato auspicioso es que las lesiones en situaciones domésticas vienen disminuyendo desde 2001, pero no bajaron las que se vinculan con la seguridad vial. Más de 1300 chicos menores de 15 años mueren cada año por “causas externas”, evitables.

“En Estados Unidos, Europa, Canadá, Australia, hay oficinas encargadas de certificar si una cuna es segura o si una sillita no es peligrosa; en la Argentina, advertimos un vacío terrible –advirtió Rubén Zabala, miembro de la Subcomisión de Prevención de Lesiones de la SAP–: no hay una autoridad encargada de fiscalizar la seguridad de los muebles y objetos destinados a los niños. Por Internet, por ejemplo, se venden muebles infantiles realmente peligrosos, sin ninguna clase de advertencia.” Esta situación concierne especialmente a cunas, andadores y sillitas (ver aparte).

La SAP efectuó su jornada nacional bajo el lema “La prevención de lesiones desde el consultorio: una asignatura pendiente”. Ingrid Waisman, presidente de la subcomisión, destacó que “los nenes que más lesiones sufren son los que tienen de uno a dos años, porque su capacidad motora excede en mucho su capacidad de comprensión. Pero ya a los cuatro meses de vida, por ejemplo, el bebé comienza a rolar, a darse vuelta sobre sí mismo y entonces, si lo dejan solo arriba de una cama, es muy posible que se dé vuelta y termine cayéndose. Hasta que cumplen cinco años, el lugar de riesgo es fundamentalmente el hogar, donde se produce el 70 por ciento de las lesiones, y hay que estar muy atentos”.

La magnitud del problema puede leerse en las cifras que aportó Clotilde Ubeda, también de la Subcomisión de Lesiones: “En 2011, último año con cifras publicadas por el Ministerio de Salud de la Nación, murieron por causas externa 262 bebés menores de un año; de entre uno y cuatro años murieron 402; de 5 a 14 años, 680. Claro que la mayor mortalidad se da entre los jóvenes de 15 a 24 años, donde el total llega a 4116”. El hecho es que “cada 33 horas muere un nene de menos de un año por lesiones: cada 22 horas, un nene de uno a cuatro años; cada 13 horas, muere un chico de 5 a 14 años por estas causas. Alberto Iñon, de la misma subcomisión de SAP, agregó que “por cada muerto, hay ocho a diez heridos graves, y de éstos, según estimaciones internacionales, entre el 20 y el 40 por ciento quedan con discapacidades o secuelas importantes”.

Entre los de uno a cuatro años, “un problema severo es el ahogamiento: en piletas, bañeras, baldes. Un chico que se cae en la bañadera, aunque sólo haya diez centímetros de agua, puede ahogarse, porque no sabe darse vuelta y porque al caerse se desmaya o se atonta”, puntualizó Ubeda.

Una causa conocida pero todavía frecuente de lesiones graves es la caída en altura: “En Nueva York, ante la gran cantidad de niños que caían, se dictó una legislación por la cual todo balcón o ventana desde el primer piso hacia arriba debe tener protección, vivan o no niños en la casa”, comentó Ubeda.

Y, también en el interior de cada vivienda, “si hay escalera y el nene tiene menos de cuatro años, deberían instalarse puertas, arriba y abajo, con un diseño a prueba de niños, pero que sea fácil de manipular por adultos –señaló Zabala–; si es difícil también para los adultos la puerta termina por no usarse, y la mitad de los casos de chicos desbarrancados fue con puertas que existían, pero estaban abiertas o mal cerradas. Y si la escalera tiene barrotes, deben ser verticales y no horizontales, para que el niño no pueda trepar, y, como los de las cunas, tener menos de seis centímetros de separación”.

También, en los hogares “tenemos muchos accidentes por aplastamiento con mobiliario: los televisores, aparadores, estanterías, placares, todos esos muebles deben ir amurados, porque los chicos se trepan –puntualizó Daniel Miranda, del mismo organismo de la SAP–. Con las estufas y los hornos, hay que tomar la precaución de poner una silla u otro mueble delante, para que el chico no pueda apoyar las manos; claro que, en la cocina, lo mejor es que los chicos no estén”. Desde luego, “hay que utilizar enchufes de seguridad”, pero también “se recomienda no tomar remedios delante de los chicos, para evitar la imitación, y sobre todo no dejar medicamentos a su alcance. Un riesgo frecuente es que en la visita a casa de abuelos o tíos donde no viven niños, los remedios estén en sitios accesibles. Otro accidente proviene de guardar en botellas de gaseosa, con colores que llaman la atención de los niños, productos tóxicos como lavandina o detergente”.

Es obvio que las piscinas son un peligro, pese a lo cual “es común que no estén cercadas y son frecuentes los ahogamientos por inmersión”, deploró Miranda, y señaló una situación particularmente siniestra: “Muchas veces, por desatención, en cocheras o garages particulares, el padre, al retroceder con su auto, no ve a su propio hijo y lo atropella”. También, apuntó Ubeda, “los ataques por perros son un problema importante en varios lugares del país; los perros que se usan para seguridad no suelen ser dóciles al manejo del niño y lo atacan”.

“No se nos preparó”

Ya en la adolescencia, “el mayor peligro es, por lejos, el del tránsito –precisó Lucas Navarro, de la subcomisión–. La licencia para conducir autos o motos no debería otorgarse antes de los 18 años, y hay que controlar el uso de elementos de seguridad como el casco o el chaleco reflectivo. La clave está en los controles en la calle: por más que el pediatra les explica a los padres y adolescentes que, si no usan casco, se exponen a un traumatismo severo, por más que en las escuelas se dicte educación vial, no sirve para nada si no hay controles en las calles”.

Y no importa su edad, “un niño no debe ser trasladado en moto –destacó Ubeda–. Sólo debe viajar en vehículos donde cada pasajero tenga su asiento bien determinado: si es en auto, hasta los dos años, en silla especial, y después, hasta los 11, en el asiento trasero con cinturón de seguridad; con un adulto en bicicleta, sólo si está provista de un asiento especial para el niño y con casco”.

Los problemas son todavía mayores para chicos con discapacidades: “Procuramos que los chicos con discapacidad leve puedan ir a escuelas comunes, pero a menudo el edificio les es hostil porque no fue construido pensando en la seguridad de los chicos, ni siquiera los que no tienen discapacidad –advirtió, desde la subcomisión, Carlos Nasta–. Claro que el ambiente más hostil es el del club, donde a peligros como el de la piscina se agrega el hecho de que los instructores y profesores de educación física muchas veces no muestran vocación por proteger a los chicos con capacidades diferentes”.

Es que, a los pediatras mismos, “la universidad no nos preparó para entender que los accidentes son una enfermedad que mata y discapacita a los niños –reconoció Osvaldo Aymo desde la SAP–. Tampoco las facultades de arquitectura e ingeniería preparan suficientemente a sus profesionales para pensar en normas de seguridad en los hogares, donde los enchufes se ponen a la altura de los niños, ni en las escuelas, donde a veces las protecciones de las escaleras están hechas con caños horizontales por donde los chicos pueden trepar”.

Dentro de todo, por fortuna, “entre 2001 y 2011 viene en descenso la tendencia a muertes por caídas, ahogamiento y golpes –anunció Ubeda–. Lo que sigue sin bajar son los siniestros de tránsito”.

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