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Sociedad|Martes, 18 de noviembre de 2014
Omar Chabán, de la transgresión a la catástrofe de Cromañón

El hombre que fue tragedia

Fue un excéntrico innovador cultural y promotor de rockeros. Y terminó como gerenciador del boliche donde ocurrió el mayor desastre no natural del país. Murió ayer a los 61 años, víctima de un cáncer. Por la enfermedad, cumplía en su casa la condena a casi 11 años de prisión.

Por Carlos Rodríguez
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“Mi primer nombre es Emir, y un emir es una especie de príncipe. A mí me gusta creerme que soy importante. Por eso no caigo bien: soy un poco fanfa. Tuve suerte, siempre hice lo que quise con mi vida.” Entrevistado por la periodista Viviana Gorbato para el libro Noche tras noche (1997), sobre la vida nocturna en la ciudad de Buenos Aires, Emir Omar Chabán, fallecido ayer a los 61 años, daba clara muestra de una personalidad desafiante. Era un hombre siempre predispuesto a llamar la atención con gestos extravagantes. Esa postura se derrumbó en la noche del 30 de diciembre de 2004, cuando el incendio en el boliche República Cromañón destruyó 194 vidas, la mayoría de ellas muy jóvenes, y puso grilletes en el camino de Chabán. Primero fue condenado a veinte años y luego le rebajaron la pena a diez años y nueve meses de prisión. El rey de la noche, del rock y del under, se refugió en la Biblia y en la “culpa colectiva” por la tragedia de Cromañón, para tratar de eludir una responsabilidad que le pesaba y admitía en su fuero íntimo, y en algunas entrevistas, pero siempre a medio camino. Su última resistencia –física y mental– fue avasallada por una enfermedad terminal.

En sus tiempos de gloria, cuando estaba al frente del boliche Cemento, se daba a los placeres y compartía su vida con Katja Alemann, una mujer exitosa que lo acompañaba en sus extravagancias sin dejar de lado su propia carrera artística. Chabán, fiel a su estilo, solía decir que nunca había creído en la fidelidad y afirmaba: “Sólo pienso en ellas, a pesar de ser misógino”. Llegó a decir que le “aterrorizaban” las mujeres, aunque admitía que le habían enseñado “a tener complejidad, cierto refinamiento y a cagar guita. Comprar y comprar me excita más que las mujeres”.

Chabán nació el 31 de marzo de 1952 en la localidad bonaerense de San Martín. Las actividades que lo hicieron reconocido como empresario empeñado en difundir el rock y el teatro alternativo comenzaron a principios de los ochenta, cuando abrió el Café Einstein, asociado con Sergio Aisenstein y Helmut Zieger. El boliche estuvo abierto sólo dos años, en Pueyrredón y Córdoba, pero se había convertido en un sitio de referencia del rock argentino. Eran frecuentes los shows de grupos que estaban iniciando su carrera, pero que luego serían nombres emblemáticos del rock argentino, como Sumo, Soda Stereo o Los Twist.

La inauguración de Cemento se produjo en junio de 1985. Laura Ramos, coautora junto con Cynthia Lejbowicz del libro Corazones en Llamas-Historia del Rock Argentino en los 80, dijo sobre la apertura de ese templo del rock: “Cemento se había inaugurado el 28 de junio de 1985 pese a que el día anterior no estaban listas las losetas del techo; los pisos rebasaban de material, faltaba el sonido y aún no se habían comprado las bebidas. Llovía a cántaros esa noche y el local se inundó. ‘Mejor no abramos’, propuso Omar Chabán; ‘Vamos a abrir igual’, decidió Katja Alemann. Ella estaba vestida como una walkyria, con su cabellera colorada peinada hacia lo alto”.

“Más de mil tarjetas habían sido repartidas. Los invitados dejaron el lugar cerca del amanecer con los zapatos destruidos por el cemento húmedo del piso. Una semana después, la gente que llegaba de la calle se topó con Omar Chabán metido hasta la cintura en un foso abierto en el hall de entrada.”

