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Sociedad|Viernes, 14 de febrero de 2014
OPINION

Las diez cosas que les impide hacer Claudio Espector

Por Gabriela Diker *

En política, la decisión de separar al responsable de un área o un proyecto obedece básicamente a tres razones: a) porque conduce mal, es decir, no alcanza los resultados esperados en esa área; b) porque se decidió cerrar, discontinuar el área o proyecto que conduce; c) porque se busca reorientar los principios y las acciones del área o proyecto, y se entiende que su conducción actual es un obstáculo para hacerlo.

¿Cuál de todas estas razones explicaría la separación de Claudio Espector de la Coordinación General del Programa Orquestas Infantiles y Juveniles del GCBA?

Evidentemente no es la primera. Casi 2000 chicos y chicas hoy aprenden a ejecutar instrumentos que quizá jamás habían escuchado sonar ni sabían que existían, aprenden a leer partituras aun cuando en ocasiones todavía no pueden con el lenguaje en la escuela, integran orquestas y aprenden del trabajo colectivo que requiere, disfrutan ellos y sus familias de escuchar y hacer música antes reservada sólo a ciertos sectores sociales, comparten escenario con los más notables músicos del país y del exterior (Martha Argerich, Daniel Barenboim, Leopoldo Federico, Susana Rinaldi, León Gieco, Peteco Carabajal, por mencionar sólo algunos), muestran lo que hacen en todos los escenarios de Buenos Aires (desde el Teatro Colón hasta la avenida 9 de Julio); muchos de ellos en estos 16 años han encontrado allí sus vocaciones y son hoy maestros de música o integran orquestas profesionales. Como es evidente, no puede tratarse de una decisión basada en una evaluación “resultadista”, dado que los resultados sobran. Además, nada de esto hubiera podido ocurrir si Claudio Espector coordinara mal a los más de 200 maestros que trabajan en las 16 orquestas ubicadas en los barrios más complejos de la Ciudad a lo largo de 16 años. Está claro que es gracias a él y a sus equipos que esos resultados se producen.

Tampoco la separación de Claudio Espector parece obedecer a la segunda razón enunciada al inicio. Los funcionarios del gobierno de Macri no disuelven el programa. Al parecer, sólo cambian su conducción. Que el cargo de coordinación de un proyecto de educación musical como éste lo ocupe un músico devenido hace un tiempo en “gerente operativo de Música para la Inclusión”, muestra que, más allá del desliz seudoeficientista de la estética gerencial a la que el macrismo nos tiene acostumbrados, evidentemente, el programa continúa.

Entonces, sólo nos queda la tercera razón. Lo que se pretende es reorientar el programa, sus principios, sus modos de trabajo, y Claudio Espector lo obstaculiza, por lo tanto, es necesario removerlo. Lo que cabe preguntarse entonces es ¿qué es lo que Claudio Espector les impide hacer? Veamos:

1

Seleccionar a los chicos por talento (recordemos que el derecho no es compatible con la retórica del talento que sostiene que sólo vale la pena educar a algunos, los talentosos).

2

Medir y utilizar indicadores socioeconómicos para tomar decisiones sobre las orquestas, como por ejemplo, la distribución de instrumentos.

3

Ceder las orquestas a las ONG o entidades privadas para que las gerencien y se ocupen de ellas, como se ha hecho ya con las plazas y parques de la ciudad.

4

Enseñar menos música, simplificar, bajar el nivel de lo que se enseña y de lo que se espera que aprendan y produzcan los chicos; ofrecer, en fin, una educación pobre para pobres.

5

Reemplazar los propósitos educativos del programa, por propósitos preventivos porque, según ha dicho la subsecretaria de Equidad Educativa, “a estos chicos les das un clarinete o un oboe y se lo fuman”.

6

Reemplazar el principio rector del Programa de Orquestas que sostiene que la música es un bien cultural al que todos los chicos y chicas de la Ciudad tienen derecho, por un sentido filantrópico, como si se tratara de la campaña “Más por menos”.

