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Sociedad|Viernes, 28 de marzo de 2014
EN CANARIAS, SUPONIAN QUE HABIA CAIDO AL MAR, PERO ERA UN BARCO

El avión que no era avión

Un llamado por un avión que había caído al mar activó una red de emergencias que movilizó rescates, medios y suposiciones sobre compañía aérea, pasajeros y demás. Once minutos después dijeron que era un remolcador y una barcaza.

Por Horacio Cecchi
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La imagen, tomada desde el helicóptero de rescate, muestra la grúa que provocó la confusión.

–¡¡¡Van Allen!!! –habría gritado el capitán del enorme remolcador holandés Dutch Power.

–¡¡Diga, capitán!!

–¿Por qué tanto helicóptero dando vueltas?

–Parece que se cayó un avión a metros nomás de acá.

–Tiene que ser muy cerca, porque, está arriba nuestro.

La escena es condicional no porque haya ocurrido o no sino porque, a falta de confirmación, esta nota aspira a ser creída y el uso del condicional ha dado muestras de afirmarse como realidad inmediata y acequible. Habría ocurrido dentro del remolcador holandés de gran porte que ayer, en la tarde europea, arrastraba una barcaza con sus grúas frente a la isla española Gran Canaria cuando desde tierra o aire avistaron la maniobra y la confundieron con la caída de un avión al mar (?). A partir de allí, se disparó una corrida que años atrás sólo ocurría en ámbitos bancarios, pero que hoy se produce todos los días como corrida de noticias en medios y/o redes sociales, para el caso, Twitter. Lo sorprendente pero absolutamente creíble es que la información a escala pública fue disparada por un sistema de alerta estatal canario. En el chiste de la realidad cayeron medios y agencias internacionales como la BBC o Reuters.

A partir de acá, lo que sigue pierde su condición, valga la redundancia, de condicional porque por absurdo no quita que haya ocurrido realmente. Todo se trató en sencilla descripción coloquial de un efecto teléfono roto/bola de nieve a partir de un dato arrojado por algún buen samaritano. La Red de Emergencias de Canarias envió poco antes de las 16, hora europea (12 de Argentina), una llamada al Centro de Control del Aeropuerto Internacional de la Gran Canaria, indicando que se había avistado un avión caído en el mar, a unas dos millas de la costa de la isla. No sólo eso, se daba con precisión que se trataba de un Boeing 737 que se encontraba flotando en el mar, a unas dos millas de la costa frente al lugar denominado Terrazas de Jinámar. El llamado incluía el pedido de “movilizar todos los recursos”.

La información –que fue precisada horas más tarde por el gobierno de Canarias, cuando el absurdo tenía nombre de absurdo con lo que dejaba de serlo– sostuvo que “en una segunda llamada desde la torre de control se refiere que el último avión que ha despegado ha visualizado el avión en el agua”. Con lo que tenemos, para ordenar un poco, una llamada a la Red de Emergencias de alguien que ve o cree ver un avión en el agua; dos, la llamada de la Red al Centro de Control alertando y pidiendo ayuda; tres, la confirmación desde un avión. A esto se agrega un cuarto dato, una llamada que supera todo pronóstico de condicionalidad: “Una llamada en la que se estimó que la nave podría llevar 190 pasajeros a bordo al tratarse de un 737”. Gulp!, perdón por la expresión. Incluso, se dedujo que por el color de la aeronave, amarillo, se trataba de un 737 de la TUI fly.com, línea de vuelos baratos, la única de ese color. El dato cerraba y daba dramatismo. Desde la torre chequearon y dijeron “no falta ninguno de los nuestros”, con lo que no habiendo víctimas verificables empezó el condicional a todo presente: podría tratarse de una avioneta. Con la confirmación, la 112 subió a su cuenta de Twitter la dramática situación que se desparramó en incertidumbre, ¡ostias! e interjecciones de todo tipo, que duraron 11 minutos, hasta que un helicóptero de rescate informó que era una grúa. Once minutos suficientes para que picaran el dato medios profesionales pero no por ello ajenos al habría. Así, Reuters, la BBC, EFE, medios de las Canarias y del mundo anunciaron una tragedia aérea que nunca fue aérea y mucho menos trágica.

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