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Sociedad|Domingo, 28 de diciembre de 2014
Los simpatizantes de Huracán y San Lorenzo que trabajan juntos en tareas solidarias y contra la violencia

Hinchadas unidas

La historia empezó con un nene quemero que quedó en la calle junto a su familia. Y lo ayudaron los cuervos. Después hubo una devolución de gentilezas. Así nació Más Allá de los Colores, una campaña que junta a los clásicos rivales para llevar solidaridad a los barrios y combatir la violencia en el fútbol.

Por Carlos Rodríguez
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Mientras los medios alertan a diario sobre posibles “enfrentamientos internos” en las barras de River o de Boca, en la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires se viene desarrollando una fuerte corriente de solidaridad y amistad entre amplios sectores de los “hinchas genuinos” de dos clubes que tienen una vieja rivalidad barrial: Huracán y San Lorenzo, o San Lorenzo y Huracán, como prefiera el lector, aunque el orden de aparición, en este caso, no genera conflicto alguno. La campaña Más Allá de los Colores se potenció a partir de la publicación en un diario, el 8 de marzo de 2012, del drama que vivía la familia de Agustín, un chico de 10 años, fanático del Globo, que había quedado en situación de calle junto con su madre, Roxana, y sus cuatro hermanos. La situación tenía un plus doloroso, dado que Agustín necesitaba ayuda urgente porque sufría una grave enfermedad que requería atención permanente.

Alejandro Fernández, responsable del Grupo Social de la Subcomisión del Hincha de San Lorenzo de Almagro, tomó conocimiento del problema de la familia “quemera” en un momento en el cual toda la energía de los cuervos estaba puesta en el reclamo por el “regreso a casa”, con la recuperación de los terrenos donde se levantaba el Viejo Gasómetro, el emblemático estadio del club azulgrana. “Nos llamó la atención un pequeño recuadro que había aparecido en Diario Popular, y como responsables del área social y cultural de San Lorenzo, decidimos ayudar a Roxana y a sus hijos, siguiendo un camino que nosotros habíamos iniciado hace ocho años, pero que en este caso tenía la particularidad de que ayudábamos a un chico que era hincha de Huracán.”

Para trabajar juntos en el mismo objetivo, Fernández y los suyos se comunicaron con Viviana Cialdella, hincha del Globo y referente de la ONG Corazón Quemero, que también desde hace años viene trabajando “con la finalidad de la inclusión social a través de las acciones deportivas y la educación”. Viviana le explicó a Página/12 que vienen realizando acciones “para tratar de brindarles a los vecinos de Pompeya y Parque Patricios, recursos que sirvan para incluirlos socialmente, a ellos y a sus hijos, generando eventos deportivos, educativos y sociales”. Los dos grupos de hinchas venían trabajando en lo mismo, cada uno por su lado, pero desde ese momento el desafío fue juntar agua y aceite, cuervos y quemeros.

Esa primera campaña por Agustín tuvo un resultado que fue “sencillamente extraordinario”, coinciden los referentes de las dos hinchadas de la antigua rivalidad barrial. Claro que la cuestión no fue fácil. Lo complicado del encuentro, del que participaron entre besos y abrazos decenas de hinchas de uno y otro club, fue definido por el propio Agustín cuando fue entrevistado ese día por un periodista de tevé: “Yo no quería venir porque ellos son de San Lorenzo y yo de Huracán”, se sinceró el niño vestido con camiseta y gorrito reglamentarios del Globo.

Luego, ante la insistencia de la prensa, Agustín tuvo que reconocer que estaba contento y que los cuervos habían sido “muy amables”. Roxana, la mamá de Agustín, sólo tuvo palabras de agradecimiento. La gestión conjunta, además de reunir alimentos y recursos para la atención de Agustín, le había conseguido a la familia un hogar donde vivir.

Viviana Cialdella sostuvo que cuando recibió la iniciativa de Alejandro Fernández para trabajar juntos en lo social, en lo humano y también en lo relacionado con la pasión que genera el fútbol, las diferencias por los colores de la camiseta se desvanecieron. “Fue una sorpresa muy grata la que tuvimos, al ver que hinchas de un club rival nos llamaran para trabajar juntos en una tarea comunitaria, que también significaba empezar a buscar caminos comunes para terminar con la violencia en el fútbol, para que el deporte sea una verdadera fiesta, como debe ser.” Destacó que juntos comenzaron a encontrar “una forma de trabajo que no habíamos logrado ni siquiera con los propios hinchas de Huracán”.