“Alertados sobre las excentricidades de Cemento, todos creyeron estar presenciando una performance cuando en realidad, el material acumulado durante la construcción había taponado la red cloacal y Omar trataba de evitar la inundación”. Es decir, una nueva inundación, en este caso, de aguas servidas.

En el mismo libro, el propio Chabán recordó ese acontecimiento: “La noche de la inauguración de Cemento yo subí al techo. Llovía y había mucho viento. Miraba la imponencia del cielo y pensaba que había vencido al monstruo. Casi me pongo a llorar. En ese momento subió mi papá y me llamó. No supe qué pasó toda esa noche, no tengo noción de la gente. Sé que subí al escenario y dije algunas cosas, pero no lo recuerdo”.

Cemento forma parte de la épica de los ochenta, pero desde entonces Chabán tuvo problemas relacionados con la seguridad en los locales a su cargo. A principios de los años ’90, Cemento fue clausurado en forma temporaria debido a las quejas de los vecinos. Por el boliche pasaron, cuando todavía no habían llegado a la cima de sus carreras, figuras de primera línea del rock nacional: Los Redonditos de Ricota, Las Pelotas y A.N.I.M.A.L. En esos años, Chabán abrió otro local más chico en la zona céntrica de la ciudad, llamado Die Schule, pero ese emprendimiento tuvo una muy corta trayectoria.

En todos los casos, Chabán le supo imprimir su estilo, que era el de trato personalizado con músicos y managers de las bandas. Fue en abril de 2004 cuando inauguró el más grande de los boliches en los que fue gerente: República Cromañón. Cuando se produjo la tragedia, el 30 de diciembre de 2004, Chabán fue detenido horas después del hecho que provocó la muerte de 194 personas, la mayoría de ellas muy jóvenes.

Lo detuvieron por orden de la jueza María Angélica Crotto y fue liberado cinco meses después. Estuvo 166 días en libertad, en la casa de su madre y luego en una isla del Delta –donde se refugió para escapar de los escraches de los familiares de las víctimas–, hasta que volvió al penal de Marcos Paz. Pasó más de dos años, hasta que obtuvo su excarcelación y fue liberado otra vez, el 7 de diciembre de 2007. El 19 de agosto de 2009, el Tribunal Oral Nº24 lo condenó a veinte años de prisión, hasta que luego de varias instancias judiciales, el 17 de octubre de 2012 lo sentenciaron a diez años y nueve meses de cárcel.

En agosto de 2013 le concedieron la prisión domiciliaria por la grave enfermedad que padecía y al poco tiempo lo internaron en el Hospital Santojanni. En una entrevista con la revista Rolling Stone, ya internado, su estado de salud y la condena sufrida lo habían hecho renegar de su propio pasado libertario como actor, artista plástico y gerente: “Soy antilibertad. La libertad crea gente boluda y violenta”.

Su postura parecía apuntar a los que prendieron la bengala en Cromañón y a los que él les adjudicó siempre la responsabilidad de lo ocurrido, como si no hubiesen existido las salidas de emergencia cerradas con candado, la venta excesiva de entradas, la incitación a llevar bengalas a los recitales de Callejeros y de otras bandas, y la media sombra. De todos modos, hacía su autocrítica tardía: “Toda la vida fui negligente, nunca pude controlar la violencia” en los boliches en los que fue gerente.

Pablo Plotkin, el periodista que lo entrevistó, lo define con acierto en la introducción de la nota: “Un tipo siempre a mitad de camino entre la sensatez y el delirio, entre el carisma y la altanería, entre lo sofisticado y lo popular”.

Algunas de las manifestaciones de Chabán en ese reportaje apuntalan la observación de Plotkin:

El tema de la “culpa colectiva” es algo que muchos han señalado después de la tragedia de Cromañón, por Cromañón, como ha ocurrido antes en muchos otros episodios trágicos de la historia nacional y universal. “Cuando la culpa es de todos, la culpa no es de nadie”, decía la escritora y activista feminista española Concepción Arenal y esos conceptos han sido tomados, entre otros, por Eduardo Galeano, para rechazar la idea de la responsabilidad colectiva.

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