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Sociedad|Jueves, 21 de agosto de 2014
OPINION

Eduardo Videla, mi amigo periodista

Por Ciro Annicchiarico *

Me gusta leer el diario en la cama los días feriados. Pero hoy me jugó mal. Di vuelta una página y me encontré de pronto con una gran foto de Eduardo Videla. Me llamó la atención, nunca había visto una foto suya en Página/12, y creo que por eso mismo, al mismo tiempo –esas cosas de la intuición—, me vibró mal. Casi enseguida el anuncio del encabezamiento funcionó como un trompazo artero en el rostro. De los que duelen mucho. Todavía no puedo reponerme de semejante despropósito. Lo conocí a fines de los ’80, cuando Eduardo sustituyó a Alejandro Bustamante en el seguimiento periodístico de la Masacre de Budge, caso bisagra en la historia del abuso policial en nuestro país, con el que también el diario, en esos temas, apareció en el mundo y se hizo una identidad propia, prestigiosa e inconfundible. No es poca cosa decir que descubrí a un tipo transparente, serio y convencido de que su trabajo debía hacerse con rigor. Además, nunca tuve ninguna duda de que era un buen tipo. El título mayor al que puede aspirar cualquier persona. A partir de allí lo tomé como un amigo, mi amigo periodista, y como mi referente periodista. Y fueron muchos los casos en los que intervine o intervengo, como el caso Dalí, la Masacre de Wilde –en la que justo en estos momentos Eduardo estaba interesado, atento su reciente e importante reactivación (ver Página/12 del 19/7/14, pág. 17)–, o los que abordo como abogado de la Secretaría de Derechos Humanos por delitos de lesa humanidad, a los que les prestó atención, me hizo entrevistas, yo le di información, o simplemente, atento su ulterior especialización en temas de sociedad, lo tuve como contacto para que la información llegara a los periodistas adecuados. Inclusive llevamos juntos la carga de tener que afrontar una ridícula demanda por la que un sujeto relacionado con la dictadura, denunciado por organismos de derechos humanos, nos entabló a nosotros y a Página/12, pretendiendo plata –¿alguna vez buscaron otra cosa?— como indemnización por una excelente y rigurosa nota de Eduardo publicada en 2004. ¿Es un lugar común decir que desde el lunes a las ocho de la mañana siento un enorme vacío del que me resulta harto difícil reponerme? Sí, pero no sé de qué otra manera decirlo. Me va a costar mucho, a partir de ahora, acostumbrarme a que no tendrá sentido usar tu número de teléfono o tu correo electrónico. Eduardo querido, yo no soy religioso, pero ojalá que tus átomos, en esa loca danza de la naturaleza y de la evolución, vuelvan a juntarse de la misma manera, otra vez, en algún lado.

* Abogado (Secretaría de DD.HH. de la Nación). Texto escrito el 18 de agosto de 2014.

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