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Sociedad|Domingo, 10 de agosto de 2014
LEONARDO MOLEDO FUE EDITOR DE FUTURO, EL SUPLEMENTO DE CIENCIAS DE Página/12

Adiós al primer científico periodista

Ayer falleció el maestro y divulgador científico más importante del país. Con 67 años, dedicó su vida al conocimiento y a la educación.

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“Si la historia del Universo fuese interpretada en un año como unidad de tiempo, la Tierra habría aparecido en el último mes. Dentro de ese último mes, el hombre habría visto la luz el último día.” Así de simple y concreta puede ser una explicación que de un borrón nos haga sentir hormigas frente a la enormidad histórica y natural que nos rodea. Así de simple se podría resetear el ego humano para abrir la cabeza al más mágico mundo de la ciencia y el conocimiento tecnológico. Lo que para muchos pudo ser un camino largo –de millones de años– y pedregoso se transformó en un andar maravilloso y fructífero en un abrir y cerrar de ojos, o de cabezas. Leonardo Moledo apareció sobre la hora de ese día de protagonismo humano, partió paradigmas y cráneos con sus explicaciones y saberes. Fue el mejor guía del largo camino que recorre el conocimiento de lo que rodea al hombre, el que lo quiso conocer todo y todo lo mostró.

Fue periodista científico, matemático y escritor, dictó clases en la Universidad Nacional de Quilmes, fue profesor en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional de Entre Ríos. Dueño de un estilo particular, los que tuvieron el gusto de compartir sus mesas redondas sobre historia, literatura y ciencia saben que ninguna de sus profesiones y facetas es disociable de la otra. Su talento innato y su dedicación exclusiva le posibilitaron cumplir con todos los objetivos que se propuso y, con velocidad, se ubicó como el periodista científico más prestigioso del país. Sin embargo, Moledo nunca se reconoció como periodista, pues siempre quiso que se lo reconociera como un escritor científico, un divulgador. La combinación entre la literatura y las ciencias, sus dos pasiones, dio su máxima expresión en cada uno de sus artículos y libros.

En 2000, Moledo recibió un llamado sorpresivo. Le proponían ser el director del Planetario Galileo Galilei de Buenos Aires. Fue un mimo y un premio a su trayectoria: no lo dudó ni un instante. Estuvo a cargo siete años y, una vez más, su objetivo fue la divulgación científica dentro de una sociedad que él concebía como altamente tecnológica. De aquí una de sus frases más famosas: “La divulgación científica es la continuación de la ciencia por otros medios”.

Además, fue investigador del Conicet por más de veinte años y dirigió el suplemento de ciencias Futuro, que acompaña todas las ediciones de los sábados en Página/12. Desde este lugar difundió noticias, entrevistas y artículos sobre las novedades científicas nacionales e internacionales. En el diario redactó una serie de cuarenta fascículos sobre la historia de las ideas científicas, desde Tales de Mileto a la máquina de Dios, con ilustraciones del artista Milo Lockett. Fue el puente perfecto que deconstruyó durante años los saberes científicos y los colocó en la superficie y la arena cultural. Los colocó al ras del suelo, al alcance de la mano. Porque, como a menudo disfrutaba remarcar, “la ciencia forma parte de la cultura y quien no conoce la cultura donde vive no conoce la sociedad en que habita”.

Moledo escribió sobre ciencia cuando nadie sabía lo que era la ciencia. Abrió el grifo del conocimiento científico y no tuvo miedo de salpicar a todo aquel que se le acercara. En este sentido, se desprende su rasgo más característico: la generosidad para compartir el conocimiento. Desde su perspectiva, tanto la buena literatura como la música clásica debían llegar a toda la sociedad.

Sin importar cuál fuese su interlocutor, con sus características entrevistas logró desarmar los conceptos más abstractos para dibujarlos en un diálogo entre colegas. Su rol divulgativo lo convirtió en un canal que acercó la ciencia a la vida cotidiana. Después de todo, la ciencia para él era todo aquello que rodea al ser humano. No se encontraba sólo en los laboratorios, sino que estaba siempre al alcance de las manos. Sacar la ciencia de los tubos de ensayo para ponerla en la mesa de un bar fue su principal anhelo y éxito.

Aquellos que lo conocieron y que comprendieron sus múltiples facetas y sus estados de ánimo saben que se trataba de un ser mágico. Un personaje único, escapado de un cuento de Jerome Salinger, Jorge Luis Borges o Franz Kafka. Con una pluma singular, escribió una vasta cantidad de libros sobre la popularización y la comunicación pública de la ciencia. Entre ellos se destacan Diez teorías que conmovieron al mundo, De las tortugas a las estrellas, Curiosidades de la ciencia, Curiosidades del Planeta Tierra, Dioses y demonios en el átomo, Aventuras de un jinete hipotético, El último café de los científicos y Lavar los platos.

Hace apenas unos días cumplió uno de sus máximos deseos y publicó Historia de las ideas científicas, junto a su amigo Nicolás Olszevicki. Quizás ésta sea la coronación por sus 40 años al servicio de la divulgación de la ciencia en Argentina. El libro representa un esfuerzo enorme y recopila la historia científica de Tales de Mileto, hace 25 siglos, a la actualidad.

También se destacan sus aportes en el campo literario. Fue autor de tres novelas: La mala guita, Verídico Informe sobre la Ciudad de Bree y Tela de juicio; de dos obras teatrales, Las reglas del juego y ¿Usted cómo me encuentra?; y de una centena de cuentos, publicados en diarios, revistas y antologías. Como frutilla del postre, incluso, fue guionista a fines de los ochenta del ciclo televisivo Ciencia y Conciencia, emitido por Canal 13. Por último, fue director de la colección de divulgación científica Estación Ciencia de la Editorial Capital Intelectual e integrante del consejo editorial de Redes, Revista de Estudios Sociales de la Ciencia, editada por el Instituto de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes.

Afortunadamente, fue reconocido en vida. Obtuvo dos Premios Konex: el primero en 1994, como Mejor Figura en Ciencia-Ficción, y el segundo en 1997, como Mejor Figura de la última década en la categoría Comunicación-Periodismo Científico.

Científico, historiador, periodista, escritor o todo eso junto fue Leonardo Moledo. Un intelectual ejemplar que combinó conocimientos sobre las más diversas disciplinas. Un genio del siglo XXI dueño de una de las personalidades más sorprendentes y generosas que hayan existido; y lo mejor de todo es que nunca se dio cuenta.

(Sus restos serán cremados hoy a las 11 en el Cementerio de Chacarita.)

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