7

Excluir de los ámbitos de decisión y de las actividades del proyecto a las familias de los chicos.

8

Traducir los efectos –por definición abiertos, complejos, extemporáneos– de la experiencia educativa de los chicos y chicas de las orquestas, en una check list de indicadores de rendimiento educativo más próximos a la lógica miope de PISA que a la complejidad de una experiencia educativa y estética.

9

Eliminar las viandas y eliminar los subsidios a las cooperadoras que permitían adquirir y arreglar los instrumentos que se rompían o llevar a los chicos a conciertos fuera de sus barrios (sí, a Espector le preocupa dejar a los chicos sin comida, sin instrumentos y sin presentaciones).

10

Cerrar arbitrariamente espacios (como las diez preorquestas que se cerraron este año), suspender presentaciones, dejar sin apoyo a alumnos de las orquestas seleccionados para viajar al exterior, echar maestros, mantener precarizado su trabajo, dejar sin instrumentos a los chicos.

Sabemos, claro está, que un proyecto como Orquestas no depende de una sola persona. Un proyecto por el que pasaron ya alrededor de 15 mil chicos; del que se apropiaron las familias y los barrios; en el que muchos chicos y chicas a lo largo de estos 16 años encontraron sus vocaciones y son hoy músicos de orquestas profesionales o maestros; que cuenta con más de 200 docentes que día a día, obstinadamente, sostienen la oferta de un bien cultural de alta valoración social; que modificó –más allá del camino que luego cada uno elija– la relación, casi siempre conflictiva, de miles de chicos y chicas con el conocimiento; que ya instaló, en muchos barrios muy complejos de la ciudad, que aprender, ejecutar y disfrutar de la música es un derecho; que nos muestra incesantemente, a los educadores y pedagogos, que hay otras maneras de educar; que hace de la inclusión social un efecto de la educación y no un propósito, depende del trabajo colectivo de sus equipos, de la voluntad política de los responsables de Estado, del apoyo de las familias, del acompañamiento de otros artistas.

Pero también sabemos que la figura de su fundador y coordinador general representa el conjunto básico de principios que el macrismo pretende bajar. Esos principios que su trabajo y el de los equipos que coordina ponen en práctica día a día, obstaculizando que todas o algunas (alcanza con algunas) de las diez cosas que enumeramos, ocurra.

Desplazar de un cargo a una sola persona es muy fácil. Y cuando la subsecretaria de Equidad Educativa del Ministerio de Bullrich, Soledad Acuña, dice, le dice a Espector, “no sé si por motivos personales, políticos o ideológicos, no nos llevamos bien”, cree que sólo se trata de reemplazarlo por alguien con quien se lleve mejor. Pero hay dos cosas que Soledad Acuña evidentemente no aprendió todavía: en primer lugar, que cuando se trata de educación, los motivos siempre son personales, políticos e ideológicos; en segundo lugar, que si lo que pretenden con esta decisión es efectivamente modificar los principios y la orientación que ha seguido el programa, no es sólo con Claudio Espector que no se lleva bien: con innumerables figuras muy notables de la cultura, las ciencias y las artes; con la Legislatura de la Ciudad, que por unanimidad declaró a Claudio personaje notable de la cultura; con los sindicatos docentes de la Ciudad que han acompañado las orquestas desde sus inicios; con todos los funcionarios de distinto signo político (incluido el macrismo), que en todos estos años sostuvieron y contribuyeron a expandir este proyecto, tampoco se lleva bien.

Finalmente lo más importante: por razones personales, ideológicas y políticas tampoco se va a llevar bien con los miles de chicos y chicas que participaron y participan de las orquestas, ni con sus familias ni con los vecinos de sus barrios, que gracias a Claudio Espector, que se empecinó en sostener una oferta allí donde nadie demandaba nada, hoy reclaman más educación, más derechos, más participación, más música.

Y no olvidemos de que si algo les enseñó el maestro Espector, es hacerse escuchar.

* Doctora en Educación, secretaria académica de la Universidad Nacional de General Sarmiento.

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