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Sociedad|Domingo, 5 de octubre de 2003
LA VIDA DEL SACERDOTE GAY QUE DEJO LOS HABITOS Y SE CONVIRTIO EN MODELO Y ACTOR

La homosexualidad tiene cura

Se ordenó como sacerdote en el año 2000 y al poco tiempo dirigía en Mendoza la Junta de Catequesis. Pero Andrés Gioeni descubrió que era gay y que no quería seguir ocultándolo. Dejó los hábitos, se hizo modelo y actor y posó para unas fotos eróticas que desataron un escándalo en su provincia. El obispo lo suspendió. A partir de entonces, Andrés se dedicó a estudiar la relación entre Iglesia y homosexualidad y escribió un libro donde cuenta esta sorprendente transformación.

Por Andrea Ferrari
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De llevar hábito pasó a posar desnudo para una revista gay. Hoy hace publicidades de todo tipo y actúa en tres obras de teatro.
Como el Jorobado de Nôtre Dame: así dice Andrés Gioeni que se sentía en julio de 2001, encerrado en una pequeña habitación de la Catedral porteña desde donde oía el griterío que lanzaban las primeras manifestaciones en un país que empezaba a arder. Pero él mismo estaba en llamas: aún sacerdote, había venido desde Mendoza en busca de un cambio crucial para su vida. Dos años después, ese cambio se produjo hasta un punto que nadie que lo conoció en el pasado hubiera imaginado: Gioeni dejó los hábitos, es modelo y actor, desfiló en ropa interior por las pasarelas, posó para fotos eróticas e hizo pública su homosexualidad. Esa insólita transformación fue volcada en un libro, Lucifer: ángel y demonio, en el que cuenta con lujo de detalles un camino que ha dejado boquiabiertos a sus antiguos compañeros de seminario.
Cuesta pensar, viéndolo ahora, que no hace mucho llevaba hábito y escuchaba la confesión de sus fieles. Su vocación religiosa se había definido en 1990 y también entonces fue una vuelta inesperada. Tenía una novia con la que compartían actividades en la parroquia y un amor virginal. Para anunciarles a sus padres que iba a entrar al seminario usó un método peculiar: durante una cena se abrió el buzo y dejó ver una camisa con un cuello estilo sacerdotal. Fue un shock. El no cree, sin embargo, que estuviera escapando a su destino.
–No al menos conscientemente –dice–. Aunque tal vez lo tenía tapado. Yo veía el celibato como algo muy viable. Aunque estaba de novio, no teníamos la intención de tener relaciones, pensábamos en llegar vírgenes al matrimonio. Pero mirando hacia atrás creo que no tenía mucho impulso de estar con ella. De todas formas, cuando entré al seminario lo hice consciente. Allí quería volcar todas mis energías, sobre todo en el campo social. Y al principio viví mi ministerio con muchísima felicidad y entrega.
En esos años hubo algunos indicios sobre su inclinación sexual que terminó espantando y en marzo de 2000 se ordenó como sacerdote. Ya entonces se había trasladado a la parroquia Virgen Niña. Meses después quedó a cargo del Seminario y la Junta de Catequesis de la provincia. Pero la tormenta había empezado por dentro y terminó por explotar a principios de 2001 cuando, al volver a la parroquia tras unas vacaciones, se sentó frente a su computadora y entró en un chat gay. Horas después estaba frente a un tal Fernando en un café. Del café fueron a la Junta de Catequesis donde, en el piso, tuvieron el primer encuentro sexual.
–Empezó para mí una especie de calvario. Me sentía mal porque sabía que estaba haciendo algo dañino como sacerdote. Al tiempo dejé de verlo: decidí que quería jugarme por el sacerdocio. Pero fui a un encuentro de catequesis en Córdoba y saltó otra vez la necesidad de una válvula de escape. Pensé que si contrataba un taxi boy después no pasaría nada. Pero quedamos enganchados, conversando por mail, y me di cuenta de que iba a seguir así, saltando de uno en otro. Decidí dejar el ministerio y rever mi vida.
Armó una mochila y partió para Buenos Aires. Conocía al director nacional de catequesis, Alejandro Puigari, quien lo invitó a quedarse en la Catedral. A las tres semanas, ese lugar donde todo le recordaba al sacerdocio se le hizo agobiante y se trasladó a la Casa de Catequesis. Y allí, dice, empezó a animarse “a buscar otras cosas, a curiosear”. Conoció a un hombre en un gimnasio y se fue a vivir con él.
–Fue una relación difícil. Yo tenía prejuicios de todo tipo. Me encontraba raro despertándome al lado de un hombre, me sentía traicionando algo por dentro. Al cabo de seis meses me fui a vivir con una amiga lesbiana. Enfrente vivían dos amigos que eran pareja, y ellos me fueron llevando a conocer lo que era el ambiente, la noche, y por suerte me preservaron bastante. En esa época, Gioeni trabajaba en la Editorial Claretiana asesorando en las compras a los catequistas. De allí pasó al área de ediciones. Todo iba bien hasta que en marzo salieron las fotos, esas fotos que iban a hacer explotar lo que hasta entonces era un rumor por lo bajo.
Al desnudo
Aún trabajando en la editorial, Andrés había empezado a estudiar actuación, canto y baile, retomando los pasos que había dado antes del seminario. También había incursionado como modelo: desfilaba para la marca de ropa interior Narciso.
