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Sociedad|Jueves, 30 de enero de 2014
Por primera vez, las emergencias serán atendidas con un móvil propio

Una ambulancia para la villa

El Ministerio de Salud de la Nación entregó una ambulancia a la Casa de la Cultura que funciona dentro de la Villa 21. Es el primer móvil de emergencias médicas de este tipo. Además, brindará talleres de educación sexual y prevención de enfermedades.

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La ambulancia entregada por el Ministerio de Salud es la primera que funciona dentro de una villa.

Siempre lo mismo: corría el tiempo y la ambulancia no llegaba a la villa. El herido o enfermo circunstancial empeoraba. Los vecinos, muchas veces, volvían a llamar al 107, reiterando el pedido de auxilio. Sin custodia policial, les decían, la ambulancia no ingresaba. Pasaban los minutos. A veces llegaban a ser horas. En el mejor de los casos, la víctima era cargada en un auto o una moto particular y así era trasladada al hospital. En el peor, moría por falta de auxilio. Desde ayer, la Villa 21 de Barracas cuenta con una ambulancia instalada dentro del barrio. Es la primera vez que una villa dispone de este servicio. Se trata de un móvil que, además de brindar asistencia y trasladar a los heridos, dará talleres de capacitación y prevención. “Esto es una lucha que hemos ganado después de tantos intentos. Mucha gente ha perdido la vida porque la ambulancia no entraba a la villa”, dijo el presidente de la junta vecinal, Cristian Heredia.

La ambulancia fue otorgada a la Casa de la Cultura por el Ministerio de Salud de la Nación. El acto de entrega se realizó en un escenario montado frente a la sede del organismo, en la Villa 21. “Lo que tenemos acá es un encuentro entre la cultura y la salud –señaló el secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia–. No hay una isla llamada cultura y otra llamada salud. Somos un solo equipo. Y quien tenga una emergencia no puede esperar. Nos urge darle una respuesta al que necesita atención médica a orillas del Riachuelo.”

Los choferes y enfermeros que estarán a cargo de la ambulancia serán vecinos de la Villa 21. El móvil estará instalado en la puerta de la Casa de la Cultura, en Iriarte 3500, y alcanzará todos los rincones del barrio. En su interior, la ambulancia cuenta con una silla de ruedas plegable y un cardiodesfibrilador automático. El vehículo no sólo servirá para el traslado de las víctimas, sino que también cumplirá una función cultural. Nidia Zarza, directora de la Casa de la Cultura, indicó que el vehículo ofrecerá “talleres informativos sobre reproducción sexual y prevención en drogas, difundirá la actividad cultural de la Casa y brindará capacitaciones en atención primaria”. Zarza agregó que la entrega de la ambulancia “es un motivo de festejo porque no todos quieren que los villeros tengamos los mismos derechos que el resto”.

Después del acto formal, la chofer de la ambulancia –Miriam Gabos, una mujer de 50 años– recibió las llaves, se subió al vehículo y lo encendió. Los vecinos que se habían acercado hasta el lugar, los militantes y la murga del barrio le hicieron lugar para que el móvil recorriera por primera vez la villa. Como si fuera una procesión, los vecinos acompañaron a la ambulancia hasta la parroquia Virgen de Caacupé para que recibiera la bendición. “Después de tanto que hemos pedido y explicado la necesidad de todas las villas de contar con una ambulancia, lo logramos. Es lo mínimo que nos merecemos. Este jefe de Gobierno se tiene que hacer cargo de las cosas y dejar de darnos la espalda”, dijo el referente barrial Cristian Heredia.

Felicia Morales, una vecina de 41 años, caminaba de la mano de su hija, a unos metros de la ambulancia que avanzaba por los pasillos de la villa. “A ella (por su hija) las profesoras le pidieron que no corrieran en la escuela por si se lastimaban. Era terrible. Si nos pasaba algo teníamos que hacernos cargo nosotros solos. La ambulancia no entraba por miedo. Y si entraba lo hacía a las dos horas, porque esperaba a la Policía Metropolitana. Nos sentíamos discriminados.” Ante una emergencia, muchos vecinos optaban por trasladar ellos mismos al herido o enfermo hasta el Hospital Penna o el Argerich. Marcelo Borsani, un hombre de 32 años, contó que “la hija de mi señora, que está operada del corazón, muchas veces se descompone por el calor y la tengo que llevar en la moto. Pero no todo el mundo cuenta con un transporte”.

Son varios los casos de personas que fallecieron mientras esperaban que el auxilio médico llegara a la villa. El más reciente fue en julio de 2013, cuando Juan Mercado Camargo, de 59 años, murió mientras era trasladado en un auto particular al hospital, porque el SAME nunca llegó a asistirlo. Otro caso, quizá el más resonante, fue el de Humberto “Sapito” Ruiz, quien murió en abril de 2011 cuando, tras dos horas, dos ambulancias se negaron a entrar a la Villa 31 porque no tenían custodia.

Informe: Nicolás Andrada.

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