Uno de los primeros emprendimientos conjuntos fue en el barrio de Villa Urquiza, con el coro de la Parroquia de la Anunciación, en Altolaguirre 2041. Hubo reparto de alimentos y ropas entre los vecinos, en distintas esquinas del barrio. “Además de trabajar en lo social, lo que buscamos es crear conciencia en la sociedad de que el fútbol es deporte, que la rivalidad sobre el césped de una cancha no impide que podamos ser amigos, buenos vecinos, solidarios; está muy bien el folklore del fútbol, los cánticos, las bromas, pero tenemos que terminar con la violencia, para que la familia vuelva a las canchas sabiendo que no va a pasar nada malo, que todo va a ser una fiesta deportiva”, señalan en forma coincidente los referentes de los hinchas de los dos clubes.

El año que viene, con el regreso de Huracán al campeonato de Primera División, tanto Alejandro como Viviana ya empiezan a disfrutar el regreso del clásico de barrio. “Lo malo es que con la violencia estamos matando al fútbol. No puede ser que cuando nos toque jugar de locales, la tribuna de Huracán esté vacía o al revés, que no podamos ir cuando juguemos en la cancha de ellos. Cantarles a las tribunas vacías no tiene ningún sentido. Por eso tenemos que trabajar para que todos tengamos presente que la rivalidad es sólo en el terreno de juego, no en la vida”, señaló el referente de la hinchada de San Lorenzo de Almagro.

El acercamiento entre las dos hinchadas se está gestando a partir de acciones comunes en barrios postergados como la Villa 1.11.14, ubicada frente al Nuevo Gasómetro, o en la Villa 21 de Zavaleta, con el padre Pepe, que es fanático del Globo. La solidaridad hacia Agustín, el pibe de Huracán, tuvo una acción recíproca, de los quemeros, hacia Lucas, un chico hincha de San Lorenzo que también estaba muy enfermo.

“En los medios sólo reflejan lo malo, las peleas entre las barras, pero hay hechos que pasan inadvertidos. Cuando este año ganamos la Copa Argentina en San Juan, en la final con Rosario Central, tres chicos de Huracán que volvían de la cancha, festejando, tuvieron un accidente gravísimo en la ruta. Los primeros que llegaron a ayudarlos fueron los hinchas canallas. Se bajaron del micro y trataron de sacarlos del auto para hacer los primeros auxilios mientras llegaban las ambulancias. A uno de los pibes, los de Rosario Central lo alentaban diciéndole: ‘Aguantá que ahora tenés que ir a celebrar a Parque Patricios’.” Ninguno de los tres chicos sobrevivió, pero “el gesto demuestra que se puede encontrar caminos para terminar con la violencia en el fútbol”.

–¿Los dirigentes de los dos clubes están colaborando en la campaña Más Allá de los Colores?

–En toda comisión directiva tiene que haber una persona que se encargue de lo social. En San Lorenzo eso no existe. Desde hace ocho años estamos trabajando en el club los hinchas. Al principio pedíamos permiso para hacer donaciones en nombre del club, pero nos cansamos y tuvimos que cortarnos solos –es la respuesta de Alejandro.

–En Huracán pasa algo similar. Para cumplir con nuestro trabajo social nos tuvimos que abrir para poder ayudar a la gente en situación de calle que hay en Parque Patricios. Cuando presentamos nuestro proyecto a la comisión directiva, ellos resolvieron crear un área social que nunca funcionó como tal –comenta Viviana, con la misma desazón.

Los dos afirman que, cuando se juntan, no hablan mucho de fútbol, aunque a lo largo de la charla se escucharon algunas chanzas, sobre todo teniendo en cuenta que el clásico de barrio vuelve en 2015 “para alegrar a cuervos y quemeros”, más allá del resultado del partido. Alejandro deslizó un “qué suerte que vuelve Huracán; tenemos seis puntos seguros”. La respuesta de los quemeros fue una sonrisa que significaba: “Los seis puntos son nuestros”. El fútbol puede, y debe, ser una fiesta.

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