–Fue la dueña de Narciso quien me ofreció salir en un suplemento erótico de la revista gay Imperio. Yo lo consideré como un paso dentro de la carrera de modelo. Decidí hacerlas quizá con ingenuidad, sin saber que iban a provocar tanto escándalo.
En las fotos, el ex sacerdote aparecía desnudo, saliendo de un marco antiguo. La revista se distribuyó, llegó a un boliche gay de Mendoza y allí lo reconocieron.
–¡El padre Andrés en pelotas! –recuerda que dijeron y la noticia se esparció por todos lados–. Para la gente de Mendoza fue un choque porque me habían visto irme como sacerdote y luego les llegaron las fotos conmigo desnudo. Pero habían pasado nueve meses, para mí un proceso interior largo. No imaginé esa reacción.
–Pero era evidente que iba a ser provocativo. ¿Cómo se animó?
–Creo que fue la necesidad de sacar de adentro algo que tenía reprimido. En esa época yo quería exponerme todo el tiempo, en cualquier lado: ir a los boliches y que me vieran, a la pileta, permanentemente llamar la atención. Estaba pendiente de que me miraran, de gustar. Lo de las fotos fue un poco una inconciencia.
Al poco tiempo le llegó una carta del obispo de Mendoza, José María Arancibia, cuestionando su comportamiento –“motivo de escándalo, desconcierto y tristeza para mucha gente que te conoce y te aprecia”– y preguntando si pensaba seguir en esa línea. “Me interesa conocer tu pensamiento y decisión, porque siempre te he apreciado, pero comprenderás que me preocupa todavía más el bien del Pueblo de Dios”, advertía.
–El obispo estuvo bien, fue una carta personal. Le contesté que sí, que pensaba seguir, y que yo comprendía que tenía que hacer lo que correspondía.
Y sin embargo, cuando llegó la suspensión se sintió golpeado. En ese texto dice que “el padre Andrés Gioeni ha elegido libremente una forma de vida contraria a la moral católica y a las normas de la Iglesia para sus hijos, como ha resultado público y notorio”, por lo cual se le prohíben todos los actos sacerdotales.
A eso le siguió la editorial, donde le pidieron la renuncia para evitarse un conflicto con el Episcopado.
–También había un grupo católico al que me había acercado para hacer una comedia musical. Cuando se enteraron de las fotos me pidieron que dejara de ir a los castings. Todo esto me hizo cuestionar mucho la posición de la Iglesia hacia los gays. Me sentí abandonado.
A partir de ese momento empezó a escribir lo que inicialmente iba a ser una carta al obispo y terminó convertido en un libro que detalla su experiencia.
–¿Por qué decidió develar ahí su intimidad a tal punto?
–Me pareció importante contar el proceso con las miserias que tuvo, la promiscuidad por la que tuve que pasar. Pensé que si iba a trasmitir la historia no la quería llenar de cosas lindas, también quería contar lo feo que viví. Decidí exponerme por entero. Yo intento con el libro decir también esto somos los gays, tenemos vida, fíjense lo vulnerables que somos, no nos discriminen.
La grey gay
Recibió muchos e-mails donde otros sacerdotes lo cuestionaban duramente. Pero también hubo unos pocos que lo respaldaron. Cada paso, sin embargo, lo fue alejando de la Iglesia.
–No voy a la iglesia ni comulgo –dice–. Sigo mi relación con Dios, pero desde un lugar más subjetivo, no tan comunitario. Lo siento a Dios acompañándome en todo este proceso, creo que nunca dejó de estar a mi lado.
Sin embargo, da la impresión de que Gioeni hubiera encontrado un nuevo sacerdocio, en la prédica sobre homosexualidad y religión.
–Tengo un micro en un cable, “Gay match”. Es algo que me reclama mucha gente. Porque si bien hoy en la sociedad hay mayor aceptación, el mayor cuestionamiento a los homosexuales viene por el lado de la Iglesia. Se sienten condenados y eso no los ayuda a llevarse bien con Dios.
–En el libro habla de los sacerdotes que llevan una “doble vida”.
–Sí. Conozco casos de sacerdotes que son homosexuales. Algunos deciden vivir en celibato con una entrega radical. Otros, lamentablemente, tienen que vivir una doble vida, porque ni la comunidad ni la Iglesia lo aceptarían. Además, es muy difícil encontrar un ámbito en la Iglesia para hablarlo.
Se dedicó a investigar el enfoque religioso sobre la homosexualidad en la historia y dice que “en la Biblia no hay ningún texto que explícitamente hable en contra”.
–Estudiando me voy encontrando con cosas más interesante: en la época medieval había hasta una especie de contrato matrimonial entre personas del mismo sexo y no estaba mal visto. Había cartas amorosas entre abades de distintas congregaciones, apuntando más al amor espiritual, pero bastante fuertes.
Pretende así convertirse en un referente del tema. Cuando presentó su libro, cuenta, un 80 por ciento de las preguntas fueron de índole religiosa: la gente quería saber si es posible para los gays comulgar, por qué la Iglesia los condena... Hizo incluso una cartilla donde describe la posición de algunos teólogos que tienen una mirada diferente sobre el tema y la reparte por la calle, al mejor estilo predicador.
Al mismo tiempo, hace publicidades de todo tipo –un aviso de televisión para UOL, una gráfica para Nike– y actúa en tres obras de teatro. Aquella imagen del jorobado encerrado en la Catedral quedó lejos. Hoy Gioeni parece identificarse más con el príncipe que representa en la comedia musical “La Cenicienta”. Cada fin de semana y para toda la familia.

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